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ALBiaU'O LASPLACES
i
OPINIONES LITERARIAS
(PROSISTAS URUGUAYOS CONTEMPORÁNEOS)
CON UN PRÓLOGO DE
VÍCTOR PÉREZ PETIT
MONTEVIDEO
Editor: CLAUDIO GARCÍA
Wl - CALLE SABAKÜÍ - 441
1919
OPINIONES LITERARIAS
(prosistas uruguayos contemporáneos)
Obras editadas por LA BOLSA DE LOS LIBROS
441-eHLLB SHRaNDÍ-441
Lasplaces (A.I.— « Literatos Urugunyos Coiitoiii|)oiá-
iieos». Prosistas $ 0.80
Agorio (Adolfo) («Jacob»).— «La Fragua», apuntes de
la Guen-a europea, 1 t., $ 0.40. - «Fuerza y Dere-
cho». Aspectos morales de la Guerra europea, 1 t.,
$ 0.50.- «1.a Sombra de Europa», nuevos concep-
tos de la Moral, 1 tomo » l.OO
Cruz (Alcides). - «Incursión del General Fructuoso Rive-
ra a las Misiones» > 0.40
Bécqucr iGustavo A.). —«Rimas», con una nota preli-
minar de Leoncio Lasso de la Vega y un canto
por G. del Busto . » 0.30
"Almafuerte" (Pedro Palacios).- «Ap-ístrofe», poema.' » C.IO
— «Poesías», con un estudio de A. Lasplaces . . » 0.85
— «Nuevas Poesías» y «Evangélicas», con lui estu-
dio del Dr. Alfredo Palacios > 0.35
Acosta y Lara (Federico E.).— «Lecciones de Derecho
Constiuieioual e Instrucción Cívica», 1 tomo. . » l.(X)
—«Comentario de la Constitución Uruguava de
1918»— 1 tomo ' . . . O 30
— «Porvenir del Derecho público externo. De la
justicia internacional» » 0.40
líolltnian.— Química inorgánica (en español), 1 t., tela » 6.00
Sayagués Laso (U.).— «VisUia fiscales», con las sen-
tencias correspondientes, 3 tomos . C.50
— «La Investigación de la paternidad» 1 t., 450 págs. » 2^00
— «Cuestiones Jurídicas», 1 tomo de 400 págs. . » ;-).(X)
Kubéu Darío.— «Prosas Profanas», con prólogo de José
E. Rodó .0.35
„ -«Azul» » O d5
Barrett (Rafael).— «Diálogos, converfaciones y otros es-
critos» » 9.35
Zola (Emilio). — «El Ensueño» 2 tomos. » 0.50
líoxlo (Carlos).— «El Libro de las Rimas» .... » 0.35
Zorrilla de San Martin Juan. — «Detalles de Historia
Ríoplatense», 1 t » O 50
—«Tabaré» y «La Leyenda Patria». .... » 0. 50
Haetcrlinck (Mauricio).— «La Muerte», «La Vida de
las Abejas», «La Inteligencia de la.s Flores», «Los
Dioses de la Gueri-ci» (cada voliimeii'» .... » 0.35
Ingenieros (José). — Significación histórica del inaxi-
mali.smo » 0. 10
C'anipoanior (Ramón de).— «El Tren exp.-cso» . . . » 0.10
Mellan Laflunr (Luis)— «La acción funesta de los Par-
tidos tradicionales en la Reforma Constitucional» » 0.60
SJghele (Scipio) —«Las Ciencias Sociales y sus aplica-
ciones». VersiÓH..castelIana de Alberto Lasplaces.
Obra recomendada por la Dirección de Instruc-
ción Primaria »1.00
Mas de Hyala (Isidro) — Lecciones de Química'
Inorgánica, 1 tomo de 160 pás;s , » 1.20
liabindrannth Tiigore— La Luna Nueva, 1 tomo . . » 0Í35
La nueva Constitución » 0. 10
Ainado Ñervo — «Perlas negras», 1 tomo. . . . . » r,..óO
— «Soledad», 1 tomo » 0.25
—«Florilegio», 1 lomo > 0. 20
Del Campo (Estan¡slao).—«Fausto» (poesías criollas) . » 0.25
Poe (Edgardo)-» Poemas » 0.30
ALBERTO LASPLACES
MES LlTiMÜS
(PROSISTAS URUGUAYOS CONTEMPORÁNEOS)
CON ÜN PRÓLOGO DE
VÍCTOR PÉREZ PETIT
MONTEVIDEO
CLiAUUlO OAfirJlA, Editor
enLLE SARnNDf, 44I
191tJ
Imprenta "^1 Siglo Ilustrado", San José, 938
PROLOGO
Albet'to Lasplaces, el autor de este libro pur-
camente rotulado Opiniones literarias, es un
hombre joven, un espíritu bien- nutrido de lec-
turas, un ente rio moderno, pero muy juiciosa
y ponderado. Su vida^ toda su vida, podría con-
tarse en cuatro rasgos de pluma: es una vida,
que llena por completo el ansia irrefrenable de sa-
ber, y al cabo^ un único, pero h.ondisimo- dolor. Na-
ció en Montevideo, en el año 1887, y cursó los es-
tudios reglamentarios para graduarse maestro. Ac-
tuaUnente, desempeña él cargo de Subdirector del
Instituto Normal de Maestros; y a la vez, respon-
diendo a sus inclinaciones ptrw dísticas, escribe los
editoriales de la sección ''Exterior" del gran me-
tropolitano que es ''El Día". Nada más. En su vi-
da no hay accidentes ni aventuras, de ésos que sue-
len hacer romancesca la existencia de un escritor.
Es lo que él mismo me confesara no ha mucho tiem-
po todavía: — "A mi no me ha pasado nada que
no sea común e insignificante^ nada que no sea des-
provisto de interés''. — Pero, si la vida de este
hombre joven no da tema a los rebuscadores de
anécdotas y a los ccleccionistas dé típicos sucedí-
6 ALBERTO LASPLACES
dos, en cambio puede resultar interesaniísima para
el que, remontándose más alio, sabe desentrañar
una C7iseñanza moral de las características perso-
nales de un caractar.
Es Lasplaces un luchador que todo lo que es y
vale se lo debe exclusivamente a la virtud de su es-
fuerzo propio. Si ha triunfado y se ha impuesto
en nuestro medio, tan cicatero de suyo para reco-
nocer el nitrito extraño, no es ciertamente porque
haya acudido a la reclame y otros medios ilícitos,
muy frecuentes en los muchachos que hacen sus
armas en el coso dé las letras. Modesto y reserva-
do, no buscó jamás el aplauso popular ni la ayu-
da de camarillas y amigos complacientes. Empezó
a estudiar como todos los estudiantes; más ense-
guida se diferenció de ellos porque no estudiaba
para conseguir un título académico, sino porque
tenia hambre dé saber. Asi, al propio tiempo que
almacenaba aquellos conocimientos que exigen los
programas pedagógicos para cimentar una carre-
ra liberal, dio suelta a las alas de su espíritu, ga-
noso de luz e inm^ensidad, y siguió leyendo y es-
tudiando ex-cathedra como un poseído. Toda su
juventud es eso, nada más-, una ininterrumpida
gimnasia intelectual, una vigilia perpetua sobre
los libros^ un glorioso triunfo de Ariel sobre Ca-
libán. Mientras los otros muchachos, con precoci-
dades dionisíacas, sólo aciertan a ornar sus sienes
con pámpanos y rosas, él, muy juiciosamente, no
tuvo más premioso cuidado que cultivar su jar-
dín interior para hacer retoñar en él las flores
luminosas de la sabiduría. La palidez de su rostro,
OPINIONES LITERARIAS 7
la melancolía de sus pupilas, la gravedad que se
incrusta en la comisura de sus labios, no le fue-
ron dadas por Afrodita : Miiierva es quien le ha
estigmatizado así, después de haberle sorprendi-
do un año y otro año, toda su vida juvenil, sobre
los libros, bajo la tenue caricia de la lámpara noc-
ía )nb vía.
Entonces, a los treinta años, Lasplaces fué nn
artífice y un pensador. En un volumen de versos,
que intituló "Salmos a la Vidla", dijo toda la
gloria de la existencia sana y fuerte, de la luz que
vibra en el espacio, del movimiento que anima a
los orbes. Yo nunca he comprendido que almas en
flor, corazones juveniles, mentalidades recién
abiertas al mundo, como no sea por ''pose" o
imitación^ den de exprofeso en la elegía, y ca'nten
desesperanzas, am-arguras y dolores que parecen
ser, lógicamente, atributos de otra edad de la vi-
da, aquélla qué agostan los cierzos otoñales. La
juventud briosa y fuerte, sana y ensoñadora, ríe
en el aire azul, conmueve los ecos de los prados
con sus loa-i triunfadoras^ estala las cimas para
poner sobre ellas las rosas de fuego de su sangre
transparente y el altivo resplandor de su avasa-
llante idealidad. Y de todo esto hay un poco en
los versos límpidos y armoniosos de Lasplaces. No
llora y se desespera tras mentidos dolores y fin-
gidas adversidades ; se regocija dé vivir y canta el
triunfo de la vida. Es sincero, es franoo, es ho-
nesto en la exteriorización de sus sentimientos, —
y por eso es tan distinto de los poetas melenudos
y llorones dH viejo romanticismo y de los enccr-
8 ALBERTO LAtíPLAGES
setados y fríos del decadentismo vulgar. Oídle:
"Es mi frescura la de veinte años, — tierra ma-
ravillosa de alegría; — yo no sé lo que son los
desengaños — ni he visto nunca a la melancolía."
Y más adelante: ''No conozco el dolor ni los agra-
vios, — es una fiesta azul la vida mia; — la risa
sei prendó de mis dos lahio-s, — justo, es, pues, a
lo menos, que sonría. — Amo la vida con mi amor
primero, — amo de la mujer el dulce hechizo, —
la libertad como un aventurero — y a mí propio
lo mismo qxie un Narciso: — Mi riqueza és tan
grande como el mundo; — no hay un palacio co-
mo mi palacio; — soy mi&erahle como un vaga-
hundo, — millonario de estrellas y de espacio."
Mientras cantaba a^í la gloria del vivir, en ver-
sos de un timbre gorgeante, que es el timbre de
las alondras matinales^ L:isplaces, en otras horas
de retraimiento y meditación, disciplinaba su es-
píritu en el estudio de problemas de verdadera
enjundia social. Para certificar esta dexteridad
mental, este doble juego de su robusto pensamien-
to, no hay más que recordar algunos de los muy
encomiables trabajos que lleva publicados: "Gé-
nesis idie la revuelta", una disquisición sobré el
origen de nuestras guerras civiles; "Las ciencias
econ(5micas y sociales y la aicción de la escuela
priinairiia", conferencia pedagógica; "Cünieo nue-
ses de ignerra") diario de un cspíñtu ante la in-
mensa demencia de la guerra europea y "Los pa-
lmitos", drama social, cuya tesis sacudió una»
sala rebosante de espectadores con la estimulante
energía de un vibrante latigazo.
OPINIONES LITERARIAS 9
Obra de pensador y de artífice, — he dicho abi-
tes; — Ése será el doble Ululo con que clasifi.que
a nuestro escritor el crítioo o exégcta que algún
día escriba la historia de nuestra literatura. Si
por el cuidado de la forma, — limpia de: oropeles
y clara como un chorro de agua cristalina^ — cabe
clasificar a Alberto Lasplaces en el núcleo de nues-
tros buenos artistas, por la valentía y seriedad de
su pensamiento, por su amor de las ideas avanza-
das y Sil respeto del pueblo, forzoso será clasifi-
carlo entre nuestros más celebrados pensadores.
Su obra total, por muy dispersa en cinco- años de
vida periodística, acaso escape ahora a la visión
de sus amigos y compañeros, mus no podría pa-
sar inadvertida para el hombre de estudio que
venga a desentrañar los reales valores de esta
gran época de reconstrucción y de co-nquistas so-
ciales que nuestro país está viviendo desde hace
algunos años, Y entonces sera el momento en que
pueda juzgarse con acierto y verdad la hermosa
labor que ya lleva cumplida el joven Lasplaces.
Del libro que tienes en la.^ mcinos, lector, nada
debo decirte. Tú eres quien juzgará de su mérito
y significación. Yo he cumplido mi deber con pre-
sentarte a su autor: ya sabes que no es un quídan
cualquiera, ni siquiera uno de esos autorcillos
burgueses, muy relamidos, muy celebrados, que
no conmueven la digestión de nadie porque nin-
guna substancia ponen en lo que debe ser digeri-
do. Trátase de un escritor fuerte, sincero y iiohle',
que tiene el valor de sus juicios y que sabe a las
vécss imponerlos por la refhxión y el sólido ra-
lO ALBERTO LASPLACES
zonamiento^ — no a tratwazos ni arhür ariamente
como suelen hacerlo los atrevidos e insinceros.
Acaso algunos juicios consignados en esta obra
choquen eon tu modo de pensar {yo mismo no
comparto varias de sus apreciaciones sobre Rodó
¡j Ernesto Herrera, pongo por ejemplo); pero
siempre adniirarás en él la franqueza e hidalguía
con que: procede el señor Lasplaces. Esta ruda
franqueza y esa caballeresca hidalguía son, jus-
tamente, los mejores títulos que puedo señalarte
(-n el libro Opiniones litekapjas, porque, rom^
piendo abiertamente con muchas ideas corrientes
y C071 mucltos fallos pasados en autoridad de cosa
juzgada en la conciencia pública, el autor se atre-
ve a decir todo lo que piensa sin cuidarse dé ha-
lagar a nadie y sin temor de herir a los que le
leen. Por lo demás, — debo apresurarme a decir-
lo, — no hay en esta obra virulencia ni ensaña-
miento contra nadie: los mismos fallos adversos,
tienen una seriedad y rectitud que los equilibra y
ennoblece. Lasplaces responda plenamente a la co-
nocida sentencia moral de Janet : "No siempre es-
tá bien decir todo lo que se piensa; pero es nece-
sario cuidarse de albergar en el pensamiento nada
que no pueda decirse."
VÍ(-TOR PÉREZ Petit.
Adolfo Agorio
Su obra literaria
Adolfo Agorio ha concebido tres hermosos libros
sobre el tema apa'^ionante y idealurabrador de la gue-
rra europea. En el último, titulado "La Somibra de
Europa", afirma que esa somibra comienza a en-
volvemos, habiendo llegado ya hasta nuestra
América "el soplo trágico de la guerra, el grito
desapacible die la matanza". Dedloailo a la inte-
lectualidad franciesa, agiradecieindo de este modo
el nombramiento correspondiente con que la so-
ciedad "Gens de Lettres" lo distinguió hace poco.
"Quiero que este libro, — dice Agorio, sea la
respuesta «>scura y profunda al hono>r que me ha
discernido la intelectualidad francesa, re'^'puesta
oscura porque nace en la neilnlosa de las psicolo-
gías, en la incertidumibire que nos enseña a medi-
tar, y profunda porque todia ella e> pensíiuiiento
enérgico, volioión y sinceridad".
La incorporación d)e Aigorio a la sociedad
"Gens do Lettres", cuyos correiponlcllientes fuera
de Francia son uiuy iciontaclois hasitia el punto de
que ©s Agorio de los muy pocos que existen con tal
título en América del Sur. es un honor insigne que
12 ALBERTO LASPLACES
Dada tiene de lextraordinario si consideramos los
méritos conquistados por níue&^tro joven escritor en
los pocos años que escribe para el público. Ningún
literato de América ha luchado como él con tan
sonrient'C voluntad, con fe tan inconmovible por
la dulce Francia amioniazada por el zarpazo trai-
dor de la garra teutónica>. Ninigún defensor más
brillante que nuestro oompatriotaj de la ca-usa de
la gran república que aitrae en unánime ondula-
ción los votos fervientes diel mundo civiliza,dOj y
siniiboliza en estos tiempos de ásperos- cataclismos
la inquietud aristocrática idiel espíritiu y la (proa
fulgurante de la libertalcl Sus tres libros, "La
Fragua", "Fuerza y Derecho" y "La ¡Sombra
de Europa" componen lo más jugoso, lo más ex-
presivo (de io que se ha dicho en nuestro conti-
nente a favor de la gran nación latina, cumbre
armoniosa de la raza, a la cxjal dedica su segundo
libro con estas palaliras dle ardiente emoción: "Al
genio revolucjionario d^e Francia que traaó con
sangre y no con frases los destinos de la Huma-
nidad; al gran pueblo francés, masa anónima de
soñadores y obreros, que ha sabido abrirse cami-
jio con la idea y con el fusil, con el cerebro y' con
la bayoneta ; a la Francia rebeldle de 1789, de
1844 q de 1871; a la Francia pacifista de 1914; a
los trabajadores que cambial on de pronto el sa-
crificio del taller ,por el heroísmo del soldado; a
los siacerdoteál, a los cam\pesinos, a los menestra-
les, a los maestros humilidles, a toldos los que aman-
dt» locamente la existencia n( han temido el mi-
nuto supremo y han inmolliadr la vida al pie del
OPINIONES LFIT RABIAS 13
ideaJ, dedico estas páginas dt siifirimiento. die se-
renidad y de recaierdo-'.
Adolfo Agorio siirgk') al granJdle y al pe(iueño
púlilico con el estallido iiiisniü die la giuerra. Ha¡y'
cireunstancias que revelan urna -p oten eoialli dad has-
ta entonces oculta, y ésta fuf- una de las que han
operado tal milagro. De ninguna manera está en
mi ánimo en este momento, que solías las eireuiiis-
tancias externas y providenioiailes pueden provo-
car un fenómeno así. Tcldb depende de una ar-
monía, cuyo secreto no poseemos y no poseeremos
quizá munt'a, entre las impulsiones de fuera y las
energías latentes del interior. Lja eáeneia sale
siemipre de los dominiasi dIe los extremos, — an-
cho campo donde a su gnsto brincan las pasiones
y donde edlifiea sus quiimórieos y' pacientes casti-
llos la Metafísica, — paria amoldarse a la línea
recta y horizontal del equilibrio. Sonios ignoran-
tes porque no somos diueños de esa facultad del
equilibrio que adiVinanios llenos idte respetuosa
admiipación en todbs los fenónienos natturaleR. das-
de los más humildes y microscópicos haRta los más
vastos y universales. Hay quién sostiene qne el
genio es un simple proidiucto de lais cireunstancia-S.
Cítase el baño de Arquímedes, la manzana ílle
Newton. Pero se olvidan los factores persona-
les, Se desdeñan loo proeesor. psicológicos, la ri-
queza cerebral, la potencia intuátivia. lAéafío an-
tes de Arquímedes no sJe habían bañado los hom-
bres y" nadie vio caer una manzana antie? que el
físico inglés? La pecrsonalidbd liteiraria de Ago-
rio surgió con la gnierra porque e^lla i&ué el centro
14 ALBERTO LASPLACES
de mayor atracción, — al decir de Spencer, —
que lo hizo arrojar, lleno de oi^ullosa temeridad
a la arena vibrante de la lucha de ideas. Desde
las coluiTinas de El Día, se dio a conocer a finéis
de 1914 en valientes artículos (pe firmó con el
pseudónimo de ''Jacob". Aquella prosa enérgi-
ca y deslumbrante, rica en conceptos y talladfei
como la joya de un artífice llamó de inmediato
la atención ; la fama fué a poco consolidando su
nombre, el que aventó hacia los cuatro horizontes
con las voces de bronce de su agudoi-i clarines. Hoy
ya ol triunfo es suv'o, ese triunfo por el cual sus-
piran tantos y que a tan pocos dSiatingue con la
fresca corona de sus vendíes laureles.
La prom de Agorio tiene la virtud sustantiva
de la prosa: la seducción. Quiere decir con esto
que eorivida, incita, embriaga, dtesluimíbra. El lec-
tor que comienza los primeros párrafos ya no
abandona los dtemás. no importa el tema. Ooirao
todos los maestros en el arte de escri])ir, sabe ha-
cer intiei'esante lo má? trivial, exponer novedosa-
mente lo trillado, descubrir un mundo en donde
nuestra cegued^ad" sólo encuentra un vacío. ¡Qué
níágica y suntuosa facultad esn de enriquecer ge-
nerosamente todo lo que cae ba-jo el dominio de
la actividad cerebral! ¡iCjómo surgen enicantado-
res oasis en la diesolación abrasadla de los más vas-
tos desiertos' Quizás, en último análisis, la misión
del escritor no sea otra cosa que esa: encontrar as-
piectos inesperados a las cosai?, transformar Ja
realidad con la varita miágicia de la imaginación;
hallar el milagro, en medio de la monotonía; ex-
OPINIONES LITERARIAS 15
traer la excspción de la vulgarildlad. Tod^o se ha
didio, ¡ah, sí!, pero no se han agotiaido las iiia-
iiicras de decir. La foeniidklad del pensamiento
iliiiüta'ía euando le ,^>onríe la fonrma eotno a mi
s.itiro mía ninfa dosnuda. La palabra es un in«-
triwnento niaravÜloio, Guyasi sonoridades jaimáa
agotan, y que y'a puede er-volverse en la poiu-
pa de uai manto oriental d'e rutilante fantasía,
como imiitar sobiie la serenidad diel cielo impeca-
ble y profundamente azul, la eleigancia suprema
de una colmiiaia helénica. Los libros de Agorio
,se han impuesto ante todo por su estilo lleno de
pMsional empuje que trasmite al lector la fe su-
g'estiva y la emoción anhelante del escritor. De-
liciosas e inquietas caen las palalbras como sol>re
el gladiaidbr antiguo la red sutil áe acerada?
músculos. Pero al dominarlo, saiciiide sus nervios,
lo extremece, lo atre como el vértigo, lo arrastra
como el torbellino. Al objetivarla para interpre-
tarla y definirla, podría decii que la prosa de
Agorio es un haz de relámjpagos sombre el tencio-
pelo oscuro de la noehe. Ninguna languidiez se
l>einnite, y arroja sus ideas en pequeñois y nervio-
sos puñados de palabrais sonoras como un semi-
brador de semilla. Toda su obra está escrita asi
Como en los cuentos de ensueño, teje su tela con
protegieses diaim antes, rubís de fuego, limpios to-
paicios y candidas esimeraldas. Y es tan grande su
prodigalidad, que brinda estas rdiquezas con una
bella alegría juvenil, como quien confía en un te-
soro inagotable sin cesar renovado, como aquel
16 ALBERTO LASPLACES
j)cira el que no existe la toTtiirante y angustiosa
inwguita 'diel mañana !
Agorio lio es un escritor analítáoo; no ainnoni-
za eon su viril inipaciencáa la tarea estéril e in-
sípida de los <iue feuiscan la pied:ra filosofal por
efecto de desiconiposiciones sucesivas que aspirací
no al fondo íntimo, sino a la. expresión menor y
atomística de las cosas. Sus escritos están ilumi-
nados perennemeinte por un entusiaismo contagio-
so, armados con la potencia dlútil de lasi ideáis y la
gracia femenina de las palabras dilectas. Por eso
es bien de explicaji^se quie la guerra europea, con
su dimensión epopéyica, ha/ya venido a oifrecerle
un tema al cuial se adaptan por entero sus cuali-
d^des dánámioas aignzadas por el lesrpectáculo fa-
buloso de la gran tragedia. La guerra parece ha-
ber estallado para él, excliisiva.menitle. En *'La
Fragua " desfilan váisiones terribles; hay cargas
hululantes an imiedio de los campos careonnidos por
los obuses; bosques enteros dlerribados como por
un solo liacliazo formidable y seguro; agonías que
esipeluznan en pantanos infectos, mientras los lo-
bos aguzan sus largos colmillos que resplandecen
lívidamcinte a la luz idle una luna fúnebre e inmó-
vil; imonstruosos ztepelines que recomen el cielo co-
nLO nu]>es riígidas de muerte y de espanto; gritos
de ánimo; fanfarrias de victoria; tropeles ensor-
decedores; diabólicos entreiveros. Ruige la batalla,
y como al decir de Hugo, en Eylaai, "los cañones
se insultan con sus lenguas die fnicgo desidfe lo alto
de las eolinais". "La Fragua" es lo que expresa
su. título: un inmenso incendio desde el cualjle-
OPINIONES LITERARIAS 17
gan ha^a nuestros oídos los inaTüidlazos sobre el
hierro del que se forjará el porv'^nir. Es un li-
bro pictórico. Dá la sensación de que el anitor se
ha ■eanbriag'ado die color, c«n el cual ha imaginado
una fiesta bien latina, quemadla por el Sol y en la
que triunfa la púipura sangrienta, el azul del
mar y' los tonos voluptuosos y detonantes que ofre-
cen a laíJ pupilas frenétixíos juegos kaleidoscópi-
cos y estrepitosos mosaicos bizantinos. Pinta a
brochazos, sin detenenge en los detalles, no a la
■manera oífumada y' .pálida de Garriere sino con
él vigor luminoso dle Angladia. Vm las recons-
trucciones imaiginativas sobresale por los pasmo-
so visos de realidad que les preiita. Gusta condu-
cir la acción y ordeniairla de acuerdo con un fin
que la justifica. Aisí aparooe teatral pero resulta
taanbién sólido y completo. Su artiticiosidad acusa
una mano firme que kibora sin dnidar y que obe-
debe a los mandatos de un cerebro lúcido que ^-
be dondle va. Es la artifilciosidad de D'Espar-
bég, el de "La leyenda del águila", con el que
tiene puntos de comparación y de coinoiderucia .
En "Fuerza y Derecho" hay' ya un plan. Y
además del plan, mayor varied)ad, más serenidad,
menas pompa verbal. Ahí no está sólo el pintor,
el imipresionisíta : está también el crítico y apun-
ta gallardamente el pensador,, el doctrinario. Sus
semiíb lanzas de Zola, Remy de Gourmont, Baceelli,
Bergson, Kant, Le Bon, Guesde, ison maigníficos
bocetos, síntesis felices, precoosas miniaitiuras. Dis-
cute ahora ] rincipios directores y poniéudbse de
parte del Derecho hollado, sin caer en la ingenui-
' OP. UT. — 2
18 ALBERTO LASPLACKS
dad mortal de los pacifistas inflexibles, asalta con
fuertes y ágilas esioiiadrones la atalay'a del impe-
rialisino germano, diesldle la icnal hace una mueca
de egolatría deimente el rostro atoírmentado del
gran Federico. Pone frente a frente dos cultua*as,
la una agradaible, inquieta, ática, irrespetuosa y
brillante; lo otra pesada, llena de sufijciencia, pa-
ciente, erudita, dogmátiica. El gallo altivo d¡e cres-
ta roja en peripétuo «aibeceo, se enoresipa y aguza
sus largas y punzantes armas ante el empuje fé-
rreo del águila prusiana, miope y e^eroidál, acora-
íiada y lenta coaiio un ancJio paseante de la "Frie-
driohstrasse " Agorio defiende la causa latina
con una briosidad bien aoncriicana. Exaimina los
nuevos valoras naicidos con la guerrai, lo que no
le impide expurgar el rioo filón del pasado, al cual
redivi've en páginas inolvidabIe,s, sobire todb aque-
llas que sie refieren a la gran revolución liberta-
dora, cuj'as figuiras magmas desfilan como meteoros
enoegueeedoreSj rodeados de una ajureola de laica
santidiaid. Pasa ol cadalso, erguido como una lira
en un rincón húmedo de la plaza de la G-réve.
Pasan los sams-culottes, desastrados vengadores de
la larga miseria popufliar. Pasa Santerre, mons-
truo de alma cruel y sanguinaíria, infantil y bon-
d'aJdosa. Pasa Vajkny, la nueva Bouvines, la pre-
cursora de La Marne, envuelta en el polvo heroico
de una carga épica de los coraceors de Keiler-
mann. Pasa la Marsellesa, como un turbión de
energías delirante^, como una gigantesca y rítmi-
ca reapiracióin de la libertad. La Francia republi-
cana, dé la cual surgió como rico fruto el mundo
OPINIONES LITEBAEIAS 19
democrático moderno, se refleja entera en sus per-
filos más legendarios, en sus más gloriosas efeiné-
rides. Vienen despuét^ tres cuadros históri<ios de.
Ríusia, la vencedora de Carlos XII y die Napo-
león, los dos austeros capitanes que hicieron de la
guerra un sacerdocio y vivieron perpetuiamente
arrastradcis por ks toranentas que descncaideniai-
ron, quemándose al fin en síu luz, como lias inla-
riposas. Sigilen varios bocetos que bien puedJen
iniduirse en ''La Fragaia". Y termina el libro
con tres reconstrucciones maravillosas de las tres
batallas ded 1914: Obarleroi, La IMame y Flan-
des, que podrían fiígurar dignaímcnte al lad^o tíle
las descripciones imniortales de Stbendal y Hugo.
Completa) la maígnífica trilcgía. este fresco y se-
sudo volumen "La sombra de Europa". La evo-
lución d'e Agorio, de la imlpresión al concepto, se
•dibuja aiquí más rol^ista. El escritor no ha perdi-
do ningnma de las características sustariciale^ que
lo han dado perfiles propios. Es siempre el Ago-
rio nenáoso. brillante, inquieto, riquísimo Nal>ab
de palabras, henchido dte idleas imjpacientes por
cristalizarse en fra'ses. ideas que a menudo escapan
como una cuadiriga irrefrenable sobre la arena del
Circo. Pero un pligue de seridlealdl pone un en-
canto de madurez eu la cálida orgía de su imagi-
nación. El intercambio de ideas y la mirada curio-
sa y penetrante que dlcítáene sobre la gran trage-
dia, hacen pensar en una primera cana ennoblece-
dora y helada en el diamante intenso de una ne-
gra calbellera. La sonrisa palidece un moraoento
como un ritmo que calla, y asoma la interrogación
20 ALBERTO LASPLACES
muda como un fantasma que se dibuja apenas,
poro que exisite. Creeríase en ciertos momenitos ver
aparecer eseritas en fuego las pailabras fatí(iica.s
fiU)8 amargaron idfe diuda el banquete de Baltasar.
Buen americano, se interroga, Dleno de aJanira,
sobre la actitud die nuicstro j(A'en mundo frente a
la Europa agonizante e, injustamiente a mi parecer,
fustiga con irreapetnosa ironía a "Wiision por sns
indecisiones que no explica y lo inclurv'e en la
falange de los soñadores irresolutos, de los de-
miag'ügos utopistas. Esa preociupación por la
América Latina, es después del apuntado, el más
importante de los perfiles de "La Sombra de Eu-
ropa". Agorio isostiene la necesidhd de una uiüón
inmediata e íntima de esas naciones de origen
hispano, para alean/jaír s|u verdadeí^a autoaiomía,
no como una graciosa concesión de la^ grandes
potencias, isino como una derivación gallarda >'
natural de sii propia fiuerza. Inquiétalo la acti-
tud de los Estados Unidos uní', vez que finalice la
guerra y que entonces, "Cuaindo tewnine la pe-
sadilla universal, cuando se dnsipe la sofmbra de
Europa, diez millones de guerreros nos contem-
plarán con o jas voraces. Legiones de soldiados, a
quienes la contienda europea habrá hecho sobrios
y vigorosios, buscarán en las riquezas apenas des-
floradas de South América un eampo esipléudido
para el ejercáeio d<? sus virtudes".
No comparto en forma alguna ese temor, esa
prevención a la que no hallo basie, sobre todo tra-
tándose de una democi''acia., maestra en Derecho,
euiya intervención en la guerra en nombre de
OPINIONES LITER.^IAS 21
sagrados principios ideológicos apu-estos a béli-
cas demencias y' a aA'entuiias imperialistas conisti-
Uiye nna garantía die su coiidnieta futura y un
laurel de gloria inniacailada que nadie le podrá
arrebatar. Un exceso de celo lleva a A gordo a pro-
nunciar es.as palaibras opuestas a la realidad de
las cosas y' a los acontecimientos que se anuncian
para el porv^enár. Nuestras naciones aanericanas,
fieles a los principias sustanciales die la solicHari-
dad continental, nada deban temer para el futuro
de la gigantc^sica naei<>n del Norte, y sostengo con
Lugones que "el panaimen'icanisiino carece de sig-
nifioación sin los Estados Unidios, qiuie representan
en América la realizaición del dereciho a la inde-
pendencia y el triunfo de la democracia " . En
cambio, estoy de acuerdo con Agorio caiandto afir-
ma que es necesario nivelar el formidable abismo
que existe entre el estanoamicnto criollo y' la ci-
vilización ang'loaimericana. Nue|gtra Amérioa^es-
pañola debe colocarse a la altura de la época que
amanece para ser digna d'e ella, y para oeujpar en
el mundo un sitio de honor y un puesto de van-
guaiidia.
Agorio es ya una soberbia realidad en el escuá-
lido oíaimpo de nuestras letras, implacablemente
reducido en estos últimos añas a su mínima ex-
presión por la muerte de Herrera y Reiissig, Del-
mira Agustini, Florencio Sánchez, Eimesto Herre-
ra y José Enrique Rodó. Todos los homena.jes
quio se hagan a áu bello talento los tiene ine-
reciidlos. Estamos acostumbrados a los honores
postumos como si no les perdonáraanos a los gran-
1*2 ALBERTO LASPLACES
des hombros la cialidad ée serlo sino a precio de
su vida. Hay que reaccionar. El ejeiniplo nos vie-
ne esta vez, — como tantas otras, — de afuera.
Debe halagarnos a todos los uruiguiay'os la distin-
ción hecha a Agorio por la "Gnens de Lettres".
Poseemos en él un verdadero escritor en ol sentido
moderno e integral elle la palabra. Pasaron los
tiempos on que el literato era un señor áe una
ignorancia ejemplar que elucubraba largas dis-
gresiones imaginativas sobre temías triviales. De
ahí que literatura signitioara banaiidlad, smperfi-
ciailidad, retórica. Qu'üdan aún algunos ejempla-
res de esa fauna que se agitan vanamente en el
vacío a la caza de una popularidad diesdieñosa . . .
En estos tiempos die luciha apasionadla, tiempos de
transición entre dos épocas sólidas, las primeras
condiciones impuestas al escritor son la de la cul-
tuira intensa, la del gusto depurado y la del aus-
tero perfeccionamiento diarfio. Y anas inteirei^an
los que más se interesan por la vida misma y des-
cienden 'hasta el estiércol para arreibatarle su oix)
puro. De esa legión, a la que .pertenece Agorio, co-
mentarista apasionado de la vida liumana en sus
grandes aspectos colectivos, saldrán la/J grandes
normas orientadoras del presente y las generosas
hipótesis, robusta^^ plasmadoras del porvenir!
Agosto de 1917.
José Pedro Belláii
(1)
José Pedro Bellán no es sólo un desconocido para
nuestro gran públicQ, — gran, en el sentido numé-
rico, — el eual se encuentra inoapacitado para ele-
gir sus manjares literarios, sino que tamipooo es
familiar en nuestro reducido mundo de las letras,
a pesar de que hace vairios años que escribe y que
tiene en su haber — antas que el presente — dos
libros de indisiflutible mérito: "Amor", un drama
raro e intenso y "Huerco", .historia^ fantásticas.
Débese esto a la vida aislada, casi misiamtrópica,
que hace este escritor a quien hastían icasd todos
los espectáculos que non placen a los más. Siente,
como Ili'ien, la necesidad de estar solo, exaspe-
rado por la tri\'ialidad de los homibres de cuyas
luchas y miserias no es anas que un distraído espec-
tador. Cánsale rqpuMón la ^opuilaridad, fácil glo-
rióla, y no quiere desperdigar su vida gastámdola
en roces continuos con loi otros homb'res. Quiere
reconicentrarla ipara gfustarla len toda su €(goísta in-
tensidad, como un avaro su tesoro, como un ena-
morado su bien. De ahí que escriba simplemente
por necesidad p.s'íquica, como todos los verdaderos
(1) Este artículo figura como prólogo del libro «Doñarr!vmona>, de José
P. Bellán.
24 ALBERTO LASPLACES
artistas y no por vanidad cerno lo hacen uiuolios
arri\'istas, esclavOvS del ansia d(; figurar a cualquier
precio. Impresos sus libros, no se preocupó ma-
yormente por >siu éxito dte librería, ni corrió de-
trás de los periodista rajenciganido sueltos elogio-
sos, ni dirigió djediicatorias hipócritas y acarame-
ladas. Como nunca frecuentó icenácuilos literarios
tampoco tiene de esos amiígos tpara todos los usoí^,
de esos amigofí que ayudan a suibir en comandita
poniendo en (práctica el principio de la soli<l!aridad
y haciendo áonar ruidosamente, venga bien o no,
el 'parelie sonoro idel boimbo Jiniíuo.
Todo ello no es óbice pnra que Biellán posea un
bello talento y positiva/! y sólidas cualidades die es-
critor. Tanto en sus dramas como en sus cuentos —
foraiaá en quje lia preferido hasta albora verter su
inquietud — acusa un temiperamento original y fuer-
te, alimentado por bien exltt-añas alegorías. Su pri-
mer libro de cuentos, ' ' Huerco ' ', seduce y dei^rien-
ta al mismo tiempo. Trátase de una obra exceipcio-
nal en nuestro ambiente, poa* la rareza de sus na-
rraciones atomientadias, producto d'e violentas y
frecuentes pesadillas mentales. Habría que ir a
Poe y Maupas^ant para encontrar escenas seme-
jante!, en las louailes intendene miuicihias veces la fa-
talidad omnipotente y oscura y bailan su danza
maicabra los fajntasttnas de la neurosis. La impresión
es rara porque no es normal ni vulgar, porque pro-
fundiza y hiere y porque abre en el fondo de todas
las almias vastos y siniestros abismo? que en vano
tratamos de colmaír con rosas o de cegar con fáci-
les músicas que encantan el oído. Los cuentos de
OPINIONES LITERARIAS 25
Bellán son todos de exjcepoión y describen con ex-
traordinaria eñcacia, sombríos estados de conicien-
cia que reclainan ser diasificadosí dentro de los do-
minios de la psúquialría. Por írnediio de ellos, el autoir
demuestra una emotividad delieadísimia, presta a
vibrar al menor roce, una tendencia natural e irre-
sistible haeia las dolorosas ir-trosipeocionjes que per-
miten explorar hasta las más intrincadas brurnaá
psicológicas, — vselva osiciura. — "Huerco" tiene
pocos cuentos, tretóe, número simíbólico, pero todo3
selectos y emocionantes. A ti-avés die ellos aparece
la vida con un (peirfil mury' distinto a como la vemos
generalmente. Un manto de^olador pone una ne-
grura sobre cada celaje, una espina soíbre cada ro-
sa. Son earficteres humanos, sin ningún velo gene-
roso, sin ninguna curva que esfume la agresividad
de los ángulos. Sobre esas energías desibooadas e
irrespon&'íi})les no hay vestigios de la hueilla de la
educación ni del ambiente. Se mue^itran en toda su
temblorosa dlebilidad eamo un cuerpo deforme qne
se hubiera despojado de las bellar> vestiduras que
lo hacían aceptal^le y se nos ofrecen en toda su es-
pantosa y repulsiva desnudez. El pesimismo im-
placable aprieta coíiujo la lotía a la boca desdlenlada
del sepulcro. A veces um relámpago de ironía, bri-
lla como una pineelada excéntrica. Primorosos en
ese orden son los cuentos "No se sabe cómo"...
y "Perfiles de maridos". Las idiemás uatrraicioneG
pintan estados de alma abstrusos' y complicadoi? en
los cuales domina una angustia profunda que pa-
rece buscar en el fondo del misterio el temblor más
hondo que pueda soportar íSii; quebrarse el alma
2() ALBERTO LASPLACES
liiiiniana. Dos cuentos, "Yermo" y "Un suicidio"
dan la. nota álgida en esa agria literatura quie pa-
i^ece ser la carácter ítitica de eáte escritor, acusando
en él un tenipieraiinento anormal agitaidb continua-
mente por hondas temtpestades íntimas. Rebelase a
través de dolorosos anonóíogos. contra lat"^ fuerzas
ocultas que privan a su insaciable síed de ideal su-
perior las sendaá escondidas que conducien a lais
fuentes eternas. La muerte y la vida se dan un
abrazo estreobo y se miran cara a cara oomo bue-
naiS ioómplices. Un subjetivismo ipoderoso siean-
pre despierto y vigilante, que podríamos diefinir
como una mirada fija y penetrante vuelta total-
mente hacia el interior, favorece tal tendencia en
este sombrío perseguidor de e>pectroá que -en el
fondo no es otra cosa que un almia clara y diáfana
que se sorprende ingenuamente de que la razón de
las eosas no se eneaientre como ujna flor al aleamce
de la mano que la ansia.
"Doñarramona", ensiayo de novela, tiene un
plan distinto y parece haber seguido, en efecto,
otro ca/mino. Pero no. E/He poema de la miseria in-
telectual de una fannilia taai parecida a muchafi
otraá familias, está dentro, por completo, de la
concepción virtual que de la reaüidaidl tiene Bellán.
" DoñaiTamona " es una sátira sanigrienta que deja
el ánimo derrotado y sin fe. Esos seres que viven
sin vivir, apretujados entre las rejas de las venta-
nas de su caserón colonial y triste: que sienten
vergüenza de suá lacras irredimibles pero que se
conuprenden desarmados contra ellas; esos seres
que pisan sin idlespertar un rumor, como sombras
OPINIONES LITLRARLVS 27
en la nave de una iglerfla desierta ; que hiablan sin
levantar la voz, temerosos dei eco de suá propias
palabras, sin una sola aspiración que paieda disciul-
parlos, hacen el efieeto de una pesadilla sin desean-
so, de una maldición sin olvido. Esa Doñarramona
que cruza el océano, se sienta a la nier^a en su nueva
ea&'a como si fuera su puesto designado de anteaiíano.
La mirada que dlirige a los que componen la fami-
lia a la que se agrega, es una mirada de tranquila
confianza : aqní estoy bien, se dioe. Y en efeeito ; ese
es su sitio. No es una distinta, es una más. Cuando
se la anuncia, un escándalo quiere condensarse en
aquel ambiente, inmóvil como un pantano. Pero
cuando llega, nada parece haber cambiado, nada se
ha roto. Trae de España alguna exterioridad reli-
gio&'a, rezos a hora fija, vanas aparatosidadies. Todo
ello no hace más que encubrii' una voluptuosidad
impetuoisa que contagia inmediatamente a todos
los demás con fresco olor de carne madura y sana
que no quiere malograrse en castidades monstruo-
sas. En apariencia, diespués de un instante de sen-
sación, todo vuelve a sJu cauco, todo sigue pasando
adlí como si no ipa'íara nada, y los días ruedan igua-
les, unos detrás de otros, como las cuentas de un
rosario entre unos dedos cansados. Cuenta pensar
que haya quien viva así, tan sJin objeto, sin varie-
dad, sin armonía. El autor ha recargado las tintas
.sin darse cuenta, sugestionado por la misma basu-
ra humana que expone .v revuelve. Se ensaña en
personajes tan desespeiradamente insignificantes y'
parece sentir un placer en acumuLar sobre ellos
fealdad tras fealdad. Otro hubiera pavsado por alto
28 ALBERTO LASPLACES
mhre tanta miseria repulsiva. Bellán no; se detie-
ne en esos pedazos de carne, en las cuales se l>ufí-
cai'á inútilmente una cihispa de injteligenjcia, de ge-
nerosidad, de saeriíicia. Hacie que se esfpíen los unos
a los otros, felices en el malssno gusto d'e ooinpro-
1)31' las debilidades ajenas. Y cuando las haai' com-
probaidlo, se sienten ta:^nquilos y solidarios, satisíe-
chod de ello, dichosos de poder justificar la propia
falta en la existencia de las faltas de los demás.
Espoleíaidas ipor una isexuialidad sin ninigún encan-
to, producto qiiizás de la hipocresía y de la sordi-
dez de S!Us vildlas, laa injujeres, — míenos la. menor,
Dolores, que áe lihertla, — son míseros harapos
consumidas por fieltros eróticas. Una bestialidad
morbosa parece ser lo único iciapaz de estremierlas
en espaísmos continuos, dándoles una enfermiza
ilusión de vida. Un folletín pornográfico basta para
removea* la podredujmjbire en una, mientras que la
otra no tiene más que un pen&'amiento obsesionan-
te y lujurioso: ¡si m'e huibier? casado! En miedio
de ellas se mueve sdlencáosamente ese Alfonso, hom-
bre de largáis barbas ya, pero quie no ha conocidlo
aún caricia alguna de mujier. Eis un ser pausadio,
casi invisible, sin brío, cuya única vajronilidad pa-
recen ser es^as barbas que ise acaricia a mienudo en
sus frecuentes instante irresolutos. Doñan*amona
trae al principio un poco de bullicio en aquel am-
liiente sordo y ifrío. Introduce un poco de economía
en los gastos diarios del hogar, pronuncia algunas
pailabras. Pero poco a poco, cwno saturada ipor la
pesadez de la atmósfera, que la rodea, se convierte
en un fantasma coano loa otros, que cruza las habi-
OPINIONES LITERARUS 29
tai-ioues sin ha-cer el menor ruido, sin dejar ningu-
na huella (lie vida detrás de sus pajsos. Ella, que
viene die España a oausia de la persiecución franca-
mente decidida de \vn aiiozalbete que ansia su car-
ne, siente que poco a poco la domina la voluptuai-
dad y Uegia a enti'egarse en silencio, como todo lo
qiue suoede entre taleá seres, sin una protesta, sin
experimentar el menor plater, .sin conciencia d^el
acto que realiza. Una especie de fatalidad aplasta
y doTuina a todos esos personajes sin voluntad;
una faítalidad sin poesía y sin grandeza que repug-
na sin emocionar, (i'Ue entiistece sin estremiecemos
lo más mínimo. Parecen enf'endrados/ para dejar
una bruma grasicnta ante nuestros ojos, una des-
agradable acritiud en nu/estro paladar, una eco dis-
foiTiie y áspero en nuestro oídos.
" Doñarramona ", ¿es reali'dhd? En Bellán triun-
fa el subjetivo, orandipotentemonte. Por mucho que
pai'ezca realista en esta- narración, no lo es muiclio
más allá de las fantasniíagorías* de "Huerco". No
si^e a sus personajes: haice que elloB obedeziean a
su ix^nsamiento, aunque esto los falsee y los vio-
lente. Acumula sobre ellos toda una montañía de
desdén y los liaee mon&*truosos y siubhumanos a
fuerza de exa.gerar .sus lacras, artificiosos por mu-
cho quererlos verdaderos. La obra no termina, y' se
ve bien claramente que la última escena, la capital,
es la obira misma y que el autor no ha hecho más
que empujar sus personajes a ese epÍÉJodio desde
la*s primeras páginas, como quien empuja piedras
a un pozo. Tanto se ha obsesionado con esta fina-
lidad, que olvida en aibsoluto el estilo, ese fresco
30 ALBERTO LASPLACES
rqpaJG ée las ücUeas que costaba a Flaiiibert comba-
tes interminables y victoriosos, que agotó a Julio
de Goncourt y que el inásimo Zola preofcupaba has-
ta el punto de hacerlo modificaí' muchas vecep euair-
tillas emiteras. El lenguaje es desaliñado e inarmó-
nico a menudo, falto de griacia, que es un ritmo
vi'brante que arifitocratiza todo, que es como el alma
misma de la belle2sai, y cuya iposes'ión dio a los j2:rie-
gos el ce:tro eterno en los campos diel arte con los
diálogos alados idle Platón, los verbos inmortales de
Homero y' la estatuas esbeltas de Praxíteles, No
hay en Bellán el amor por la frase pulida y' armo-
niosa que da un encanto niusíical y sustancioso a la
expresión del pensiamiento por medio de la pala-
bra. Conozco su imiodo de .producir y sé que jamás
retoca lo escrito, lo ciual es, sin duda, uma grave
ifaltia que esterilizará muchos de sus esfuerzos. Un
argumento lo atormenta largo tiemipo, lo preoeuipa,
lo absorbe, lo miartiriza; vive hundido en él, no por
voluntad sino a pesar de su \')oluntad. Pero a me-
dida que lo vierte en el papel, va apartándose de
lo que ha escrito como si esa fijeza que dají las le-
tra/? señalara para él una verdadera (muerte. Pier-
de todo interés ante su,« ojo«, un personaje que lo
sugestionaba en el petríodo germinativo y que aho-
ra habla y acciona rígidiannente en las cuartillas en
que lo ha inmovilizsado. Ni sáquiera intenta modi-
ficarlo, ampliarlo, corregirlo. No. Le toma una es-
píetele de espanto invencible, lo aborrece cordial-
mente. Con lo cual el personaje queda inmultable
con tod!aí> las fallas con que lo dibujó en el primer
diseño que no retocará jamás. Es ouriosia esta incii-
OPINIONES LITERARIAS 31
d'encia en un escritor que se desliga de su produc-
ción y'a fija coano si no sintiera por ella el amor
d^el padre por el vástaigo, del artista por su erei-
tura.
Belláo es, además de un cuentista excelente, un
dramaturgo de primera fuerza. Su drama ^'Amor",
un drama de acción y no de palaibras, así lo prue-
ba, y así lo prueban taenbién otros diramas que
tiene concluidos y que arrancarán el aplaiiso de los
entendidos así como se reprepcnten. S*u prodiuc«ión
en este aspecto tiene, como en los demás, una ori-
ginalidad profunda. Desdeñando, o no estando
conformado para abordar el dramiia de cx^tumbres
o el regional o el dte crítica social, se mueve in«iu-
perablemente en los catacliííiios paisioíniales que
arrastran a las almas como míseras marionetas obe-
dientes en un todo a la presión de una mano iaQ^á-
sible. No aborda sino casos de excepción, y aquí
tampoco sus personajes son reales, porque ^n con-
densaciones de realidad. Huye de los espectáculos
vulgares de la vida diaria que inspiran el teatro
de Florencio Sánchez, insuperable pintor de cos-
tumbres. Su subjetivismo se impone en ^s dra-
mas más diespóticamente quizás que en sus cuentos
y sus personajes están sieanpre atormentados por
ansiaá irredimibles, marchan doblegados por fata-
lismos incompasií\ios, aplastados por fallos irrevo-
calbles. Nb son hombres ni mujeres esos que se mue-
ven sobre la escena en plena acción : son .pasiones
anidadas en cuerpos somnámbulos, incapaloes de re-
accionar contra la maldición que los aniquila, im-
potentes para deshacer el afbrazo que los ahoga. Al-
32 ALBERTO LASPLACES
guna ve?:, aquí también, un ipequeño y audaz rayo
de sol apuñalea tanta .somibra y se ve sai luz brillante
y efímera, pero es sólo por ur, insitante, oonio para
hacer más espesas aún las tiniebla;í que lo rodean.
Todo lo demás — característica de la obra dfe Belláai,
— es atormentado y sombrío, cuando no, como en
" Doñarraraona ", repugnante y desconsolador.
1918.
Ernesto llenera
En Ernesto Herrera todo fué extraordinario :
su a,'^pe«to, su vida, &'u obra, su aania, su fin en el
lecho de un hospital ide tuibereulosos eoimo en los
tiempos de ^Iiirger, sus alocadas aventuras y siu
buen huimor inalterable. En aouel muichacho raquí-
tico y encon'^ado, pálido y' sonriente que t^nía un
chiste icle buena ley en medio de un ataque asmá-
tico que ca-íi le privalba la respiración; en aquel
peregrino que se em]>a,rieó para Esípaña sin al)o-
nar pacaje, coi ) los clásicos etmig'rantes y que
eonqudstó de i mediato a los pasajeros y el capi-
tán del barco: "que me ba3<) en Río de Janeiro
dándomje plata para que pudiera seguir el viaje
eu otra nave"; en aquel bohejnio incorregible que
usufruetaba un pequeño puesto público y no iba
sino a cobrar, hasta que lo desitítuyerooi ; que se
aburría en IMionte^'áidieo, en Meló, en Buenos Aires,
en Barcelona, en Madrid : que no podía ni s'abía
estar quieto, y sólo unos meses antes de morir
cuando quizá no le quedaba ya ninguna esperanza
en la vida nos dijo: ''me voy a casar". En aquel
hablador ingenioso que presidía por la jerarquía
OP. LIT.— 3
34 ALBERTO LASPLACES
de SU frase nuestras inolvidaliles nocihcs de litera-
tura, había un personaje de otra edad, un tipo de
novela roiaántiea, una sombra encapada de urna
níQ'ia del Café IMotiuius, un ejemplar, ya ineonxjebi-
ble en nuestra época, de hombre despreocupado y
generaso, totalmente diefíeoinceedor de las verdades
objetivas que nos aban a la mayoría, b-ieoí a pesar
nuestro, al potro inexorable de la realidad. Un
día cayó en nuestro oenáculo que cíonspiralba una
reiviiita literariia, aquella "Bohemia" de 1908, ((ue
fundamos con Julio Alberto Lista, Orosimán JMo-
ratoiio, Ángel Falco, Alberto Matoció y' Leoncio
Lasjío de la Vega, y nos sugestionó desde el primer
instante. De inmediato sie esla'bleeió una sinnpatía
profunda qoie duró hasta su nnucrte. Para el pri-
mer número. Herrera nos di J unos quint-etos trági-
cos, ¡ ¡ trágieosü, en que síiK^na un disipare a me-
dia noche, natuiralmiente al finail de la composición.
Pero en el segundo número de "Bohemia" apare-
ció firmadlo por su psíeuidónimo, "Gninesillo de Pa-
saanonte", ^i primer artíiculo sobre los "Temi-
bles" en el cual estaiba ya íntegro lo más intere-
sante de su personialidad literaria: sais dotes bri-
llantÍRÍmas de escritor satírico. Oofmo siempre, co-
mienza por reírse de sí mismo, de su aprna: "Gine-
sillo de Pasamonte" es asmático. ¿Tienen ustedes
algo que recetar? Bien sé yo que no es el asma lo
que más molesta. Andar por esiais calles remedan-
do el fú-fú dte los aiuitomóviks, agustanldb a la/? bes-
tias y llamando la atención a los cristianos, tiene
SÜ5 bemoles, pero eso oo es lo peo^r, ¡isi fuera eso
sólo ! ¡ Pobrecito ! dicen las viejas compadecidas al
OPINIONES LITERABIAS 35
verme tan ílaco y tan feo ... y y'a con eso : pero
luire, todo tiene remedio. El finadito de mi abuelo,
— que Dios lo tengia en su santa gloria, — tani-
bií^n Éíufría, pero se aliViaha con el remedio del
perro pelado ... ¿ no ha heelio U(S.ted la prueba ? . . . "
En este primer temible, el "recetador", la risa
de Herrerita suda sangre. Bajo su carcajada se es-
conde una eivipina que lo punza hasta ei fondo. Un
Lepardi maldeciría todo. El, maldice también pero
m tono de broma, y ridieulizándolos se venga de
los demás que lo la-stiman coi. su lástima. ¿Habrá
tenido la culpa su enferniedad dte lo agresivo die
úu. obra, de 3u rebeldía, de su inada.ptaición al am-
biente, de su espíimtai de erítiea y de mordacidad?
Posiblemente. INIás de lo que parece el estado fisio-
lógico interviene en la olira die los artistas. En los
nocturno^ de Choípín y en las teorías de Guyau,
¿no hay' algo de la inefajble transparencia, de la
dulzura romántica, de la divina resignación de los
tísicos? En los cuentos de Poe, ¿no hace gestos in-
comiprensibles el demente y el ebrio? Em las no-
volas de Zola, ¿no palpita la robustez integral del
búfalo nefractairio al anaerobio? En "Ohilde-Híi-
rold" y "Don Juan", ¿no se trai^arenta la in-
com'pasiva cojera de Byrom, provocadora iclle tem-
pestuosos estados de ánimo? Herrerita era asimá-
tioo de nacimiento: "es la úniíea herencia que me
han dejado", decía. ¿Ohiste o queja? Verdad, e^to
sí, verdad. Falta de otros que él pagó con su vida
y con fm muerte, con lau vida aitormentada y nove-
lesca y con su muerte temprana e injusta en plena
opulencia eerebrail.
36 ALBERTO LASPLACES
En 1910, vtiielto por primera vez die Euiropa y'
América, después de nn viaje que fué una verda-
dera y lainentalfjle odisea, publicó en ^Melo, — Ca-
siano iMonej^al fué el Nabab, — su primer y único
libro de cuentos. Lo llamó "Su majestad el ham-
bre", y como subtítaüo: ''Cuentos bi-ntales". Son
eáo, cuentos brutales, en donde hay hamibre, deses-
peración, imbecilidad. Traducen un pesimismo la-
cerante y a traivés de ellos se dibujo la vidia como
una serie de muecias horribles sobre un fondo ttrá-
gico y sombrío. Rafael Barret, el incomiparable, es-
cribió urnas palabras de prólogo en la« que dice:
"Ernesto Herrera es un inadaptado típico. Lo
rápido y copioso de las comunicaiciones y de la pu-
Micidiad, y lasí eostuimbres diemocmtioas, nos ponen
en contacto diario con todas las infamias y con
todos los horrores del planeta. Por otra parte, a
miedida que el nivel moral agoienidle y la socied«d
se depura. &! ansia de justicia se vuelve más in-
transigente, aniás exasiperada, más dolorosa. A me-
dida que nos hacemos' más perfeotos se hace más
lúcida y más cruel la visión de la inmensidad que
nos falta. Agregúense a estos factores generales, en
E>mesto Herrera, el heoho capital dle haber vivido
la miseria, de haber conocido las per?¡ecuciones, el
abandiono, la congo jia. y nos expilicaremos que dfe
la pluma ingenua todavía de este adolescente bro-
ten frases que sangran". Los cuentos de Herre-
rita son un verdadero proceso de la sociedad ac-
tual tal como él la, vio, como se manifestó a sus
ojos implacables llenos de justo reoicor. Pol)reza
moral, bajos instintos, degeneraciones mal disfra-
OPINIONES LITI'RARIAS 37
zadas bajo cofituanbires hipócritaéJ, egoismos bruta-
les, prejuicios cine pesan como losas sobre cadáve-
res que andan, ricaclios que estiman en mucho
más la vida idle un animal que la die un semejan-
te, etc. Todo eso salpimentado por una sátira agu-
da, siempre en guardia, que no perdona detalle y'
hi<3irie allí donde saibe que la llaga ^erá mortal, lla-
ga que desgarra después con una especie de friiic-
ción neurasténica. Ni un rayo de sol, ni una bon-
dad que juistifique tanta miseria, ni un justo que
retiima tanto pecadior!
Los cuentos de Herrerita soü bastante .ingenuos,
—ya lo hace notar Barret, — producto de su edad,
de su inexperiencia y de su subgetivislmo omnipo-
tente. Poco a poco, su cerebro fué madurando y
descubrió .sus condiciones de diramiaturgo. Una
tarde triste y lluvicsa de sepitiembre elle 1910 asis-
tíamos al estreno de "El Estanque", su primer
drama en tres actos, en un niial síaión en el que se
amoiitonabau dos o trescientas silla"^ y bautizado
con el pomipaso nombre de "Coliseo Florida".
Aquel primer estreno fué su primer gran éxito. La
obra gustó e impus'o por medio de la crítica el nom-
bre triunfante del bohemio. Desde aquel día pudo
haber cambiado su género de vidja, ordenairla, en-
cauzairla en vista de una iproducción ums intensa,
de su s'alud cada día más quebrantada. No lo hizo.
Pero siguió escribiendo exclusivamente para el
teatro. Vinieron después "El León Ciego", estre-
nado ipor Arellano en Cibils; "La moral de mii^ia
Paca", por Rosario Pino en Soliis; "Mala Lay'a"
en el Teatro Nacional; "El Caballo del Comisa-
ALBERTO LASPLACES
rio" en Buenos Aires, y "El pan amargo" en Ma-
drid, más tarde. Al morir, dejó inconclusa "Las
ñeras", tragedia que s>u;ponía su o>bra más per-
f oota .
De todo lo que esieribió Ernesto Herrera, una
sola o))ra le sobrevivirá, una sola impedirá qu'e su
nomibre se hunda en el olvido Ev3 "El León Cie-
go". ¿Cuántos escritores fecundos podrán decir lo
mismo? Después de Floren'cic Sánchez y Koberto
Payró, ningún dramiaiturgo ríoplantense ha produ-
cido todavía nada camparahlc a ese draina intenso
y forraidlable en que eábá simbolizada en rasgos im-
perecederos teda una época idie la vida de nues-
tro pueblo. Tengo para mi que Herrera nunca
acertó a apreciar plenamente el valor die su obra,
en la cual hary elementos distintos a los de las de-
más. Ninguna presienta su eontextuT'a robusta y ar-
moniosa, su belleza, ni su verdad. Por lo general en
todos «US escritos' está demaidaido presente su pro-
pia pereona, su subjetivismo poderoíío y dominan-
te. Semejante fuerza, no coutrolaidla por una sa-'
bia y eficaz disciplina, malogró mjuchos de sus in-
tentos, introduciendo en suis planes lo artificiosa:
y lo inaceptaible. "El Estanque" es un melodnamí;
sentiimentail en el que la verdad está dolorosaimen
te violentada "La ¡moral de ]\Iisia Paca" es uní?
comedia indecisa, contradictoria, aburrida en mu
ehos casos sino en todos. Se 'destaca, eso s'i, er
cualquiera 'dIe ellas, soherananiente, el dramaturgo
— teenioamente hablando, — e! ha.l)ilÍ8Ímo maneja
dor de fantoches, el millomario de reeuirsos, el ora
dor oportuno que prepaim emioeionantes finales d
Opiniones literarias 39
i acto que extreanecien ¡al ipúblicc y le arraiiican su
aiplauso espontáneo e irrefrenable. Pero eso no es'
todo. Debe haber algo más dentro del vaso. ¿ Quién
■para fabricar esoonas eomo aquel feícundísinio fo-
lletinista de las tabla-; que se llajinió Victorien iSiair-
do"U ? ¿ Y qué son sus obras al lado de las inefabi-
lidades die "Pelean et IMielis-aindre" o die "La cóltá
nuorta"? En teatro, el efectismo es siempre vm re-
curso y Ernesto Herrera fué siempre un idrania-
turgo que dio dema'siada importancia al efectismo,
es decir, a la teatralidad entendida len isiu peor sen-
tiidlo. Algunos erítieos de ocasión no Siupieron de-
cir de él otra cosa que "era un segamdo Florencio
Sánchez", que eá un moidb cc-mo cualquier oitro de
da.r a ooniprender que no se ha entendido nada.
No hay cosas más distintas que el teatro de Sán-
chez y el de Eniesto Herrera. Aquiél, era un ob-
servador portentoso, un objetivo; síus obras admi-
ran por ^íu realidad, por su similitud' con la vida.
En Herrera todo es siubgetivo, impresionante; ope-
ra con la realidaid) pero la retuerce, la amioida a su
peiLsíamiento y sus pensonajes y'& no son persoinajes;
son símbolos cuando eoaiio en "El León Ciego" al-
canzan la grandeza necesaria, pero no son más que
sombras cuando no llegan a tal ailtura. Hay un tea-
tro que no presenta sino admas desnudas. Todo el
secreto de Shakespeare y Moliere no está (sino en
eso. El teatro que mueve símbolosí, es menos hu-
miano pero es más grandioso. Sálvanlo Esquilo, Cor-
neille, Ibsen, IMaetterlinck. El símibolo debe tocar
laisi fronteras de la saiiblimidad, sino no es más que
caricatura. Herrera estaba conformado, esencial-
40 ALBERTO LASPLACES
memte, para ese ramo de la dramaturgia, pero lo
malogró, en gran pairte, su creencia dte que era un
oteervador, dte que tenía una visión exacta dé
lasí cosas. ]\íallgastó jinidio de su gran talento por
e3a senda equivocada, empefu'mdose en ser lo que
no era. No fué nuncia ni uin estudioso ni un oom-
prensivo. Vivió siemipre víetáma de una interpre-
tación original de las cosas y no detiuvo jamás urna
mirada lenta en la gran mianea q.uie le podía dar
■materiales tan ricas a sus creaciones. Escribió por
impubo, por pura dinámiea interior, exelu&'iva-
miente, sin deteneirsie a comprobar (pie clasie de re-
laciones había entre sus fiíbulas y la verdad Per-
maneció siempre al margien de la vida haciéndose
la iluBÍón de que se haülalba en su centro. Dio la
palabra a fantiasanas creyendo qine eran seres de
carne y' hueso. Desconoció as'í, como mucJior, es-
critores, el valor real de su obra y no acertó a ex-
traer de sus campos toda la riqueza de que ellos
desbordJaban, en opulenta, f eeundiJdiaid .
"El León Ciego", salva a Ernesto Herrera, y
lo coloca miuy merecidaanente a la cabeza de nues-
tra dramaturigia. Vale más una aola obra superior
que cien mediocires. ]\lJuehos e^crit/xpeo persiisten en
la memoria de los homhres por la ¡magia inmortal
de un solo libro: Cervantes IMilton, Becquer, He-
redia, Amiel, Montaigne. La temprana desaparición
de Herrera impidió que añaidiera. a aquellas otras
obras maestras que seguramente hubiera produci-
do. Pero no poblemos juzgar su persomalidad lite-
raria sino por lo que realiaó, por lo que de sui ev
píritu queda. Y ella; reposa, enteramente, sobre ese
OPINIONES LITERARIAS 41
drama en el cual hay un soplo de divinidad, un
extremociniiento de tragedia lieléniíca, un relám-
pago de genio que llega hasta los lindes del miste-
rio sus^taneial. Que fué obra incoaisciente, como por
lo general lo es toda obra superior, lo prueba el
hecho de que no fuietna "El León ciego" la obra
preferida por Ilerrerita y que ésíbe se pronunciara
por lo común respecto a elña en una forma miuy
(Mstinta a como se lo miereeía Pero este detalle no
puede interesar. "El León ciego" luchará ipor su
nombre mucho tiempo. Alfonso Quijano el bueno,
¿no está, aioaso, dando lanzadas todavía par Ce(r-
vantes, mientras Pensiles y Seguismunda yacen en
el más ilevantabLe de los olvidos?
' ' Eil León ciego " no e« ujn draima individual : es
un drama nacional. En él está conioretaido mejor
que en ningiiina otra obra de teatro entre laá que
conozco, un estado de espíritu colectivo dle nuestro
pueblo uruguayo. Es, pues, una obra simbólica,
poiYiue sin detenerse en ainiálisis psicodógicois ni en
tramas sentimentales expone en el coronel Guiraer-
sindo, — el "león ciego", — al representante de
una serie de generaciones camperas* para las cuales
el guerrear por el cintillo fué la única preocupa-
ción y gloria. Es un drama sociológico porque eon-
denisa en unas cuantíis escenas hiabilmente hiladas,
un asipecto de nu-estra semicávilización criolla, poco
aipta a las luchas por el progreso y presta siempre
a la eXiposición del coraje pers'onal. Hay casi un
siglo de muestra lamentable historia de pueblo li-
bre en ese hombre, 'caído en desgracia ahora, y que
se ha atraído la repulga pública por haber diego-
42 .'LnERTO LASPLACES
liado unos prisioneros. Producto de su aanbiente,
el cual lo ha TOare.ado con su sello inexorable, — a
la manera de T^aine, — justifícase con estes frases
de p<rofundo ;ajlcanice: "Den<le que teaiía catorce
años que ando metido en estáis cosas. El finan tatia
fué el primero que me llevó a la guerra. ¡Y quie-
ren que uno se avergüencie de haber matado eoowo
homlbre ! ¡ Qué lo niegue ! ¡, Pero cómo lo va a ne-
gar uno ? i Si e? t^do su ongullo, toda su cencia, si
es pa lo único que ha servido uno en toda su. perra
vida! Si es el destino de criollo, achurar o que lo
achuren. Así murió mi tata, y mis hermanos los
cuatro y' hasta m'hijo". Y cuando sorprenld'e su
lanza en manos de su nieto, su indignación revien-
ta y entre otras cosas dice uixa frase que e> una
maravilla de síntesis: — "Un arma que jué el lujo
de mi finau tata ; que hace mlás ;dje caen años no sa-
be lo que es andar al ñudo ! Un arma que si su-
piera hialblar, te contaría de painta, a punta la his-
toria de este ipaís". Esa lanza aidlquiere así una
significación .simbólica y de una simple arma pasa
a ser un blasón representativo. Llega a las propor-
ciones de aquella Durandal que anovían los brazos
robu&'tios del fiero Rolando, y recuerda la clava de
Thor, prestigiada por fantásticais hazaña.'?. Gu-
mersindo no puede admitir que esia arma sagrada
en la que vacía toda su ipersonalidad, la dte ñus an-
tepasados 3^ hasta la de sus herederos, descienda
hasta otros} menesteres que los de la luolia aibierta
a campo libre. Por e.?o no puede retener su indig-
nación apesar d)e que son brazos infantilei los que
OPINIONES LITERARIAS 43
la blanden esta vez, en un juego iiioicente en el que
relampaguea }ia el instinto y la liereaiicia.
La fatalidad, como en las tragedias griegas ol
destino, preside la ae«iión y' la orienta con una fuer-
za que nada podría contrairiar. La muerte, — uoia
nmerte que no se ve pero que flota sobre todo, si-
lenciosamente, — reina stoberana e indiseutida, y
ante su despotismo no hay sino frentes resignadas
y palabras de sombría impotenoia. El león oiego,
que no ha hecho más que codeai'Se con ella desde
niño, que ha perdido dos hijos arrancadois por ella
dead'e la sonoridad del ecanbate, no tiene una sola
condona para s'u maldición inexorable, no bu,nea
una salida, no ensaya una liberadora rebeldía. Pro-
nuncia frases amargas pero no acierta a revolverse
contra quien debe. Aunque tienie una vaga intui-
ción de que los tiempos han camibdado y que al fin
y al oaibo no es sino una víctima ifatal de la nueva
época en la cual su bravura legendaria y maignífioa
va resultando objeto de musieo y tema de historiaj
su cerebro cercado de brumas no dlistingue bien en-
tre la enimarañada red de los aoontecimientas. Es'
que é. tieimpo ha pasado y no inútilmente, y mien-
tras el espíritu de las ccr,as, obedeoiendo a una mis-
teriosa voluntad, se ha ido transformando, él ha
peraianeeido siendo sieanpre el misrax), como lo hi-
cieron sus antepasados y áu medio, la'? que pusie-
ron entre sus diodos nudoi^jos y aoerados la lanza,
los que lo tallaron en piedra compacta como el gra-
nito, más enjdurecido aiin por el correr de los años.
Así, inmóvil, lo halla la marea riiimorosa y icreicien-
te. No puede comprender porque lo lacus'an, por-
44 ALBERTO LASPIiACES
qne no aprueban que haj'a hecho lo quie hizo siem-
pre, por repetir una haziaña que si«iiiipre arramioó
elogiosí y que lo impuso a la eonsideraicióii de sus
contemporáneos. Lo que antes haibía atraído la
aproba-eión y el prestigio desata ahoíra sobre su oa-
]>eza desmelenada la repoilsa y el vituperio. En
vaino quiere resistir, fuerte siemipre como una ro-
ca cercada por la lemipestad. Toda su energ-ía com-
bativa se pierde esa la nada. El león no puede lu-
clhar cuando a su alrededor se agranda el vacío, y
cuando hasta los seresí más allegados y más queri-
dos lo acusan. ¿ Quiérese tragedia más lionda y más
oscura? En esa lucha interior está el nudo de la
ol>ra, y deja de ella la imiprefiión inás intensa y miás
á.cida. Ese Ilércuics, última personificación de aquel
Pacundo, "tigre idle los llanos" que inmortalizó el
pincel expresivo de Sarmiento, llora su impotencia
y su debilidad como uin pobre Sansón sin cabellos.
La eeguei^a lo hace laimentable y ridículo; ella lo
inmoviliza, lo convierte en una fiera inofensiva, en
un derrotado sin esperanza. ¿Qué resta de su co-
raje erijoillo, dte su coraje, único motivo de su or-
gullo, único objeto de su vida? Restan sólo las Ma^-
femias, los denuestos, la cólera que lo llena ame-
nudo, la rabia impotente á.e la bestia enjaulatlla
quie en vame intenta destrozar los hierros de su
cárcel. Revienta de nuevo la revolución euandb
ya no puede volver más a ella, mísero y desprecia-
do como un hiarapo inservible. Todos se van, en si-
lencio, borrosamente, como sombras, contra áu vo-
luntad probablemente, pero van... Sólo queda él,
con las mujeres y los niñoá atado por la eegr.era
OPINIONES LITERARIAS 45
iiieoiii.pasiva. Y cuando la revuelta terniina, y re-
cibe la noticia de qne íi su segundo hijo lo hain
nuierto tanibáén coiiiio al primero, sólo una cosa
atina a preg'untar: "¿Y cx'wno jué, dhe?". Y to^lb
8U pesar desa/pa,rece caiando le a/íegiuran que lia
muerto bravamente, como un león, y tiembla de
orgullo al constatar que ese también ha seguido
fielmente la tradi-ción familiar y que ha sido síuctí-
fieado, no le imiporta a quie, en un entrevero épico,
luchando a facón limpio, como lo hacen los va-
lientes.
Termina el drama ahí. Cae el telón, pero ¿en
realidad termina? No. Deberá concluir e^ vida,
tendrán que aipaga.rse esos ojot^, que einimudiecer
esa boca, que paralizarse los latidos de ese cora-
zón. Y cuandlo todo esto suceda, habrá de suiceder
otro tanto en muchos otros dte los cuales el "león
ciego " es un símbolo y un retrato de pasmosa exac-
tituid. E^ que Gumers^indo con su alma bravia e
ingenua, en su moral rígida y varonil, cion su per-
fil bárbaro y primitivo no efi un hombre, es un
pueblo; no es una vida, es una historia; no es un
ser, es una eondensaeión. No cree más qute en el
coraje; no vive sino para su caiballería revokicio-
naria, ni siente otra altivez que la de su divisa y
la de s(u lanza. No puede cGnicebir-.'^ ^o a horca-
jadWs de su ca;ballo favorito, majgnífico centiauro,
al frente de su larga montcnera coronada de ro-
jas l>anidlerolas. Así lo vemovS destacarse sobre un
intenso erepiiseulo. viniendo del pasado y bajando
unía mansa colina, para entrar definitivaimente en
la sombra, de donde lo sacarán mañana nuestros
46 ALBERTO LASPLACES
hijos para ioaterustarlo en el mármol consagrador dic
la le:>''enda. Ginmersindo es iiiiesitiro ayer feudal y
sangriemito, es nuestro héi*oe modesto y formidable,
el poseído d'e toda una époea que sintetiza con bier
gallardos perfiles. No es ni bueno ni malo. Es s61c
el dueño de inagotables energía^ vitales encauza-
das por el ambiente ha^íia épicos entreveros y' re-
sonantes iliadais de valor físico. Actuando en otrc
eseenario hubiera sido un Bayardo o u(n Paez, qui-
zá un Artigas, posiblemente un Washington. Nc
ha paáado de ser Guiniersindo, "el leíln", pero nc
es suya la culpa. Era de la madera de los héroes y
so^bresaláó en su meid'io como aquéllos eoi los suyos
Erneato Herrera ha creado un tipo profunda-
mente personal y profundamente representativo a
la vez. Esa es su mayor gloria, el doble mérito de
su obra. El viejo guerrero ciego, asentado ^obre
una base indestructible, vigila por su inmortalidad.
en alto la fiera lanza invencible, prolongaición de
9U fuerte brazo. Nadie mejor para velar por el
prestigio de su nombre, por la repercusión de su
gloria. Aquel mu<?hacho delg:aducho y aismático
parece que no tuvo otra misión que la de idiar a luí
ese símbolo y morir después, coniforme ciertof^ in-
soctoá sucumbeai inmediatiamente de reproducirse
resignados a la ley imiplaicable y misteriosa que lo«
guía quieii sabe hacia que finalidad inabordable.
El teatro uruguayo tiene en esa obra uno de sus
mejoTOS exponentes, una d'e sus conieepeioines máí
robusta y más felices. El "león ciego", .^rá consi-
derado siempre como uno de esos hallazgos providien-
ciales que constituyen los pilares de la literatura
OPINIONES LITERARIAS 47
dle un pueblo. Pasiairán los tiempos, y evolmñona-
rán totalmente nuesttras earael erístioas al ascender
trabajOÉíameníe hacáa l<a meta dte una civilización
superior, pero Guanersindo seguirá siendo conno lo
esculpió Herrera, ajitajdo sien ipre por las mismas
pa'eocupaciones, juguete siemipre de las mismas
fuerzas iriviástiblo'>, obedieLte séempre al pensa-
miento que lo extrajo del liiiinus social en donde
yacía para darlie proporcionies de estatua y firmeza
de diamante!
Julio de 1918.
Horacio Qiiiroga
Horacio Quiroga, — cuj'o primer libro en prosí
y vei-so: ''Los arrecifes de Coral", apareció er
1901, — es, ante toidlo, un fuerte, un original, ui"
gallardo temperamento dte escritor. En nuestra li
teratura nacida con este nuevo y' formidable siglo
najdie hay qi.e puieda paramigonarse con él en en
sai-tar en finos hilos de plata gemías de-^lumbrado'
ras y en hundirse tranquilo ccimo piloto experto ei
los brumosos mares de la ps'cología. Una vidia agí
taida y dolorosa impulsada por una impaciencia'
juvenil de agotar tddlas las ánibras, ide levantar lo/
velos de todoa \m paraísos, y que en un gram teche
pareció desflizarse bajo la osieura piresión de un imi
placable fatalismo, enriqueció su caudal de annar'
gura y de experienoia y cuajó en flores raras y
opulentas de eálido y sensual aroimia. Desde el Pa
rís refiínado de los simboli^stas, el París deliciosa
mente artificiail y sugestivo que concibió a Deí
Esi&'eintes y a die Phocas, adorador die los plaicereí
de quintaesencia^ de las suntuiosidades bizantinas
de las paisaje^ eróticos, de las lujurias exquisitas
y agotadoras, el Destino lo llevó a las misterioSíiií
OPINIONES LITERARIAS 49
joleckdes de las INíisiones, frente a frente a la Na-
."uraleza virgen y' hcsca, y bajo el gran cielo ar-
gente y monótono, Claro está que el aniibiente in-
iuyó de un modo visible en ^i obra, pero su per-
jonalidatt se destaca con el mismo iperfil en las
Hicntoé! finos y atormentados del primer libro, co-
no en las últimas narraciones cajmpesinas quie han
bii'otado de su pluma. Su horror per lo vulgar y
estrepitoso, por lo demiasáaidlo común y sabido, su
tendencia aristoerátiica hacia lo extraordim^aaño, lo
som'brío, lo desorieiitador, lo complicado, lo exóti-
co, le dan, sin que quiera e'^to significar que lo
Dceroan demasiado, cierto iparentosco, con Poe y
Beauídlelaire, Lorrain y Huysimans. Pertenece, por
?ierto, a un grupo de temiperamentos en el cuial
está bien impreso un sello finisecular, en el que se
se acusa a la vez un ansia brillante por eninoble-
eer el arte d^e escribir, — doble retaecióu contra losi
fáciles entusiasmos románticos y contra la artifi-
ciosa serenikíad parnavsiana, — y una curiosidad
que llega hasta lo enfiermizo, por ipenetrar en los
catados mórbidos de la psicoilogía, producto de si-
lenciosos catacliíímo^ patológicos. En sus prime-
ros libros, sobre todio, está clara la iniflueneia del
simbo-lismo francés, tan amante de la penu/mbra,
del lenguaje velado, de la impresión a la vez in-
decisa y profunda. Hay etn Quiroga, un tempera-
mento id!e esa categoría., imás imelinado a la extra-
¡vaganicia armoniosa que a la normalidad disonan-
te; más a lo "épatant" que a lo común. Em sus
Icreaciones. hay .-siempre un siello de excepción, y
; hasta en sus tipos m.ás insignificantes, una suavi-
OP. LIT.- 4
50 ALBERTO LASPLACES
dad aterciopelada o lima desconcertante confomna-
eiím cerebral. Siiis hombres, eoimo ese diulce NarcKÍs
del primer libro, están dibujados como a través de
un vitral y hacen pensar miiohas veeeá en Garrie-
re. Sui^ tra^edíias, como la de Reearedo y Luciano,
parecen contaid'as por una voz lejana y di.splicente
que llega a nuestros oídos entrecortada y temblo-
rosa, cargada de penfum.es enervantes. Hay en to-
do, una especie de cansam'io de gran señor a (luien
hastían les espectáculos de todogí los días; una ten-
dencia a la media tinta, a cortar los lazoi* qiie en-
cadenan los acontecimientos para dejarlos que ges-
ticulen aislados, como libi-es fantanraas. Parece
expresar su credo artístico cuandio pone en labios
de Reearedo csítas palajbras: "El cilasisismo había
representado; el romanticisimo, expresado; ellos de-
fíniíain. Nada más. j Sí !, definimos, repetía en su
exaltaci(5n creciente, definimos todo lo inenarrable
de esos estados intermediarios en fiue un sim/pi'e
latido, bajo cierto equilibrio de palabras, puede
dar la sensación de una angnstia suprema; en que
las niáa ingenuas de^adaciones de la frase, aún los
rufbóres más inadvertidos, responden, al ser auscul-
tados, a un acceso de sorda fiebre, die delirio rentrin-
gido en el tórax ..."
En "Los aiTecifes de coral" hay pro=ia y verso.
La primera, es indisicutiblemente miás originai de
mayor mérito que el segundo. Es más humana
y más bella. Sui? versos son retorcidos e in-
comprensibles a fuerza tile quererlos liacer inideter-
minados y sutiles; son incompletos y extravagan-
tes. Desde entonces, al menos para el público, y
OPINIONES LITERARIAS 51
que yo lo conozca, Quirogia no volviiS a pecar en
vei^s**). . . Sus deanás libTos "El caimen de otro",
"Historia de un amior turbio" y "Ouentos de amor
de locura y de muerte", todos estáai en prosa. Poco
a poco se va afiranando su i^ersonalidiad, algo inde-
cisa y' nebulosa en el ipiriauícr libro, deniiasdado líri-
co. Los añcs y las amarg-uras le traen, como sedi-
mento, una sensatez oadla vez rnayor. Ste afirma en
su arte, y .-.te le adivinia más seguro como el mari-
no que se va familiarizando con las inmenísidadcs
que froeuenta. Pule má^ el estilo, no en el sentido
de liaoerlo mm raro, .sino más roibusto, más fácil,
más cálido. Su palabra es somora y profunda, vi-
ril en todos los tonos, aunque siempre velada por
una suiave humedad de misterio. No abandona por
eso sus earaet^erísticas, aquellaí* que le dieron re-
nombre en nuestras letras. Desarix^llenige en un
país imaginario, en París o en las sJoledaldtes salva-
jes de las ÍMisiones, se ve la misma mano trazar to-
das las fábulpjs. Suí? pensonajes son ajneoiiido os-
curos y obran como ipor arte de magia, ya obedez-
can a tiránicas demencias en las cuales el autor
gaisíja hundir el esealpelo con atenta y' grave cu-
riosidad, ya perteíiiiezCiaai al mimdo de lo vulgar y
lo común. Todo^ ellos tienen un parentesco indefi-
nible, uji pairecido familiar que hace que se son-
rían frecuentemeaite los unos a las otros con ges-
tos de buenos herm)anos. Los hombres, capricho-
s'os, cfegenerados, o rematadamente lóeos, o des-
orientado ram ente simiples; las mnjeres, suaveñ áU-
, creta,s, eonsnnnidas por aanores silenciosos que a
veces estallan en huraicanes imponderables; moije-
52 ALBERTO LASPLACES
res de una ps'ieola^ía intriucada ern la (lue pone sol
sello inconfundible el sexo dominador y eternio,
todos ellos pertenecen al mismo mundo, forman
una humanidad aparte que palpita en un miedioi
extrafío y cabalístico en el quie hacen g-estos páli-
dos con una eleganoia suiprema.
En "El erimien del otro", segunicilo libro de Qui-
rog'a, está hincadia hondamente la garra de Poe,
el gran atormentado. El cuento que da título al
libro, ise inspira en "El tonel de amontillado", uno,
de los más impresionante'? del gran yankee. El}
máíJmo Quiroga explica a.sí el origen de su extra-
ña aventura, toda pQ^adilla: "Poe era en aquella,
époea <el único autor que yo leía. Esie maldito loco
había llegado a dominiarme por eoimpleto; no habáa
sobre la mesa un solo libro que no fuera die él. Tmla
mi caibeza estaba llena de Poe, como si la huibieran
valed adb en el moldte de LHgeia. ¡'Ldgeia! ] Qu-é
adoración 1;enía por esie cuento! Todos e¿int'ensa-
mente: Valdemar, que murió siete meses ae^pués;;
Dupin, em procuna de la carta robada; las señoraSi
Eapenay'e, des'esperadas en su cuarto piso; Bere-j
niee, muerta a traición: todos, todbs me eran fa-j
miliares. Pero entre todos, "El Tonel de amonti-|
llaldo" me liaJbía seducido como una cosa íntima!
i
mía. IMontre^or, el Carnaval, Fortunato, me eranj
tan comunes que leía ese cuento sin nombrar ya a.
los personajes; y, al misimo tiemipo, envidiaba tan-'
to a Poe que me hubiera dejado eoirtaír, con gusto,;
la mano derecha con tal de escribir eíia, mairavillo-
s'a intriga. Sentado en casa, en un rincón, pasé mási
de cuatro horas leyendo ese cuento con uTua fruición;
OPINIONES LITMÍARIAS 53
eii que entraba sin duda niitelio de advei'so para
Fortunato. Dominaba todo ol cuento, pero todo,
todo, todo. Ni una sonrisa i.or allí, m una pre-
mura en Fortunato se esieapalía a mi perspicacia".
La repetición idle la trama ideada por Poe, con la
ayuda, de un personaje que se llama Fortunato
tiaanbién' fo^rma toda la narraiión. Es un caso de
sugestión imitatiwa irresistible en im cerebro dé-
bil o enfermo, totalmente ocu paito por una idea
fija que absorbe toda su actividad. "Una vez en
la cama no me moví penÉiindo con los ojos abiertos.
En efecto, mi idea era esta : hacer con Fortun-ato
lo que Poe hizo con Fortunato. Emborraciharlo, lle-
varlo a la cueva, con cuailquier pretexto, reir.íie co-
mo un loco... ¡Qué luminoso momemito había te-
nido ! Los disfraces, los mismos uombres. Y el en-
demoniado gorro de cascabeles ! . . . Sobre todo, ¡ qué
faxiilidad! Y por último un haílazgo diVino: como
Fortunato estaba loco no tenía nieicesidad de em-
' borracharlo. . . " Esa obsesión por los demientes, no
ha inis*pirado a Quiroga esie cuento solo. En el mis-
mo li])ro iparecen en "La justa proporción de las
cosas", un maniático del orden en el tráfico y en
"la "Historia de un amor turbio" figrara ese cuen-
to "Los perseguidos", extraña odisea die Luca/í
Díaz VeJez, además de aquel suave Narcés que son-
ríe en el primer libro. No es, exclusivameinte, en
'los casoíí psiquiátricos en donde va a buscar Qui-
roga el vino fuerte, la excitaición profunda, el es-
calofrío del terror o diel miedo, el aletazo brusco de
la tragedia. Combina traman iniverosíimiles, histo-
riiai^ fantásticas atravesadas pov alucinaciones mor-
54 ALBERTO LASPLACES
bosas. Em "Idilio", cuenta la historia de un amoil
— lel maclio fuerte e imiperativo. la mujer débil, fe-'
nilenina, — entre dos inendigoá qfUie tienden su leJ
ctho en un rinoón ihúinedo de un oaiSierón inconiclusc'
y feo. En "El 2° y 8.° número", los protagonis'
tas son acróbatas: "él era. en resumidas cuentas
un airtista de circo y ella, no tenía familia algu
na". Lia escena se desarrolla entre brutadidadeí
y golpea, celos, >' oruieklades. La historia de "Esti
licón", es la de un gorila enamorado de una ií;u|
jer. Como si la imaginación no le diera bastante
Quiroga se deja tentar por los pairaísoB artifir-ialej
y después d!e haber funnado una pipa de opio, siii
efecto alguno, be(be " liastchieh ", san otro resultad
que una atroz pesaidilla y algunos de^rreglos fi
Biológicos producidos por la infame droga. En tod'
lo cual sie nota que en Quiroga no isólo se impon
el temperamento sino también la voluntad en I
elección de las fábulas. Busica siempre lo exeejicio
nal, lo detonante, la estuipefacioiente, y de él po
diría 'decirse lo de Beauidlelaire sobre el poeta ñor
teaimierioano : "Los personajes de Poe, o más' bier
eO. personaje de Poe, el hombre de facultades sobre
agudas, el homibre cuy'a voluntad ardiente y pa
cíente arroja un desafío a las dificultadles, aque
cuya mirada está tendida con la rigilcllez de una e"-
pada sobre los objetos que sie agrandan a media
que los mira, son Poe mismo". En las.' obras d
Quiroga está siempre él mismo sin albandoaiar ti
un momento a sus per.sonajes. Por eso eii qiue, s;
bre todo, en esa época, la obra de Quiroga es poe
variada, algo monótona, a veces pesada. A fuer;:
OPINIONES LITERABIAS 55
ie querer apartoise de la realidaidl, iiosí ofreicc f;;;ia
dros que en ocasiones tienen menos iníterés que la
:ealidaid misma. Y no eonsiguie imiponerlos del todo
ipesar de su indiscutible encanto, ipor lo que tienen
ie iniverosímiles, de artificiales y de brumosos.
En síu tercer libro, "Historia de un amor tur-
bio", Quiroga ha querido jugtifiícar una novela con
una to:^araa domajsiailb igual y simiple. Allí no hay
niiateriail sino para un cuento, ipaira mno de esos
cuentos sobrios y delicioEos diel género de "Rea
Salvia" y "Corto poema de Maríia Anigiylica", lle-
nos de vida y frcJciiíra. La historia de un amor al
que hacen desgraciado e imposible los oelos está
beelia con una penetración finí&liima, con una ver-
dad admirable. Pero era demasiado larga y hay es-
cena'] que se arrastran llenas de iangniidez, en las
cnales el autor exagera eíl arálisis sin otro efecto
que prolongarlo innecesariamente. Por otra parte,
Quirogia no insistió después de este ensJayo y vol-
vió a sus narraciones breves e iimpire ¿onantes en
las cuales se die^efnvuieLve con insiujperabie facilidad.
Pero a esta altura no había encontrado todavía su
originalidad. Hay en su obra, hiasíba aquí, — sin
que por ello pierda una sola partíciula die su indis-
i entibie mérito, — la huella viva de la orientación
¡de un credo artístico, limitador como tedios lo^ cre-
ídos, o la pretseoicáa de algún temiperamento genial
¡que lo ha conquistado con su singular potiencia su-
gestiva, a la cual no le fué fácil resitir.
Con "Cuentos de amor, do locura y de muerte",
— 1917 — aparece la obra definitáiva de Quii'oga.
56 ALBERTO LASPLACES
Toda su labor anterior da la iniípresdón de quien
sube uttiía montlaña. Ahora, síe encuentra y'a en la
cumibre, sólidainente instalado Una circunstancia
die su vidla, la ha trasiniutado, influyendo el episo-
dio en lel oaaiáciter de sai pi'oducción literaraá. Una
prueba más en apoyo de las ob'íervaxíáonies de Saint
Beuve y Taine. Algiunos de lo.s cuentos de este li-
bro son todavía de la época anterior, sino en el
tiempo por lo menos en la s'ustancia: "El infierno
artificial", "'La gallina degollada", "Los toques
suicidantes", "El almohadón de plumats". Desta-
co de entire ellos, "Una estación dIe amor" y "La
muerte de Isolda", dos de las tramas' más simples
y más bellas que ha desennitlto Quiroga, Hay en
laá dos, no sólo una halbilidad narrativa a que lle-
gan únicamente los maestros en el difícil género
del cuento, sino qne las estremece un hálito de pa-
sión, de inocencia, de cordial eraoeájóín que conquis-
ta y que a su vez, emoiciona. ¿Ha sido protagonista
el autor de amibas tragedias .sentiimentales ? No po-
demos ni siquiera sospecharlo, el anális'is está he-
cho en una formia tan coimipleta, que bien lo pare-
ce. Pocas veces Quiroga ha leído más clarajinente
en las almas agitadas por oscuros Idlesignios, víctd-
miais de fuerzas imponderal>les. Pocas veces la ac-
ción ha sddo más interesante, más movida, más re-
gular. Pocas veces ha encontrado la frase más opor-
tuna, la palabra más exaleta y más representativa.
Además, son dos historias, arranciadas sin fuerza a
la realidad; osicenias sin desviaciones imaginativtas\
sin audaces fantaseos, sin espíintaibles prot'umdida-
OPINIONES LITERARIAS 57
des iisico-patológieas. Pequeñas obras maestras itte
honradjez artís'tica.
Pero, donde a mi piaireeer está lo mejor del li-
bro y, por lo tanto, de toda la obira de Quiroga,, es
en los cuentos cuyas argiiimentos se d^arrollan en
el país abrasado de las elisiones ajrgentinas. Los
nueve años que vivió en aquel ambiente han cuaja-
do ea\ salwosos y bien madurase finitos literairios.
Quiroga niianio lo reconoce cuando escribe : "de lo
que más me enorgullezco en esta yiáa es dte mis co-
rrerías por el bosque ea donde he tenido que arre-
glármelas yo solo. Y desde luego, son las narracio-
nes de monte las que me agradam más". La larga
esítadía en aquella tierra aplastada por un sol tó-
rrido, minada por víboras venenosas, cuyas llanu-
ras interminables y' bosques espesos, atraiviesan
ríos ^'a^tos y potentes, lo limi)ia ipoco a poco de la
extravagancia, de la obsiasáón del tetmia dietonante,
patok'ígieo o fantástico, y eá la Naturaleza la que
emipapa ahora su tinta y afila siu pluma. Pero es
una Naturaleza excepcional, misteriosa, traicione-
ra, llena de peligros oscuros y de acechainzas des-
conocidas, áspera y iprimitiva, rugiente e inhos-
pitalaria. Quiroga — escritor hasta efl. momento, pu-
ramente subgetivo, — se re\ela un fuerte pintor
capaz de interpretar vastos panoramas. Su pupila
vigilante y obsen^adora, apesar de los párpados
adormilados y caídos que se adivinan, no deja es-
capar ninguna línea sustancial, no apaga ningún
tono imprescindible. Y así trasmite íintegra su vi-
sión, con toda su grandeza y síu ©nicanto. No re-
sisíto a citar e^tos párrafos de su ciuento " Yagual "
58 ALHKRTO LASPLACES
que dan una idea exaiota de su manera; idescribeii
una seíoa: ''La sequedad del aire llevaba a beljer
al fox-terrier cada media hora, debiendo entonií f s
luchar con las avispas y la.s abejas que invadí.
los baldes, niuiertas de sed. Las gallinas, com las al.
en tierra, gemían tendidas a la triple sornubra <i('
los bananos, la glorieta, y la enredadera de flor ro-
ja, sin atreiversie a idar un paso sobre la arena abra-
siaida y bajo un sol que matamba instantáneamente a
laiS hormigas rulwas. Alrededor, icuanto abarcaba h
los ojos del .fox-terrier, los bloque-s de hierro, 1 1
pedregullo volcániieo, el monte .misimo, danzaljaii
mareados de «alor. Al oeste, en el fondo del valle
boscofe'o, hundido en la depresión de la dloible sie-
rra, el Paraná yacía, moierto a esa hora en su ai:
de zinc, esperando la caída de la tairde para re\ i-
vir. La atmósfera, entonces, ligeramente ahumada
hasta eísa hora, ■se velaba al liorizonte, en deni^o
vaipor, tras el cual el sol, cayendo sdbre el río, sos- ^
teníase asfixiado en peiipetuo círculo de sangre. Y 1
mientras el viento cesíaha por completo y' en el aire \
aún abrasado Yaguaí arrastraba por la meseta, su j
diiminuta mancha blanca^ las i-almeras, recortándlo- ]
se inmióviles .sobre el río cuajiado en rubí, infun- j
dían en el paisaje una sensación de lujoso y som- '
brío oasis".
He ahí la opulencia de esa naturaleza extraña,
a la cual nos imaginamos con mucba dificultad des-
de la suavidad casi monótona dfe nuestros climas í
templados. Quiroga la describe bien, a amplias
pincelada=!, como corresiponde al áslpero y robusto
conquistadJor de la seJlvaí, di^-cípulo dinámico deíl
OPINIONES LITERARIAS 59
geométrico lícosevelt. hh solodad, la gi-andeza de
lo que lo rodea, la exacta comprensión del propio
esjfuerzo en luc'ha con la hostilidad salvaje del me-
dio, han bronceado su piel y su esipíritu, ¡han d'ad'o
salud a su."? nervios y a sais múaoulo,^. No es otro,
no : es el misimo. Sus cualidades de escritor son idén-
ticas en el primero como en el último libro, Pero
ya no pareoe aanar losJ viejos y amables divanes, ni
los laberínticos procesos miéntales, mi las horripi-
lantea fantasmagorías de la loeura. De la curiosa
mirada a lo que lo rodea llecia sus arcas de vida
palpitante. Un inglés flemático y prolongado y
unos cuantos peones silenciosos' y fatalistas. Con
esos elemeaitos no puede permitirse el placer de
largias diseacionjes p1i<X)i6gicas, ni el estudio de
exóticas morbosidades tam queridas a s'ii podierosa
imaginaición. Lo raro está en que el hambre, que
en las anteriores narraoiones de Quirogia es el cen-
tro de la acción, en asitcis noievos cuentos no parece
ser sino un personaje ¡seciundario. La mayor pari;e
de las veces va y viene como a través/ de uina nie-
bla, sin que se alcarucen a oír bien claramente sus
pasos. Débil ante la magnitud die lo que lo rodea,
ante los peligros que lo a^cieclian, adquiere una es-
pecie de reságnlación que lo hace acieptar sin pro-
testa todos los fallos, icon algo de musulmán o de
inldlú. Su voluntad no es ya un impuísJo al que na-
da resiste, y desaparece entre las fuerzas que lo
rodean no como un ser que se impone a todo, sino
como una simple vida más. La existencia se (simpli-
fica y como en las cosmogonías primitivas, todo
cae bajo el dominio de uno de los do^ demiurgos
60 ALBERTO LASPLACES
en que áe reparte el poder: Jeihovah y Luzjbel, Or-
iimz o Arimáii, Visoliú o Siva, Tupa a Añang.
No hay transiciones, y como la muerte amaga a
cada paso, la mente en perpetua tensión siente
un irresistible impulso a explicar los misterios sus-
tanciales por nieddo de símbolos planoá, id'esp revis-
tos de toda complicaición. No en vano los sistiemas
religiosas monotei-ítas, han brotado como un nue-
vo y' formidable árl)ol de entre las selvas equino-
ciales, aplastaidias bajo el rayo implaicabile del gran
astro. El hombre s'olo, frente a la naturaleza hostil
e impresionante, parece necesitar de*l apoyo de la
divinidad, — el buen genio, — para vencer a lo
que se opone a sus designios, — el mal espíritu. —
Sol)re e-sta eoneepciün simplista e ingemua como
una línea recta. — sincero imipulso del corazón hu-
mano, — se han levantado después tantos aibsurdos
y pretenciosos edificios* de inaguantables teologías.
Quiroga ha llegado ya a la madurez iplena de su
talento. Lo dice con tod'a elocuencia el fruto sabro-
so de "Cuentos de amor, de locura y de muerte".
Desde ese tomo para el cual, muy justamente, la
crítica del Río de la Plata no tuvo sino cálidos
elogios, no ha dado a la imprenta ningún otro libro
de la misma clase, aun cuando ha puiblieado des-
pués de &'u aparición una porción de cuentos por
el estilo, que bien pueden darle materiales para
otro volumen. Vuelto a Buenos Aires, en donde
reside desde hace algunos años, no ha olvidado el
encanto áspero de la selva profunda ouyo> miste-
rios tan bien conoce y tanto ama. A la originalidad
de su inteligencia se amolda perfectamente la orí-
OPINIONES LITERARIAS tíl
ginalidad del país que ^ refleja en sus cuadros
sobrios y' extraños, que díesorientan un poco nues-
tro criterio de irreductibles gustadores de los pla-
ceres de las grandes urbes europeizadas de nuestra
América meridional. Por eso síus liljros últiiiijos
serán los más leídos por lo8 públicos eultos de las
ciudades, y su fama no tendrá nada de común con
la de los que pintan el campo y' las costumbres de
sus babitante«. de un modb fotográfico. Sus paisajes
son siempre paisajes de ensueño, y sus personajes,
ajun los má.s humildes e insignificantes, están en-
noblecidos por una suaive dií?tineión que los hace
únicos y encantadores. Y Quiroga será siemipre un
señor desdeño-o de las cosas coiuiines y un infati-
gable Simbad, en busca sienvpre de horizontes ma-
ravillosos', decorados sobre el azul intenso áel cielo
y del mar, por vasias sinfonías á'e colores.
1918
«El Teriüiio»), por Carlos Reyles
Más aún qu€ por su valor liteá-ario, — que es
muy' grande, induda'bleanente, — es la última no-
vela de Carlos Reyles, "El Terruño", nn verda-
dero acüinteeimiento en nuesitro roduoido mundo
intelectual. Hasta aihora nuestros eontadíslimos no-
violisías campeiros habían hecho obvra die índole dis-
tinta: pictórica, histórica o cc-stunibrista, palpable
sobre todo en lo que lievan «scrito Aicevedo Díaz y
Javier de Viana. Lo que no se había tentado aún
on una obra de g'ran aliento — y por eso re-presen-
ta g'allardamente "El Terrufío" un nuevo ensayo,
— era lia novela tendemcáosa, es decir, puesta al ser-
vicio de un cuerpo de d'octrina¿í bien 'definido. Tal
intento ha alcanzado la coronación que era de es-
perarle en una pluma tain a\ezalda en esas nobletí
lides como es la de Carlos Reyles y brilk: por igual
en la fuerte enjundia de la obra, perfectamente
conieluída y' conducida, en la valioaa observación
pnicológica de los personajes y en la soberana lim-
pieza del estilo. Desdte todos es;tos puntos de vistia,
primondiales en una obra de a?ta clase, os "El Tie-
rruño" una novela sol>resaliente que haice honoj;
a nuestras letras y que acusft un fuerte espíritu
OPINIONES LITLRAEIAS 63
reador, alnimibute a la vez en riea savia ideológi-
íay en proveeliosas diseiplinas nientaleíJ.
Por niuclio que parezca dcsídeñar la Pedagogía,
V trate de darle, venga bien o no, enérgicos y tiía-
levolentes pisotones, Carlos Reyles ha querido ha-
cer en esta noveila, obra pedaigógieía. De tal y' no
dle otra clase es el sofplo que aninia a esas páginas
brillain,t,es en la^s* que canta las exeelenteias de la
vida sana y afirmativa, entregada por entero a la
fecunda labor ded trabajo rurail, lejos dle la ciudad,
propicia a las voluptuosidades enerx^adiora-i del ca-
rácter o infeccionada por ideologías decadentes.
Su misión es la del ipredicador, la del maestro : en-
señar. Ya en otro libro siellecto, "La muerte del
Cisne", había prodÓgado idéntioas ideas de rege-
Deración individual y colectiva, enivueltas en el dis-
fraz de una filo&'ofía varonil ennoblecida por la
música de una prosa magnífica que es, probaible-
mente, la más hermosa que se ha esOTito en el paí^.
Si bien esas ideas no han sido hallazgos de Reyles,
pues responden a las concilusiones a que ha llegado
lina fuerte eorrieiute intelectual conte^mporánea, lo
que hay de originarl e^ que ha sido Reyles el pri-
mero que las ha ex5)u€r?to y defendid'o enitre nos-
otros, con una rara valentía y uua completa pose-
éón del asunto. El triunfo de la acción sobre la
contennlplación, del impulso sobre el análisis, de la
experiencia sobre la teoría, del pragmatismo sobre el
intelectualismo, son con pequeñas diferencias, los
principios fiJoiSÓficos que defiendeai un gran número
de pensadores modernos que han traído al campo
dle lia mpeculación nuievas e inquietaaites problemas
64 ALBERTO LASPLACES
a resolver. Entre ellos podemos contar desde los
James y' Roosjevelt, obreros de la férrea democracia
almiericaiia, hasta los Le Bou y Bergson y Idí
Nietzsohe y Bernhardi, representantes de viejas ci-
vilizaciomes que agonizan actualmente bajo la pe-
sadilla de un sangriento cvepúsieulo. La bestia rubia
del gran atormentado parece haber inspirado eí^ta
vez el ideal de perfeooión, de siiperaeion aristocrá-
tica a un inquieto soñadbr latino, brioso e impa-í
cieffite, convencido de la infalibilidad die las ^ocia-'
les jerarquías instituidas por las leyes iaitrasmiita-'
bles que presidan el funcionamiento regular de los
organismos vivientes. No es extraño que lo amar-
guen los triunfos de lo que él considera la medio-
cridad subalterna, — la eanallocracia del inigenuo
Darío, — y que lo irriten espectáculos que contem-
pla con el desdién que le dictan severas premisas
aceptadas como artículos indiscutibles de una nue-
va fe dogmática, en que la propia adoración es el
primero y' el último de los mandaimientos inscrip-
tos en sus Tablas de la Ley.
He ahí porque ''El Terruño" significa un inu-
sitado acontecimiento en nuesítro ambiente, pastoril
todavía apesar de que la cultura europea latvie siu
periferia litoral, pero que no ha ahondado hasta el
miamo corarón del país. G-raveniente, hace profspe-
rar Reyles hondos y triáscen dentales problemas so-
ciológicos bajo un cielo virgen de tales preocupa-
ciones que ha contemiplado sólo sencillas escenas d€
vida primitiva, ya amorosias, ya violentas, perc
siempre ingenuas, ineomiplieaidas, a lo más, senti-
mentales y casi siempre instintivas. Para ello \u
OPINIONES LITERARIAS 65
tenido que forzar la iHíalidad, crear tipos y' situa-
ciones, imaginar con generosa esplendidez de hi-
dalgo de las letras una trama interesantísiiua plas-
mada enteramente por su fuerte y agresivo subg'eti-
vismo. No importa que haga figurar alredeidbr del
tipo central alginios persotniajes arrancados de eua-
i jo a la realidad por su fina obserA^aieión ; el artisíta
I gusta burilar sais criaturas en las cuiales contempla
cariñosamente un girón de sí mismo, y las tortura
j con suis propios entusiasmois^ como que ellas hau
de dai" forma a laá ideas que las mnieven y al ser-
vicio de las cuales han su.rg'ido de~:de la.s reoondiitc-
e^ del misíierio en que yacían Esa unión entre el
novelista y sujs personajes m má¡s o menos intensíi
en todos los osícritores, aún cuando a^tén seguros
de realizar obra plenamente realista, es d^ir, in-
térprete fiel de las cosas tales como se presentan
a la humana investigación. Ese su(l)getivismo ad-
quiere, según la i.>siquis del escritor, ma3'or o me-
nor importancia hasta el punto de aJbsíorber en al-
gunos' casi por completo el dominio de las sensa-
ciones y' hasta pasar, en otros, casi dlesapercibido
entre el triunifo resonante de la obgetividad. Rey-
Íes es de los primeros, un escritor de potente y ro-
busta vida psicológica, una llama siempre encen-
dida, un enéngüeo "centro dtel universo" que ansia
encajar la realidad existente entre los límiites do-
finidos del ensueño que lo agita. La orientación
unilateral de su ipensamientc está mantenidla por
una voluntad masculina que se rcATielve, como el
le('>n en su jaula, irritada por el ticoiipo que tarda
el mundo en conformarse a su fuerte ideal do-
6 ALBERTO LASPLACES
minador. Y se exaspera ims todavía por la iiidii'e-
rencia, — eíía, resi^stencia de la inicoiinpresión, — cpie
pcdea a su euipeciaiado batallar, liuérPaimo del sii-
prenno aliciciitie de las futuras cos&ohas; por la ce-
g-uedad de sus compatr"iotajS los cuales -loiirít'ii in-
crédulos ante sus bellas metáforas ; por el vacío sin
íin y sin éJonoridad' en que ha-n caído, como esitrcllas
apagadas, sus arriesigadas oonicepciones esijiiritua-
le'J y las radiantes pará.boilaís de sus altivos evan-
gelios.
Desde el pmnto de vista del dcsaiu-allo de ííd
ti'araia es "El TeiTuño" una obra de corte senci-
llo y uniforme, como que tcdí. la acción gira obe-
diente alrededor de un ti,po central, Tóeles, que e>
el quie mantianie la amnonía de la obra, de:5de el
princiipio al fin. Todos los demás personajes que
iniierváienen son secundarios, pues ninguna de ellos
tiene vida propia y sólo han sido engendrados para
sei-vir de marco al protaigoindsta o para auxiliarlo
o eontrajilscirlo con el objeto de que se mainifiesite
en í'U plenitud, tal icual es, con su alma cauílriante
y contradictoria al desnudo. í^n el doloiposo proccioo
psicológico porque liará pairar Keyles a e-ite per-
sonaje e3tá la justificación de la fáb-ula, lia diuánii-
ca que empujó la mano impaciente del escritor. Es
Tóeles un hombre de cuerpo die»medrado y raquí-
tico, poro de una initensia vida cerebral, que ha
gastado sus mejores años quema ludloge las pestañas;
sobre los libros intentaaido poseer Ioí ipi-imcipios de,;
una filofe'ofía vana, abstrusa y palaibrera que da con
él, finalmente, en la acción ipolíticia electorera y de-
mocrática, — asilo común de todas las miedioerida- '
OPINIONES LITERARIAS 67
les según, iveyles, — de>pués die ajiiibular estúipi"
ilainentte por cenáculos de desorbitalclbs decadentes
le lai^ga melena y hueca irnollera. Tóeles es un pro-
lucto natural en nuestro ambiente de falsedades y'
rasnocliados' roiiiantieisnios de geniu'ino origen la-
imo. Es un hombre engañado por juegos de ai*ti-
icio, que parece empeñarse en marchar a espaldas
íe la realidad y cuyo fin tiene que ser necesaria-
uente un fracaso tan, comi)leto como doloroso.
Tóeles fracasa, pero entonces, en vez d-e recon-
^ein'trarse en um acto de sincera coaitrilción, llénase
le or^iUo sombrío y culpa a la etstiupidez de los*
jtiros el martiráo laicerant\e de sus liabas abiertas.
Dolorido contra todo y contra todos, va a dar c-on
ius huesos y su mujer a easa de sus suegros, en
T.edio diel camtpo, en donde reina una tranquila y
.•econfortante sencillez eclógica. Allí lo toma el no-
^'elista paira seguir pa;^o a paso la evolución que ha
3e transformar total y' sustíindalmente su vida,
fia comunión con ([ue la naturaleza, la libertad de
9star a solan consigo mismo, la contemplación de
la vida sana y de una sola pieza d¡e las que lo ro-
dean lo convencen del profundo eiTor de que ha
sido juguete, de lo ficticio die sus ensueños de re-
[■•eneración colectiva a base de discursos y de leyes,
de su ridicula y apestosia vanidad de sa-hihondo.
Cuando llega el momento trascendental de efectuar
un balance de su existencia, aporta a la conelusión
dte ([ue tiene caiarenta años y está aún al pie de la
montaña a que pensaba llegar, síin haber avanzado
nn solo paso, eomo un sonámümlo que hubiera dado
.vueltas continuas alrededor del mismo oírculo. Por
68 ALBERTO LASPLACES
medio de una súbita revelación interior, detscnlic
((uie no lia heolio más quie correr tras ihisos e<|M>-
jiginos, mientras ha desperdieiaido miserabletmctitc
todaá las energías viril^ y afirmativas que de.sl;ni-
d:a'ban en su almia. "A to/db traaiice, — piensa, —
quiste sor un intelectual. La tal palabreja me (I;i
dentera y revuelve las tripas. ¡Un intelectual! 'li-
mo si lo supremacía de la razón razonante no l'm'-
ra puria gollería, del mismo modo que la Libei-I- l
el Dertíclio, el Ideal y otros fantaísmas tras los (
les corrí apartánidome de la send'a tortuosa, aíriii).
pero cierta por donde avanza matando quimertíiN c]
egoísmo de eadla criatura. Yo, al revéá, me mietí en-
tre ceja y ceja el insensato proposito de de;sitruiii'lo,
y aliora caigo en la cuenta de que ese egoísmo es
lo único sano, la tierna firme sobre la quie el hom-
lire levanta, obedeciendo a leyes inexorables, las
fábricas de las religiones nobles y duraderas, Amor,
altruismo, entuisiasrao, fe que no tienen esa base snu
caprichosas arquiteoturais y ridículos castillos oii
el aire".
Tal el cuerpo de la doctrina. Ninguna novedad
trae ella al campo de la especulación filosófica.
Ninguna novedtad representa ta'm(i)oco dentro d,e la
obra literaria de Carlos Re'j'les. Ya en "La muerte
del Cisne" ha defendido con arre^batadora elocuen-
cia idénticos principios que se le antojan clairos
como la luz. Forman el esqueleto de su prédica, la
idieología de la fuierza y la orietafíslica ded oro, ést€
oamo ¡premio inibio de los esfuierzos, aquélla come
único vehículo para alcanzar el éxito, razón de
nuestra vida. Todas las virtudes que llama cristia-
OPINIONES LITERARIAS 69
/ ■ '
has lio son sino efectos de reblaiideciiiiieutos cere-
brales que conducen directamente al suicidio de la
personalidad humana. Hay necesidiad de trasmutar
todos los valores subvertidos ¡por largos y oscuros
siglos de esclaivitiad mesdiánioa El homibre debe vol-
a conquistar su triunfante animalidad, aplas-
,! por una imontafía de prejuáicioi-i, de debilida-
des, de nefastxDis reniunciamienlos que la privan de
5U real dignidrad. El egoísmo es la primera fuerza ;
la lueha por el dominio el sport iraipuQ'^to a toidU
•'lula por la misima naturaleza. Todo lo deonás* es
)fresía. afeminamiento, degeneración. El indi-
co, solo, apartado de sus semejantesí por incol-
niiados abismos e^ la potencia al>soluta y delirantie,
la cifra siuprema, el principio y el fin. T,^nión, so-
lidaridad, aimor, democracia y todos los coniceipto'í
plurales, simiples palabras representativas de ver-
gonzosas elaudieaeiones que dan origen a hecíios
:iU)e atan al hombre en la cniz de síh-í .propios e irre-
mediables desacierte», li&y' que reaccionar, imponer
por la fuerza que es el nervio del in/undo, el orden
lógico, extraviado por indeei>as quimeras que ja-
más plasman en .sólidas y' duraderas realidades.
Hay que dar a la voluntad indomable y al dolor es-
timulante el primer puesto que reclaman. Al>solver
para siempre las fatales quimeras idealizas, los
propósitos de igualitarismo .social, hundir en el
polvo de la esclaivitud para que ha sido hecho, al
pueblo, enlocpiecido por latí farsas de los deanago-
gos y devolverlo de nuievo al servicio de los magní-
fi'co.^ aristos. Desipertar a la Humanidad idiel .^iuefio
eneantado.r pero mortal en que la s¡umió la iluvslón
70 ALBERTO LASPIiACES
y ca.'rtigarla con lo.s látig-os crueley dv k realidiid ;
eí^jpolear sus ñmitcos sangrkiitosí (í<m las agudas es
puelas de la ainTbición. Nada de roJuanticism()>
ños, de iiitelectuailásjnos iiife(-ii.ndos, de estíi¡
errores ti-aiSCiendeiitales. La vidia es aieción, no
templación ; «riieldad, no pkáad; instinto, iv
toligeiieia. Borrar d'e un golpe todo el pa.sia(l
sino la tarea más fácil, la má,-; necesaria. Los
sostienen lo contirario son unos utopistas,
ni/einteeatos o unos pervertidos Todo e.s periu,/.;.^
menos violar el orden natural de las cosaíí.
Hacia tales países ei\^oliieicna lenta pero finn
mente Tóeles, el idealista impenitente, el ingeni]
soñíador atihoipriaid'o de venenosa erudición libreso
el amargado por todos los fracasos, por todas lí
tundas que le ha dado la realidad. Como se ve, Ti
eleá va liaeia Nietzsdhe, saigehtionado por el alar
do resonante del gran Federico, el '.maravillo^
exaltador de la fuerza y' d)e la energía, d moralis
lia que erige su áspera roca más allá de la essieTJ
ética del Bien y del IMal y asipira al fruto mila
groso de la última selección superadora. Pero ¡ ay i
esa evolución no es tan profunda como lo juzd
Reyles, y en este punto, verdadlera médula de I
no\'ela, su intento failla por completo. Tóeles
hace más que su&'tituir unas ideas por otras;
víctima de un en&'ueño pasa a ser víctima
otro que se le antoja antagónico. Si antes
movía alrededor de un círculo sin fin, tam])ae
acierta a salir de él ahora. Entonces, las idea
eran el vino que lo empujaban. Fracasó pero, |
culpa fué suya, no de la filosofía que intentó ponÍ!
Ol'lMONHS MTEU.\K1A« 71
en i)iáL'tica. Si cu vez de derrotado liiibiera sido
liiiuifadoi'. ¿para qué hubierii servido Nietzsche?
El ansia de triunfo que lo levanta y' lo enriquece
11 lina ola áe saaigre roja y generosía no resáde en
la excelencia del propósito que ahora lo anima sino
cu la necesidad fisiológica de tentar una ruta nue-
\a, virgen aún die sus plantas doloridar» y experi-
mentadias. Si se hace egoí.^ta, cruel, duro, materia-
lista, es porque poniendo en pi^.etica virtudes de
otra clase no logró calmar el ansia que lo atornien-
t<aba. que lo atormenta todavía, que lo atormentacrá
siempre. Si reniega de su^ ídolos es porque no lo
lian dado lo que de ellos esperaba como un don in-
falible. Otra dirección en la brújula de su vida y
el rendlado hubiera sido muy distinto. El efecto,
no depende, ec<mo lo pretende Reyles, de la canti-
dad de verdad y mentira que hay' en los principios
imipulsadoi^es de su conducta, sino en otra fuerza
que no llega a avizorar con claridad. Tóeles renie-
ga contra todas las normas inteleetualistaíí que cau-
saron el fracaso 'de su vida, sin notar que se en-
trega, tan . indefenso y con tanta ingenuidad como
antes, a otras noranas intelectualife'tas ; y troca su
engaño, al salir de la embriaguez profunda en que
lo habían sumido unas eitiantas palabnaéJ represen-
tativas : Dereoho, Ideal, Democracia, Altruismo, por
otra em'briaguez semejante que le caufían en su es-
píritu otras palabras dle idéntico valor impulsivo :
Fuerza, En-orgía, Libertad, Egoísmo. Ouéstale mu-
cho, como es lógico, abandonar definitivamente la
senda ,porque ma rehaba confiado y aún en plena
( \olueión, ouando su espíritu miarcha a velas dieí*-
72 ALBERTO l.ASr'LACfíS
plegadas haeia los miovQs den-oteros, cae Ciii ajiiar-
gos .minutos de duda, en hondas crisis puññcantes ,
que amenazan llevarlo a la dii^esperación, pero que,
en cambio, lo condiucirán a la salud.
Poco a poco se serena y eiwpren/de valientemente
la ruta en el fondo de la cual brilla como un sol
el éxito que desea como a una mujer, desipués de
quebrar a su alredledor todo lo que pueda recor-
darle un pasado (lue oree aliora abominar tanto
como antes quiso. Nada más natural en un hombí .
en plena madurez que pronto comenzará a descen-
des por la ásp'Cra montaña de la vida, al extremo
de la cual albre sni inmensa interrogación nunca
contestada el mar misterioso del que no se retorna
ja'inás. Tocleis .se vuelve juicioso y razonador, frío
y' duro. Abandona suíí viejos ideales pero los aban-
ilona con lágrimas en los ojos, como el que se des-
tierra de un lugar querido en donde ha sido
dichoso. La misma obra vuélvese asá contra el pen-
samiento obsesionante del autor. El psicólogo de-
rrota al doctrinario revstaibleciendo el natural equi-
librio de la fábula y encajándola en normas reales
y no violentadas). Ajsí, cuando Toóles responde a
^Mamagela que lo interroga sobre si se confonnará
eom el destino que le aguarda, afirma él, con una
voz qne hnimedecen las lágrimas, que desde ai¡;
no edificará m'ás castillos de naipes. Una noidie,
guiado por la fuerte voluntad, que e^ un aspecto
nuevo de su carácter, albre la maleta en la que guar-
da los manusicritos de miuehas Obras malograda^*,
en las que vertió lo mjejor de su espíritu, y melan-
cólicamente los despedaza, jurito con cartas y otros
OPINIONES LITLR ARIAS 73
•ecuerdos efe amor que yacen juntos em aquel rin-
lón en el que amontonó sus sec- rotos más queridos,'.
)bra como un sonámbulo, como im místico, imipul-
iado por una fuerza extraña en él, ante la cual no
^osee defensa alguna. ''Aquellos papeles amarillen-
os, cuasi caidavéricos en los que su ardiente juven-
ud puso tantas .faátuosan esperanzas, su coraz(')n
anto aanor, su iinteligiencia tanto getneroso desva-
•ío, se le antojaron los restos mortales de un alma
'enecida. ¡ Ouántais grandes ilusiones eabliam en tan
jefiueño espacio! pCuántos muertos en tan breve
'o-sa...! Uno a uno fué sa^c&ndo lo&' legiajoi^, los
'nademos, los abultados paouetei? y luego de leer
;al cual página, y'a reoobra'dio, las rompía a todas
Y arrojaba al canasto con sombría entereza y ma-
no temblorosa pero suimisia al mandato de la vo-
iintad. El últiano paquete, el iniás voluminoso, es-
aba sellado y lacrado. Eran cartas. Al desgamair
la envoltura del papel de seda que las contenía
cay'eron sobre la mesa muchos pliegos iperfumados,
m retrato de m,ujer y algunas flores secas, desco-
oridaa, próximas a deshaicerse en polvo. Tóeles
contempló largo rato la candida niña die ojos so-
ladores, boca infantil y cuello como el tallo del
lirio. Esa pequeña eabeicita, miurmuró, tuvo mis'
fielbres ; esos labios no mintieron ; esos ojos se lle-
varon al otro mundo la encantada imagen del hom-
bre que ella, ella so^la veía en mí y" que yo hubiera
queriido ser. Luego estreehó el retrato contra su
corazón, lo besó con frenesí y lo rasgó también".
Oon esta escena simbólica termina la obra, coin-
cidiendo con el final del proceso psicológico evolu-
74 ALT5EUT0 J.ASPLACES
tivü de Tóeles'. Est^c «e ha librado de la 'pesl(
iiuuitiea, espiritualista., igualitaria, quie nuil
sus más nobles y jóvenes energ-ks. Cada iin
lc3 'demás pensoiiajes de la obra tiene su va!'
ptícial, pero ninguno el relieve del protaig^i
Main-ag)ela, la síuegra, es una paisana lal1)oriosM,
cliaraohera, práctica y alegre que empuña conj
tantas otras similares, con mano firme, el time
d'el hogar qu^e prospera gracias a su iasltinto
guro que la ha hecho .^.Ivar lo»s más diJPíciles esc
líos. Tráela a propósito Rejies a la novela, pai
hacer que esta mujer ítencilla, semi-ignora-nte, pe:^
dotada de grandes virtudes prácticas, sirva d
contraposición a Tóeles y hasta sea su áncora i)r(
picia en difíciles instantes de naufragio moral
iMamagela llena páginas enteras del libro con ^
personalidad siianpática y movida, simple y arm(
]iiosa ycon su palabrerío pintorcsico, con suá sei
toneias de corte pei'ogrulle'ícc, pero sanas y si^
taiieiosas como fruta del eaímpo. En eaml)io Re]
les nos ofrece una canicatura indigna en Aniah
la maestra, la nmjer i-JIe Tóeles, débil y pedant
simiple reflejo de los errores de slu marido, sin pe
sonalidad ni brío, uin pobre ser, víctima taimbié
del intelectualismo y del nefasto venieno que vié
ten los libros en las alma/i inferiores;. Este pers(
]iaje, es un grueso error de novelista que ha e:
tremado en él los tonos oíJcuros hasta ofreetenn<
un repulsivo haraipo. Por el contrario, tiene la fu el
za de una figura epopéyica, el caudillo bravo
adusto, Pantaleón. producto sintético de nuestj
gauchaje levantisco, que no concibe la vida sit
OPINIONES LITERxilíIAS 75
a caballo y con uifa laa'ga lai.za eiitne los fuertes
doJüs, y que niientras dura la paz sólo se ocupa
de prepararse "para la otra''. Todo lo que se re-
fiere a Pantaloóii está pintado áe nrano maestra,
sobre todo slu muerte épica que forma una de las
ipartes más emocionantes del libro. Hermosa tam-
bién la tragedia de Primiti/vo, el paisano dotado
de todas las virtudw serenas, que ve quebi-arse su
vida por una honirl^ conmoción pasional que la
vuelca totalmente ol)ligiándola a seg'uir rutas an-
tagónicas a lai^ que. hasta ahora holliara. Hay' algo
áéi fatalísimo g-riego en el destino de este persona-
je abatido por la desgracia como el buque por la
tempestad. Los demás tipos que presenta Reyles
llenan el cuadro comipletándolo y dándole vida y
movimiento como conviene a una nairración no-
velesca .
El estilo de "El Tierniño" es como todo el ule
Reyles: musculoso y hrillantye. No ateusa por lo
general la ipreoeupaeión laboriosa del artífice que
se empeña en busoaír la originalidad, pero la al-
ean?3a, aunque no icon tanto éxito como en "La
muerte del Cisne". Salvo algunas frasJes de evi-
dente eontor.-iión y de muy' dudoso gusto, como
"oíase el silencio caflUipesino", y "ni una ehiapa
de viento", el libro está escrito en leoiguaije rico
en palaibras pero claro, conjciso y de oportuna y no
i'^icairgada adjetivación. Léese con gusto, aún cuan-
do no se participe dle sus ideas filosíófieas, m. se
admitan sius conclusiones ideológicas, ni se enjouen-
tren bien ciertas libertades de leiKguaje que a
nuestro parecer afean innecesariamente algunas
76 ALBERTO LASPIiACKS
páginas. Todo lo enal quiere decir que la obra m'
lee cou placer poríiue posee un real valor literario
y por lo cual se va a imponer a la eom^ideraicióii
del juicio d'e sus contemporáneos, y por lo cual
tnínibién "El Terruño" no va a ser olvidado de-
masiado pronto. En resumen, esta obra se nos
presenta como un firacaso para el sembradior de
iiTeas, para el dootriinairio de um nietzscliianisnno
utópico, excéntrico y' sin base, al mismo tiempo
qtie como un nuevo triunfo para el narrador, para
el literato, para el hábil artis'ta de la frase que
siempre lia habido en Carlos Reyles.
Enero de 1917.
El '^^ Ariel" de José Enrique Rodó
Ariel, genio del aire, '^preso en bronce", está
taiiiibién contienido en la serena prosa de este ser-
món laico qme Rodó, en el pináculo de su talento,
dedicó a la juventud de Hispano- Améri-ca. Si al-
guna vez se ha cantado oon mística unción la su-
premacía del alma sobre la materia, ha sido ésta,
que recuera tanto a la sátira casi peeíLmista de
Renán, amargado por el triunfo momentáneo del
bajo espíritu. Rodó no pronuiicia su disicurso ante
la juventud que lo escucha absorta, pendiente de
la magia amable de su palabra : lo ofi^cia. Va(?o re-
pleto de miel dulcísima, sólo sabe dar lo que guar-
da, suavemente, como un río que se desliza por un
plano insensible, entre dos orillas' pulidas y ar-
moniosas. No hay una duidla que como uma piedra
forme un remolino que enturbie la dulce corrien-
te. Desde el principio al fin^ el mismo tono dis-
creto, la misma frase cálida, el misnno giro musi-
cal en que se adivina el horror por lo detonante,
lo nervioso y lo inesperado Se comprende que
marcha sin brusquedades por una ruta fácil que
no llaga suá pies, y que sus ojos están fijos en una
estrella que lo atre con fuerza iri-esistible. Si el
78 ALBERTO LASPr.ACES
■secreto ele la trasmisión de ideas y sentiiuientrw lia
querido hallarse en el eapeetáeulo contagioso de la
aAitosug'estión, nadlie se liia presentado a la lucha
con mejores armas que Rodo, enteramente posteí-
do por su va/íto ensueño, primera víctima de sai
propio culto. Ha convertido el aula en templo, y'
en él, desdie una pemimTíra discreta y agradahle
predica a la inquieta floración humana que pron-
to cuajará en fuerza integral, las buemas parábo-
las de su evangelio. Sujeta con mano firme aunque
acariciadora el potro piafante de ardientes remos
y lo inicia en los primeros misterios de su resipon-
yabilidad. y dieja en él, (x>mo una esipina claivada,
la conciencia de los deberes ineludibles que poco
a poco doblegarán sus espaldas, a medida que la
existencia vaya tomando la forma de una estatua
en la que grabe sufí líneas innutables el incompa-
sivo cincel del tiempo.
"Aíriel" apaireció por primera vez en 1900. Ro-
dó no contaba entoiuices miás que con veiintioetho
años. Pasma pensar que estuviera ya en sólida vi-
rilidad intelectual y que su cerebro hubiera podi-
do adquirir el repaso, la sobriedad y' el equilibrio,
— dones de adulto, — en plena juventud física
todavía. Es verdad que ante^ había ofrecido a la
adiniración de suá contemporáneos varios trabajos
repletos xle savia jugosa, de erudición selecta, y es-
trem^ecidos por una noble inquietud estética. Se
imipuso de golpe porque tenía que ser así en un
í»mbiente de fáciles improvisadores, de perezopos.
imaginativos, Idie in^fecundos iconoclasta^. A tira-
vés de su prosa eadeneiosa, se descubre al medi-
OPINIONES LITERARIAS 79
itivo agobiado [)or sus nobilísimas preocupaicio-
es, buscar la fuente .sellada, golipear la Eiífíngc
uiida, ton voluntad intloiiialde, lleno de alegre es-
eranza. ün iiii.piiso irresistible hizo die su juven-
jd un noviciado austero y se recluyó en coinpa-
ía de lo,s gramdcs espíritus a la edad en que to-
es los demás dispersan sus energías d-esbordan-
a en locas y desaforadas' empresas o vibran como
17)88 íícnoras a la caricáa prof unidla del Amor.
*ara la vida tuvo siemipi-e Rodió una mirada aviesa,
onio de reojo, como convencido de la inferioridad
;e sus pi'e-cntes aute los que gustaba sibarítica-
lente en el tibio rescoldo de su pacífico estudio,
arrastró su materia como un fatrdo del que no se
)uede prescindir, olviicMndose totalmente de ella
' teniendo para siis impcriosidados, cuando anas,
'\ gesto resignaido del que cuniiple a la fuerzía. Pe-
su visión fija en deslumbradoras iperepectivas,
lecoró su existencia con generosa;^ compensaciones
' llenó su alma áe músicas inelfables y' lo nutrió
on el sustancioso grano de la siaüwduT'ía. El ocio,
— actividad aristocrática, — que con tan suges-
iva elocuencia aconseja, no fué para él un oasis
ñenliechor y tranquilo entre el mar a^itaidb y tem-
:>estuoso de la vida. Fué ^ vida misma, su no-
>le labor, su vocación ardiente contra la «ual no
teíDÍa defensa. Si alguna vez intervino' en Ids
isuntos públicos, hizo suyas las incógnitas comii-
lea e intentó compartir las inquietudes de las nm-
O'hedumbres, no dejó por eso die habitar su pa.í^ de
ensueño, al que hubo dte retomar al fin. ascjueado
y herido, despuésj de una áspera lucha sin gloria y
80 ALBERTO liASPLACES
sin premio. De su contaicto oon los liombres no He
AX) sino reeuemclbs brutales de feas luchas en (iiie s
agotan todos los medios; de encontrones sim pie
dad, siii belleza ni encanto. Su ideal lieflénieo d
la vida no podía conformarse a la realidlad y' pd
eso. aun([ue ludió con ingenua buena fe, hubo d
retirarse vencidio sin que se le comprendiera, des
pues de una larga tarea estéril, p'ero sin compreii
dier él tampoco, sin atinar un momento a i'0.mo h
de moldearHe la masa humama para esperar de ell
las más rubias ocsetchas.
"Yo aeré el espíritu intermitente de la Natura
leza. Seré el azul del mar. la vida de la planta, e
perfume de la flor, la blanca nieve de los ventis
queros. . . Necesito de besos más castos. Todo idea
lista será mi ajmante; toda alma pura será mi her
mana; yo seré la nieve virgen del seno die las jó
vene-;; seré rubio en sus cabellos* de oro. Florecerí
con la rosa, seré verdle en el mirto, perfumado coi
el clavel, pálido con el olivo' . Rstas palaibas sor
de Renán completando el símbolo de Sliakei'Jpeare
Ariel es, pues, la poesía. En cuanto a Eodó. lo de.s
cribe así: ''Ariel, genio del aire, represe(nta en e
sim/]>olidmo de la olira de Shakesipeaire la piarte no-
ble y aiada del espíritu. Ariel es el imvperio de k
razón y el f'enti.miento soibre los bajos estímulos ét
la irracionalidad; e'^ el entusiasmo generoso, el mó-
vil alto y desinteresadlo de la acción, la espiritua<
lidad die la eultura, la vivacidad y la gracia de h
inteligencia, el término ideal a que asciende la se-
OPINIONES LITEKAUIAS 81
j ieocióu humana, reetifícaiido en el hoiiiibre superior
ilo¿>' tenaces x-estig-ios de Calibán, símíiolo de sen-
siialid'ad v' torpeza, con el cincel perseverante de
;la vida". Para su oración a la juventuid., Rodó ha
.crL'ítalizado en un sínuliolo su ideail. en un símbolo
de inmaculada pureza qiüe puede conoentraír ante
la atención de los discípulos una norma definitiva
y señalarles una senda de la que no habrán de vol-
verse ya. El escritor es, así. un profesor de moral,
:Con los labios deííbordiantes de miel, un maestro
que hr.ice pensar en el Akíidemos y en el Gimnasio
y ([uc perpetúa en nuesti'a rtiad de oro y demo-
cracia la leyenda de los inmortales peuisadores de
1,1 Tlélade que lo eran también de Himeto. En
"Ariel" la moral se despoja totalmente de su ea-
rÁeter dogmático o religioso y' se acomoda a la es-
tética como el licor al ánfora que lo aprisiona. El
■buen gusto, la suavidad, el liorror por lo vulgar y
I lo groííero, el cultivo diel reino interior, el ocio que
L de])e vS'er ])ensar, soñar y admirar, tales son los
I vértices de e-^ta doctrina que destinó a florecer
en el jardín de la juventud, normas de conducta
simples y severas como las líneas ascenicionales de
una columna dórica. Verdadero programa de
aristos que no pla.íínará jamás en la mayoría de
los hombres y que mfueho menos todavía, compren-
derá la juventud (pie íie caracteriza precisamente
por el obrar apresurado y violento, por el desdén
a lo pulcro y' a lo medido y por el odio al ocio.
82 ALBERTO LASPLACES
Quiere autetodo Rodó, desarrollar en la juven^
tud el ideal eistéti'eo, d. buen gusto armonioso, la
comprensión de los ritmos profundos y encanta-
dores de la belleza. Toda la paiTmiera parte de
"Ariel" oriente su proa hacie las países del arte
y es como un blanco propileo die las demás. "Ye
creo indudable, — afinna, — que el que ha apren-
dido a distinguir de lo delicado lo vulgar, lo t'ec
de lo hermoso, lleva hecho media jornada para dis-
tinguir lo malo de lo bueno". He aquí un con-
cepto de la ética hsjíta, cierto punto original, con
eefpto que también 'puede extenderse, — diesde qu<
son cienciag que en gran pairte dependen de la éti'
ca, — a la Política y a la Sociología. Por eso pro
testa sua^'e pero ñrmemiente, contra los avances d(
la grosería materialista que iiívade todos los díaí
nuevos dominios, empujada por un falso conceptí
de democracia que es igualdad de idbrecihos frente
a la eolecti\'id!ad, pero que no puede ser nivela
ción de aptitudes. Democracia morbosa la llamí
«se joveu y admirable Ortega y Gasset en una re
quisitoria amarga e inspirada en la cual se eoloo!
cía si en el mismo plano del autor de "Ariel"
"Al amparo de la noble idea die la democracia -
dice Ortega, — se ha deslÍ2?ado en la oonciencij
pública la perversa afirmiaíOión de lo bajo y de li
ruin". Tal peligro quiere evitar Rodó, peligro et
el cual es más fácil que caigan las juventudie^
amerieanaá, en sociediades que carecen de la basj
de una cultura secular, en pueblos que van cr(
ciendo al azar, a tropezones, sin plan ni conitralo:i
9,biertos v' propicios a las fáciles sugesitáones d'ii
OPINIONES IJTERARIAS 83
instinto, más imperiosas qu'e las del sentimiento y
][ue las d'el jnitelecto. No hay más que airrojar una
pairada ¿"obre nuestra juventud de hoy, absorbida
bor subalternas preocupaciones, para comprender
lasta que punto tiene rarón el nolble afán del sua-
ve maestro. Lo grosero eis humano tamibién, quizá
:0 más humano desde que es una emaniaeión vital
ie la misiim animalidad. Pero la cultura que ha
ieeho posible la vida creando el Derecho, nos ale-
ja eada día más de la l>esitíi a lidiad primitiva, sin
violar la génesis de donde partinnos'. La historia
iel progreso huma/uo no es otra cosa que la, his-
toria de nuestro perfe<teionaBviient« paulatino y sc-
■^iTO, entendido como una liberaición de las reali-
dades arcaicas. Fantaseaba generosa y l)rillante
ipero erróneamente Juan Jacobo cuando aconseja-
oa, el retorno a la Naturaleza viirgen, sólo propia
la los animales y a los salvajes', incapaces de enten-
iderla ni die adiaptarla. Allí donde existe unía chis-
ipa de inteligencia briscase de inmediato la armo-
nía y el equilibrio que parece desconocer la Na-
turaleza. ¿Qniérese nada menos natural desde el
punto de vista originñrio y estático que el Arte
y la Ciencia, esos dos pilares fundamentales de
nuestra civilizaeión caucásica, dominadora de la
tieiTa entera?
Resiéntese ''Ariel" en esa parte, sobre todo, dIe
indecisión, de falta de virilidad y energía. E«
ama divagación erudita que no deja detrás de sí,
iino el recuerdo de algunos conceptos felicies ver-
tidos en frases brillantes. Pcicas veces se Iva lle-
ado en nuestro idioma a uma eaid'encia tan dulee
84 ALBERTO LASPLACES
en el enñazamiento de las ipalabras. Las íiaM-
brotan serenas sin piiesentar la violencia de la
isaltos bruscos ni la inmioivilidad malsana de la
estanquies. Las metáforas al^iindanteis y oportu
ñas contribuyen a aclairar los coiniceptos o»^ouros i
difíciles y' abren aíraenndiO floridas ventamas a lo
anchos panoramas de la poesía. La lecttura á
esas {páginas impeealbles liace el efecto de un bañ'
tiibio y adonnilador. Porque la proSfei de Rodó, —
y ese es el defecto capital qwe le hallo, al empleattj
la en una em;presa de entusiasi)io y de orientación
— ^er-í de inia impasibilidad siípenluiimana. Las ps'
labras que se deslizan sin una inliairmonía, no so
las amájs apropósito para desfertar el instinto ge
nero^o que debe estrem^ieer la sangre irapacient
de los brazos nuievos. Ninguna imperfección peí,
dona en el claro cristal del estilo, pero tampoo
se deja llevar por la pasión ni por la eapontane
dad que caraeteriza]! la accióm dinájmioa y feíciui
da de la juventud. Esa 'perfeeición ailcajnzada pe
nn cultivo paciente y extraordinario del intelecto r
deja falla posi.ble para que se introduzca en U
cerebros ni una gota del esipeiso vino de la sagraidj
demencia pasfional que ajita en los corazones hii
manos violencias angiistas y' que eá el único iii
pulso renovador capaz de mc-difícar el aspecto ti
lar> cosas y' de extraer ignorados países die la ii
cógn.ita inexplorada de ]m océano^ desconocido;.
"Ariel" no impulsa a la acción sino a la meditj
eión, lo cual no es propio de la edad en que tot|
arrastra al asalto, al amor o al sacrificio en una e
peeie d!e embriflgnez in-eííistiblo y vil>r)ante. H1
OPINIONES LITERAlíIAS 80
¡era sino necesaria más viva<íiíliad en sus palaihras,
iiás robustez, más fanatismo, niiás de ese fanatismo
ue lo liorroriza al verlo a;plieado a priocáipios que
D disgustan, pero que e^", ha sido y será síiempre el
errio de acero de todos los avances colectivos, la
auíiía primera de todas las realizaciones morales, re-
giosas y políticas y del cual escribió Darío en un
loiiiento de luminosa s¿ncei¡dad: "el fanatismo
n cualquier terreno, es calor y la \'ida ; indica
me el alma e^tá tedia entera en su obra dle elee-
"ión. El fanatismo es Cil soplo que viene de lo alto,
iiz que irradia en los nimbos y aoreola^s de los
antos y' de los g'enioR". Así se explioa que Re-
ían admita que el cristianismo triunfó en el mun-
'.0 pagano, no por Cns'to, figura débil y decorati-
a, sino por Pablo, ese fanático enérgico e ilumi-
kado que había de repetirse siglos después en Pe-
Lro el Ermitaño y en Ignacio de Loyola.
Hay en "Aiñel", exageración dé intelectuailis-
ao y falta de comprensión, euanjdb no impctrdona-
ile desconocimiento de los gravísimos iproiblemíiñ
^ue perturban la conciencia de la haimamidad con-
em'poránea. Hay nioanentos en que la diseirta-
ión iimrece dirigirse a seres de otiro nmmdo. Nii-
rido por Renán, Guyau, Emerson, Comtc, Tarde
' Carlyle, ha qu'cdado evidenteüuente un poco
wtrás, no en el mundo cM pensamiento que no
iene época, sino en el de las soluciones sociales.
\^o parece darse cuenta exacta de la complejidad
liel mundo moderno y no babípudo descendido a
ienipo al estiérool d^e la \i<i;.. coano diría Alana-
uerte, dtejó cristalizar en su cerebro una visión
86 ALBERTO LASn.ACES
falsa y totalmente subjetiva do la realidaicl'. Aitc-;
mete, — con Comte en la mano, — continai la di-,
visión del trabajo que obliga al lionubre a llevar ■
a oabo una tarea sola, lo que produce "espíiritusl
muy capaces bajo un aspeeto úniíeo, y nijonstruosa-
mente ineptos bajo todos los otros". Eiarte aiiLMi
mentó, repetido por Le Bon, no indica .simio una
consideración siuperficial y' capriciliosa. Gooitesta
victoriosamente Novieow: "Cuanto más auttoTná-|
tico es un trabajo, máá lidjire es la inteligenioia que'
lo realiza. Cuando la mano ej-ecaitai incoaisKáente-
mente la tarea diaria, nada impide a la iímagina--
ción trabajar y remontarse a las regiones más ele-
vadas". La división diel trabajo ha sido impuesta
por el maquinisimo, y éste no es más que un as-
pecto de la prodiucción de la riqueza y de la cul-
tura superior. ¿No hace girar Marx toda su teo-
ría del anaterialisimo liistórico alrededor de la ola-
&'e de medios de produc/eión de que Jia idfijspuesto el
hombre en las distintas épocíis? La división del
trabajo, fenómeno eminentemente contemporáneo,
no síólo liberta esperitualmente al trabajador si-
no que al hacerlo iníinitamerite más produictivo,
acorta las horas de su tarea y le permite que sui
vida sea muctho más digna, más variada, más be-
lla, más huimana. Deibería probar Rodó, — por
ejemplo, — que el traibajaidlor del campo, entrega-
do a una labor integral de distintos aspectas. es
más inteligente, más aipto, más progresista que eJj
obrero de las fábricas o que el profe^onal y qu€¡
es por lo tanto una cifra de mayor valor en e]
campo social en que actúa.
OPINIONES LITERARIAS 87
Alucinado por ^Vtenas, la ipresenta a m-eniido
eoaiio un ejemplo único para la juventud, También
en esto pisa un terreno sin eonsistencáa. Poír mu-
cho <iue los eápe>otlíiculos que nos ofrecen loe pue-
lilos va desatparecidos en la historia, sean atra-
jTcnte.s y sugestíonadores, es servil y estéril su
iinitaci<'jn. Recordemos unas frases de Rafael Ba-
rrett : ' ' tal vez niuastra época deje de ster cristiana
pero no sería paríi volver al pag-aniíaiio helénico.
¿Volver a Grecia?; ¡qué horror!" Ilaiy mía dife-
rencia t'orniildlahle entre el hoy y el aiyier. ]\Iae¿iiu-
lay quería inspirar los iprograanas de instnieción
en el espectáculo de la vida pública de Atenas.
Los iniglcscs del>erÍ!an levantarle una ejitaíua por
no haber realizadio semejafnite pensaimieoito. . .
Nuestro deher está en crear vna. civilizacdón nue-
va, en remozar los viejos moldes* con la audacia
triunfante de nuestras iniciativas. La vida no es
una conteuiiplaieiíSn sino una aicición. No h'«(!iw
irnos cumplido con nuestro d^táno si .sólo heouos
atánado a copiar ej'em.plos ilustres que, por otra
partee, llegan hasta nasotros modifieadloá por el
cristal kteformador de la distancia. ]\ráiramos así
lai^ ediades que fueron y nos las rep resentíamos in-
completamente. La historia diel pueblo ateniense es
aidniirable, sin duda, j)ero sus caraetcirísíticat? no
nos prestarían hoj' utilidad aJgiuna. Estamos mu
olio más allá de sus político"?, de sus Licurgos }'
Pericle^, de sus artistas, de síus Horneros y' de sus
Praxitelea, de sus sabios, de sup Platones y sus
¡Slíjicrates. Cuando la recordlamios, suprimianos a
sa¡bienda.s sus defectos, sus lacras, suis imtperfec-
88 ALBERTO LASPr.ACKS
ciones. otro criterio 'parecitfo es el de aquello.s íiue
■en alas de la imaginación veix en lia Edad Media
otra épooa superior de la Humanidad, superior a
la actual, se entiende, no inter!i>retándola sino ci-
TTio propicia a las^ héroes y' a las caiballeros: Hn-
landos y Bayardos. Garios Roxlo, ha escrito unos
versos en que desarrolla ese pensamiento ingenua-
mente unilateral, diciendo en caimibio uma verdad
in/controveriáible : que él no es un hombre de mues-
tra época de hierro y socialismo. Debemos soste-
ner la primacía de nuestra, época, sobre las pasadías
«alvo el confesar nuestra esterilidad y nuestra im-
<l>atencia. De mi parte creo que nimguna ha exis'-
tido conno la presente, más activa, miás viviente,
más somora, más mnltifoi-me, más artísltica., con
sus nituiltitudes agitadas por vastos y formidableB
ideales de perfedeión, con su ciencia imponente y
maravillosa que roba eadia día a la NaturalesKi. un
.secreto que tenía celosamente guardadlo, y con su
solidarismo adirairaible y promisor. Ninguna época
más vairiada, más rica en aeontecámientos, más re-
belde, más humamia. Debemos enorgiullecernos de
haber nacido en ella.
"Guando el sentido d"e la utilidad y del bienes-
tar domina en el carácter de las socáedádes hn-
mainas con la energía que tiene en la ipresente, los
resultados del aspíritu estrecho y de la eailtirra
unilateral son particularmente funestos a la di-
fusión de aquellas preocuipacáones pnirameute
idealft'í que siendo objetos de amor para qtuif^nes
les consagran las energías más noililes y pers^ve
rantes de su vida, se eonviertrn en una remoi? y'j
.1
OPIXIOXES LITERARIAS 8H
(iiizii no sospeeliada región para iiiiia iiiiiie:::;^
)arte de lo« otros". De estos páiTafos einai*ge,
ilarísinia, una eapriohoisa subversión de la rvíiU-
latü. Los garandes ijHieblos de la liistoria, los (pie
eraron a las edadeá siiteig^uientes iiniperecedorcs
esoros de su existencia, los fecuntdos em todos 'os
taitnpcs del Arte y de la Cienioia, íuieroini sienripre
>ue1)los enriquecidos por el esfuerzo bumano, piie-
>los que desarrollaron y conouistiaron sus riqne-
?as por su labor material y' su aspiración priino-
irónita por el bienestar. ¿Qué son, al fin y al eabo.
ú. Arte y la Ciemoia sino aspeotics superiores del
3ienestar? Olvídase demasiado amenudo en S.^aio-
ogía la acción frecuenteauente idjeteisiva die lo<^ t'a<:-
;ores estáticos para conioentrar en la initeligencia
lisiada, — sigo así como uTiía iellw?pa dSvina —
todo el mérito de los po^tivos avances. Grecia
?ra ambiciosa y rica, tenía una iposieión geográfica
admirable, su clima era dulce, mm!ve y' corditi], y
ele un lado las montañas la defejidían de los bár-
baros mientras que de otro el mar azul era una
fácil ruta hacia las opulentas factorías m^editerrá-
neas. Sus hijos eran prodaictores, comerciantes y
marinos. Su aotividad) brillante e imcansíable, sus
audaaias y su inteligencia explican a Platón y a
Anaerconte, a Pericles y Deiiióstenes, Eil siglo de
oro español surgió tras la victoria militar sobre los
moros y tras la unión niajcional jurada ante la
ruina del trono del último de los califa^ y no o1ie-
deció sino a empresas políticas, que bien materia-
les e inmediaitas son. Y cuando España emipobre-
eió. agotiida por América — aventiiüra demasiado
90 ALBERTO LASPLACES
grande para »u robustez — y por los errores nioi'-
tailes de la expulsión de sus luoros y sus ju|tDío^',
que eran los únicos que ^e oc'Uipa¡ban en la penín-
sula ide esas cosas puramente materiales que ¡is-
quean a Rodló, descendió ráipiílaanente en todos lo-,'
órdenes de la vida eolectiv^a, iso])re todo en la ca
paoidiad intelectual. Las Praneiais niáis brillantes
del Arte y del pensamiento, ñieron ^paralelas a las'
grandes conquistas niateriales' de sius habitantes y
hasta, para un buen ob&er\^ador, producto,' direc-
tos de ellas. El sentido de la utilidad material do-
mina en nuestra época a los pueblos como los do-
minaba ayer, como lo dominam siempre a no str
que se debilite en elloB el instinto de ciO'nservacñ<'»n
y le^ sea indiferente morir. Lo que Siueede es fino
en el e'ítudio de las sociedades que fueron se i f
curre a los 'ejemplos de los ciudadanos griegos y
romanos y de otras niaeionalidiades, en que la la-
bor juaterial era o])ra de esclavas, parias y sier-
vos, células iniferiore^ de la sociedad que se ocu-
paban die los muy humildes pero muy impreHcin-
diibles menesteres, mientras los señores invertían
su oeio forzado en guerrear, en filosofar o en ga-
lantear, tareas re^/em^adas a caballeros y no a es-
cuderos!. Y se olvida, crueilmente, al lado de esa
minoría todo lo brillante que .se quiera pero ali-
mentada, vesitida y' sostenida por la masa sin per-
sonalidad, a toda esa gran mayoría desdeñatdia por
los filósofos helénicos y azotada por los señore-s ro-
manos, que fué en esa época como lo será en to-
daíí — pe^e a Carlyle, — el verdadero pilar, la
obrera por exiceleneia de la civilización.
OPINIONES LITERARIAS 91
Nuestra eciiad luotlerna se caractieriza uuis que
liiiguna otra, por la desapai'kión progresiva de
jsos brillantes priWle^ajdos que podáan dedicarse
)or completo a las más altas tareas por obra de
a sumisión inquebrantable de las nraltitudes. El
loseo del bienestar material en superior al de otras
jipoeas por la sienicilla razón de que es niá,s a,ceiesi-
Áe a todofl y porque los nuevos evangelios demo-
írátieos, santamente niveladores, afirman el de-
reolio a gozar de la vida por la simple calid'ad de
aoanbres. Esa ansia será tiod(. lo brutal y antáar-
tísica que quieran los pudibundos estetas, pero en-
v^uelve un ideal de mejoraimiento de la existencia
:iue ellos mianos no pueden negar por niuiolia su-
tilidad qne empleen en sus razonamientos. No
puede haber disensión ninguna entre si es supe-
rior una humanidad aínbieiosa que 1 albora febril-
mente para hajeer una vida más descan,sada, más
bien nutrida, más variada, a otra en la ciual la
gran mayoría síe resigna a la miseria sin esperan-
za, a la esclavitud sin redeneión. Allí está la be-
lleza de la lucha, la poesía de la ascención hija
del esfuerzo y del trabajo ; aquí el dolor oscuro e
irremedial)le, la oscuridad eterna., la feaWád y la
muei'te .
No se quiere convenir taimuweo, al juzgar las
realidades del presente momento histórico, en que
nos encontramas en plena época de transieión en-
tre un mundo, el cristiano, qut' miuere y otro mun-
do, no sal>emos eual, que aTiianeoe. Y a las' éipo-
cas de transición, a semejanza de aquellos fabu-
losos cataclismos que ocujpan los espacios entre las
92 ALBERTO LASPLACES
grandes eius geol<')g'ifas, eorresponcleii luchas As'-
peras y (ínconadas, vastos eom¡bates, Ijatallas cojiti
niias y mortíferas. Todas la.s graiiideí» (•iviliza..'io
lies han oulininadb a su debido tiempo, cuando su
período normal de orecimáentc hiubo concluido, y
no en plena gestación. Rock' no parece darsíe
cuenta de esta verdad tan sencilla, para compren-
der la cual no es nieoesario d)sponier sino de sieur
tido común. E insiste en aeonsejar a lia juventud
de nuestro tiempo las virtudeh adiátas klle los pue-
blos que llegaron a la seirenidad de sus» destinos"^
alcanzados, a la sensatez matural que da la expe- j
riencia propia, erigida sobre infinitos tropiezos eli
infinitos triun/fos. No sierían puelulo^ niuevoiíi ést^^s
si sus hijos puidieran compararse en méritos» sus-
tanciales a aquéllos que dieron lustre a los más i
adelantados pueiblos qiie recuerda la historia. Cum-
plen con su misión hoy, edif.cantllo penosa pero ale- ^
gromeute los cimientos de una civiliaaeión que '
cuando llegue a su pleoiitud tendrá sai cultura y' :
su arte originalesí, su ética suiperior y su concepto '
jn'opio de la vida. Aquéllos, podrán entregarse ;i1
ocio que acon!^«ja Rodó como refugio libera doi
beato del espíritu. Entre tanto, los brazos hoy'
deben descansar mientras haya selvate víi^enes,
camipos improductivos y desiertos, miares inexplo-
rados; iiuientraíí lejanos y misteriosos oestes ofrez-
can a la aitdacia del hombre bravo y' fuerte, la su-
gestión maravillosa die sus peligros d(esconc«idos ;
mientras todo sea, como lo es todavía, un estimulo
provficador de las energías vibrauito'^, un mar
OPINIONES LITERARIAS 93
aliierto generosamente al filo agudo y alegre de
las proaá viajeras!
La segunda parte de "Ariel" constituye una
loíitii linaria suave pero inflexible contra la demo-
cracia triunfante. Espíritu sielecfto y armonioso,
desearía ver al mundo ordenado por otrais manos
y convertido ixn- la aristocracia del talento, ciega-
mente obedecida, en algo así 'Como una bella estro-
fa sin disonancias. Auntque intenta refutar a Re-
nán, cuando éste cierra, en un libro implacable,
contra los aivancí^ de la pambeoeia nroudhomiana,
no hace más ([ue a|>untal:ar cr<n nuevos arguimentos
la tesis aristocrática del filósofo francés. Al prin-
cipio ensaya una diofensa de las cosas tóales ouale;
.son. esgrimiendo un razonau/iento que inmoviliza
a todoá los posteriores, pei'o apesar die ello vuelve
hacia atrás e insiste en el gesto asqueado, el deii-
precio severo, la condena,ciói' irreductible. Alár-
malo la faeiliiliad con que triunfain los medáiocrew,
como escalan los pueetos que deberían re^rvarse
a los espíritus de excepción, capaí*eíí de orientar a
las sociedades hacia sus verdaderos destinos. "La
seleedón espiritual, el enaltecimnento de la vida
por la pre-encia de estímulos desinteresado^, el
gusto, el arte, la suavidad de las costuanbres, el
.sentimiento ñe admiración por todo pei'severante
prop<>sito ideal y de aeataimiento a toda noble su-
premaicía, seiá'n como deibilidador^ indefensas allí
donde la igualdad social que ha diestruído las je-
rarquías imperativas e infundada.-!, no las sustitu-
94 ALBERTO LASPLACES
.\'e oon otras que teiiigan en la influencia moral si
úni<30 modo 'dle dominio y su iprinieipio en una ola-
sificación racional." De ahí, pues, la nieeesidad d(
las jerarquías naturale-s que ha querido y preten
de hacer desaparecer la democraicáa, imiponiendo h
voluntajd del mayor número y hacieanido desapare
oer bajo el torrente despeñado de la cantidad, e
oro solitario de la calidad. "La multitud, la ma
sa ainónima, no es nada por sí misma; será un ins
truniento de Imrbarie o de civilización según ca
rezca o no del coeficiente elle una alta dineeciói
moral". Hay en estos párrafos un rincón latent*
de absolutismo que s^ burla, lleno de ironía, de
aristócrata que en ramo intenta dislfrazarste de de
mócrata. El coeficiente moral se desprende de 1;
multitud misana y el desden hacia ésta en nom
bre de las virtudes s.uiperioreíi de los eleigidbs po
el destino, sería semejante al desdén de la flor or
gullo'^a por la tierra humilde que la ha nutrido ¡
a traivé^ de los vasos de la planta, eu tarea oseur;
pero noble, y\ sobre todo, inisustituible. La mas
liuimana siente latir S'U razón de ser en sí misínia
Equivóeanse los ególatras que se creen formado
de una pasta disitinta cuan/:llo en realidad su únil
co rol social eá el de servir los intereses de la muí
chedumbre. sola razón por la cual la Naturalez!
los ha hecho dueños de medios excepcionales, l!
predominio del núraiero no es inmoble como lo sofí
tiene Eodó, pues, a admitirle condenaríamos di
inmediato a la Democractia que no es, espeeificíí
mente, otra cosa. La lery de las mayoría.^ que rio'
cada vez coii mayor eficacia no sólo los actoíí ede<'
OPINIONES LITERARIAS 95
orales sino que orienta en todos los sieiitidos la
^onekIlícia social de los pueblos, es la única que
puede apoyarse en el fuerte basítión de la justicia,
í no ser que se admita la división en casitas, qu<!
ín el presente caso serían la de los int-eligentes y
a de loe mediocres o villares. No ihacen un ra-
¡onamiento niniy distinto los monárquicos de nues-
,ro tiempo para de!rao<sit.rar con razones atendibles
a neeeaidaidl d'cl trono y' de ki noibleza, clase niatn-
•aliiiionte dueña de la facultad del maindo en be-
neficio de la comunidad, incapaz de orientarse por
ms propios medio-j. Las n:ultitudes son más o
luenog inteligentes según los pueblos y las épocas,
r esa misma Grecia en la que Rodó ¡^ extasía, pa-
fó miicbas veces con ingratitudes mortales, — ^prue-
>as de bajas iiijcompiiesiones, — la obra de sus más
fraudes políticos, guerreros y fiiló>"3ofos, ^n dejar
)or eso de ser un pueblo inteligente y despierto.
31 predominio del número no puede ofrecer peli-
fro ninguno y basta puede llegar a constituir una
•;^nitía para los verdaderos valores si la educa-
prepara y afina a las mucihediumbres con su
tgudo cincel. La evoluición social, inflexible como
a fí^ca, se cumple siempre en sus oscilaciones nor-
iales. El genio es resistido por las miucliedmn-
)res porque es un pireciursor pero al fin es admiti-
io por ellas mismas, con lo que queda paga la deu-
da. No tienen razón Ilysen, ni Nietzsebe, citados
por Rodi') e inspirados en un feroz e inhumano in-
ilividuailismo. Otro^ grandes constructores de sis-
itemas, espíritu/-! geomiét ricos, acuden a i^iu evoea-
■eión. Est/m entre ellos Carly'lej Comte, Renán,
1)6 ALBERTO LASPLACES
Taiiie, Emerson. Faltan Cha.teaiu!brian<.i I )i
Maisti'e, Boasuet. Y a lo lejos, en la penuiü
se divisa el gesto a^grio y autoritario de Hoblx'
No participo de los temores de Radió refert
a la facilidad que prerta la Democracia al emnin
bramiento de los mediocre^. En todas las orü.-! i
zaciones sooiales ba ocurrido algo semejante. I.;
vida mi'sma depura y seleceicna, y lo bace con iia
yor facilidad y con mayor éxito cuando todos loí
hombres pueden aspirar dentro id'e la legalidad i
las más encumbradas} sitaiaciones y' cuando a lí
emulación no se le atraviesan oh-táoulos odiosos i
insalva'bles que limitan la ambición y coartan
estímulo que debe rodear, para hacerlas más f
cundos, a los verdaderos valores. Sólo la Democri
cía puede llevar a la direoción de los desitinos di
un pueblo a sus hombres representativos por máí
que amenudo los pueblos se eciuivocan lamenta
blemente al elegirlos^ por falta d'e senena depurají
oión o por la incoan pete neia en (pie los mantiene sijl
ignorancia. Paul Adam observa, también él, qu|!
lo^ grandes pueblos eligen mal a sus gobernantes;'
"La vida de Iñs naciones, — diee. — depende d'
sus mediocres, de sus intrigantes, de sus rctórico«'
de sus personajes brillantes pero insufieieaiitesf pal
ra desempeñar misiones de importaiieia. Es prí
ci'ío que aparezca una doctrina capaz d'e diestmi
el piiestigio de los medioicres y confiar el destín
de los pueblos a los máa clarovidentes, a los mal
inteligentes. El problema e^ capittil. De su s{l
lulfiión nece^'mria depende el porvenir de la ITuin?
nidad. Es preciso que se li1)er-te d'O su fe en le
OPINIONES LITERARIAS 97
j ocres, de su repugnancia por los espíritus su-
u'iioreíJ''. Hay en Paul Adaii: la misma vagueifiíad
jUe en Rodo cuando se trata, de definir a esos es-
)íritiui9 superiores y de señalar los medios de que
üsponen los pueblos para descubrirlos y com-
>ren'de.rlos. Lo proA'eolioso no es precisamente in-
iicar normas, que en ese fácil terreno todos sabe-
nos fabricarlas brillantísimas, sino liaicerlaiS acce-
ábles, darles vida, conseguir que proslperen como
>lantas de arraigo en el liumns social. La políti-
■a es una ocupaición totalmente dliniámiea y' exige
ondiciones especialísimas que mu<ihas veoeá los
lomlbres que llamamos de talento, están lejos de
>oseer. Además, la política, como todas las demás
«tividades que acercan íntimamente a los hom-
ares no es para todos. Hay que revolver demasia-
h fango, sufrir demasiadas impertinencias, y que
üluir, digámoslo de alguna manera, la propia per-
íonalidad en la masa anónima agitada por fuertes
pasiones, y a menudo irrespon salíale. Ni Rodó —
iiie fracasó en política, — ni Paoil Adaim resisti-
ían mucho tiempo a semejantes pruebaí^, lo que
^o quita que, comodamiente, en libros elocuentes,
e permitan señalar ruimJbos que no sie podrán se-
aiir desde que no tienen en euenita los faotores
ivog. que son los que deciden la marclia de los
•ueblos a través del laberinto de la historia.
El error de Rodó, — error que hiace e=3téril toda
u doctrina sociológica y convierte a "xiriel" en
;n siiniple sermón literario sirt idlemasiado trascen-
¡entales consecuencias para lis vida, — reside en
,aber concedido exagerada injportancia al símbolo
98 ALBERTO LASPLACES
espiritual de Ariel — esclavo del hombre de la
obra de Shakesipeare, — siii)oniendo que él solo^
puodie y debe balstar para inspirar la existencia!
humana. Al lad'o de Ariel, — si bien en siu extre-l
mo opuesto, — colocó Sh¡aJ<espeare a Calibán, to-j
do apetito instintivo, raaterialiicKad brutíiil, g.rose-|
ría y estupidez. Francisco Gancía Caldeirón euen-l
ta una entrevista que tuvo con IMaeztú en la cual :
éste interpretaba los personajes del gi*an drama- .
turgo inglés en una forma, a mi parecer mucho j
más senisata. " Discutiendo conmigo sobre la in-*
terpretación que hacía del símbolo de Ariel y' Ca-¡
libán en un libro mió, Maeztú me hizo comprender'
5ÍU excelente sentido de las realidades. Para él no
debemos olvidar a Próapero ni idealizar idiemasia-
do la obra de Shakespeare. Hay que servirse <lc
Ariel y Calibán a la vez. Prcspeiro, — el hombre,;
el pueblo, la raza, — no puede ser exclusivista.
Ingeniosamente me decía que SíhakasipeaTe se sir-'
vio de Ariel y de Calibán^ de su genio y de suyi
haibilidades de empresario para reconquisftar umasi
tierras suyas, viejo hidalgo arruinadlo, en Strat-l
ford-AVon. Cuando las hubo reconquistado ol-[
vidó a Ariel y a Calibián y' \\xi6 feliz como el Pnóis-j
pero de su drama. Las ideaS; los ittstintas, las ri-
quezas son medios; la vida es el fin, bello fin en:
verdad..." El desld'én por la mediocridiad puedel
ser muy lógi'CO y hasita perfectamente justificadoi
desde el punto de vista individniail, refiriéndose aj
un solo aspecto de la vida. Pero resulta estéril y¡
vano cuando se trata idle asuntos de orden colec-
tivo, cuando el escritor se refiere a los intereses
OPINIONES LITERARIAS 99
e es<a iiiediaoridad, que es} la niiaina humanidad.
>alibán, representante de ella, es miaíltratiado siem-
>re por Rodó como lo fué por su niaestro Renán,
fin darse cuenta que es imiposible imaginiar mane-
a más torpe de enseñar a la muohedunibre que
umúllándola con la invectiva o el deHpreoio. Po-
irú argumentairse que en "Ariel", Rodó se dirige
i la juventud intelectual a la cual arma, como a
os caballeros antiguos, en h. orden de la direc-
ión de la cosa ipública. Pero ^me jante criterio no
>uede admitirse desde que la De(mocra.cia dejará
le existir desde el mismo ir.'stante en que se edu-
que para el manido a una cla^e cualquiera de la
ocieid'ad, aunque sea la más p^retparada y la más
nteligente. El cono/cimiento de muchos libros no
apaxíita mayormente para dirigir una sociedad^ lo
ual no quiere decir que sea un obstáculo para ello,
oino lo so^iene, oolooándos(; en el otro extreano,
)arlos Reyles. Los gobiernor. de aíbogados contra
os que argumenta Pérez de Ayala, lleno de Ixien
entido, en un artículo reciente, ison más bien un
►eligro que una ventaja para nuestra América,
mes llevan en ellos mismos todos snus defectos pro-
esionaled. Hoy por hoy, eso elemento que sale
le nucvstras uimversidades parece *''a prima facie"
1 más indicado para ocupar los sillones de los
parlamentos y para hacerse cargo de las carteras
e los misterios; tpero esa preminencia, — inevi-
able. — supone un gravísimo peligro para el des-
rrollo ascencional de nuestros jóvenes pueblos
merieanos, condenados todaivía a funestos errores
tue retrasarán considerablemente su evolucáón.'.
100 ALBERTO LASPLACES
No es ese, otra oosa que el peligro de entregar a
una clase cu¡alquiera de la sociedad la direocií'vn
de áus desitinos. Todo monopolio o siiiipleiniente to-
db preferencia, debe ser juzgada eomo un atenta-
do contra la demioeracia en la única forma en qn»;
debe interpretarse y practicarse.
El ideal de Rodó parece ser una repiiblica ai'ih'-
tocrática,, y'a que negar total y' aíbiortaimeinte la
democracia sería hoy en día, en Aimérica, un
riesgo sin eomipensiación .Sii vida pública confir-
ma esa sospecha por cluanto combatió incansa-
blemtent-e contra los extremos a que llegan ame-
níUido los fanáticos reaccionarios y lo8 íaoiátieos
demagogos. Presidió una importante manifesta-
ción popular librepensadora que hizo sentir bien
allto la indignación de Montevideo contra el fu-
silamiento de Ferrer y criticó taimibién en u/na se-
rie tclie artículos sensiaieionales la exipulsión de las
imágenes de Cristo de las casas de caridad. Pero
no siempre se halló en ese estado medio de tole-'
rancia y de buen gusto. Era en el fondo un con-;
ser\'ador a quien escandalizaban y atemorizaban
las audacias de los partidos avanzados y que mi-.
raba con espanto los ajvances icíe las ideas de re-|
generación humana y' de igrüalitairisimo social. Por"
eso se encontró siempre fuera o en contra de los
grandes movimientois popularen que han extreme-
cido también en muestro país a las mafias sufrien-
tes. Oreo que jamás coanprendió en todla su vaste-
dad, la imiportaneia de ese problema a cajusa de
su poco contacto con la vida del pueblo, y de su
actividad exciesivamente cerebral, extática y con-
OPINIONES LITERiUlIAS 101
temiplativa. Tras sue! gruesos lentes de miope se
oicultaba uim, miradia vuelta hiaiciia dje^ntro, sólo
I apta a las caiprichosas y oómodas erieaicioírLes del
subjetivísimo. Lo asqueó el igualitarismo, procla-
mando la necesidad de las jerarquías orientado-
ras y teniendo buen cuidado, como es natural, de
colocarse él mismo en la categoría de loa prepara-
dos para hacer 0fecd:iva esa orientación. Deeíco-
noeió, a sabiendas o no, la estructujra snstanjeial
del alma huimana, y quiso imponer, con un afán
nobilísiimo pero condienado a la eaterilidad comjo
toda obra que se aparta de la readidad, Ariel ¡a
Calibán, en vez de armonizarlos. \ Cluáinto más
hu;mano, y por lo tanto más feíoundo, aparece el
creador de esos persionajas, que lua aanasado la es-
tatua de su inmortalidad con barro y' diaimamltes,
flores y estiércol! ' ' S^hakesipeare, — dice Víctor
Hugo, — es la misma antítesis. Los h.om,bres ¡no
so deben, ver en una sola die sus oualidaides. Sha-
kospeare, como todos' los poetas verdaderamente
grandes, ha merecido él elogio de ser coainparado
a la creación ¿Y qiué es la creación sino bien y
mal, placer y dolor, hambre y mujer, ruigido y
canción, ágTiila y buitre, relámpago y' rayo, abeja
y zángano, montaña y valle, amor y odio, anver-
so y' reverá, corrección y deformidad, astro y
eordb, alto y bajo? La Naturaleza, es la eterna
hifronte. Y esta antítesis, de donde nace la antí-
frasi's, se observa en todas las costumfbre^ huma-
nas!?, en la fábula, en la historia, en la filosofía, en
ia lengua. A las furias se les llama E.uménádes, es
decir: encantadoras; al fratricida se le llama Fi-
102 ALBERTO LASPLACES
ladelfo, al parricida Filopator y a un gran gene-
ral se le llamó el pequeño ctabo. La antítesis de
Shakespeare es eterna y univei'sal, es La ubicui-
dad de la antinomia, la vida y la muerte, el frío
y el calor, la justo y lo injusto, el ángel y el de-
monio, el cielo y la tierra, la flor y el rayo, la
melodía y la aipmonía, el alma y la carne, lo gran-
de y lo pequeño, el océano y la envidia, la espu-
ma y la baba, el huracán y el silbido, el yo y el
no yo, el objetivo y' lo subjetivo, el prodigio y el
milajgTO, el tipo y el monstruo, la luz y la sotmbra.
Es la tenebrosa y fragante oontradicción, el per-
petuo flujo y reflujo, el eterno sí y no, la irreduc-
tible oposición, el inimeinso y' permanente aaiitago-
niamo inwídiajnrtie el cuiai hace brotar Reimbrandt
8uá tintas y Paracelso realiza sus prodigios. Si se
quiere quitar al arte la antítetsis arránquesele pri-
mero a la Naturaleza". Es con esa antítesis,
más clara quizá que en ¡nánguna otra parte en el
alma humana, que se ha de obrar si se quiere lle-
var a cabo una obra fecunda. Rodó la desconoció
al humillar siempre con gesto despectivo los ins-
tintos que llamó, — como lo^ santios padres, —
materiales y groseros y que no sólo existen sino
que son, para una mirada exaota y penetrante, el
humus rico y húmedo en el que germinan los más
altos y puros ideales liumanos. Padeció de la ce-
guera de Eonán, — aquel dulce fraile embotado
por una educa,ción clerical y' un «mipecinado coai^
tacto con las edades muertas, — al creer que en
Atenas exi&'tía "una igualdad de semidioses" y
al desearla como posible y convenieinte para regu-
Opiniones literarias 103
larizíiT en el futuro nuestras soeiedlaJd'es liispano-
americauas .
Es una ingenuiclad suponer que las niu<sh€idiuTn-
bres y los pueiblos pueden moverse con la sola es-
puela de las ideaá puras. Los instintos, que cons-
tituyen la base ind&struetible dte la vidaí, primain
siempre en la orientación de las voluntades y etn
la dinámica interna quA emjmja a los homibres
hacia fines qute ignoran. No importa que obscuro^
lal)erintos psicológicos que no se conotcen y quizá
' nunca se adiaren, permitan creer que la actividad
iital pueda ser todavía, — como en el elájiico
duialismo filosASfico que ahora pretenlde resuicitar
de ííns cenizas la 'dialéotiea peligrosa de Bergscn, —
independiente de la íntima palpitación die la ma-
I teria. No es preciso descender haisita el materiíalis-
; mo de Biichner, y' ni siquiera hasta el mjonismo
i de Haeckel. La obispa de divinidiad que erejie-
; ron ver las religiones en el hombre y a la cual de-
' nominaron alma, no es más que una manifesífca-
cir^in, distinta si así se quiere, pero tan hija de la
materia como todo lo demás. Y Qia chispa, no
puiede operar nunca isi no es rodeada de cáreuns-
taneias favorables en un am.biente apropiado y
sobre masas oibedientes, adaptadas por leyes' de
ritmo oscuro y misterioso que se ocultan a nues-
tro alcance. Por eso todo no es sano una corres-
pondencia airnuoniosa y el equilibrio efe rompe
cuando se olvid'an o se desdeñan ciertogJ factores
iinprq'icindibles. E-dificaír en la arena, di-ría Je-
' sus. De ahí la infemindidad de la prédica de Ro-
■ do en esa segunda parte de su fannoso libro; de
104 ALBERTO LASPLACES
aihí SU inútil ataque a la deiniooraciia igualitaria y
niveladora, fenómeno característico y básico de
nuestra época vibrante y fonnidaible. La sociolo-
gía de Rodó podría clasificarse fuera de todos los
sistemas creados, con un lejano pareutescOj cuan-
do niiás, con el ¡psiicologismo de Comte que más
tarde prolongaron ;más juiciosameinlie Tarde y
AVaird, y titidarse "sociología estética", risueña
denominación que aquilaitaría por sí ^la el error
fundamental que la vicia. El arte y la cultura,
que están en el orden natural óel desarrollo de
las ,8o<ciedades IramiaaiaB al final de todo, en el es-
calón más prominemte de los progresos que es da-
ble realizar y que son como el perfume sutil y
quintaesenciado de los pueblos, producto laborado
en largas cemituriaiá de asieención, esitán colocados
por este original razonador al pirincipio de todo,
como fuerza primera y punto dfe partida de la ci-
vilización. Qiuiere que la juventud amiericana,
antes de sati«i£aeer sus necesidades más exigentes,
antes de hacer una historia, antes de acuimiula¡r
unía cultura derivada como todas las demás del
descanso y del ahita/miento de la carne, sJe dledá-
que a ensayar el adtmán discreto, la i)alalbra sua-
ve, el pensamiento de buen gusto y a afiranar su
criterio " todavía no formado en los ásipero's com-
bates ipor la vida, ha^ta llegar a repetir los ejem-
plos ilustres de viejas edades que tan profunda-
mente lo Sugestionan, Así se explica la ineficacia
de su prédica y qne "Ariel" no hay 'a llegado
hasta el corazón mismo de las muchedumbres anne-
rioanas y que sólo pueda eonsiderar,^.e conno un
OPINIONES LITERARIAS 105
enáa-yo literario sin miaiyores consecuencias. Los
valores igualitorios uo ham hecho más que crecer
en intensidaid! y en extensión desde que fué es-
crito "Ariel", y al misino tiempo que se desanone-
tizan día a día, iniexora'Memente, todas las jerar-
quías seculares, mooiárquicias y' religiosas, las le-
yels humanas, obedeciendo a la presiión die las le-
yes sociológicasí minan la jerarquía del dinero,
única que restaba aún, deolarando a las fortunas
individuales patrimonio social y reconociendo en
2l esfuerzo de toldlos el secreto de la propiedad ma-
terial e intelectual de las naciones. Cae el nol)le
y el sacerdote, representantes de lejanas realida-
des, y que existen todavía, aunque sin el pre^ti-
wio y la influenicia de otras époeas, graicdas a la
guiperviv encía 'de las ruinas. Y cae también el po-
ieroso, el caipitalista, el privilegiado, desconocién-
iaiele francamente, como al genio en el orden in-
beleetual, la ajureola con que lo roidieó la ignoran-
3ia y la sen'ilidaidí de las geotes. Todas la,s aristo-
sraeiiafiJ degapaireicen, sin que amamiezican otras nue-
vas a sustituirlas, que es lo que llena die pánico a
Rodó, rfue no conoi'be el orden sin el reconocimien-
to y el aicatamiento, consciente o no, hacia las su-
perioridadej^. Carlos Octavio Bunge sostiene que
ese hecho puede explicarse por la degeneración
ie las eastias o clames -domijiadoras y por el gra-
dual robustecóimiento y eficencia de las clases su-
jeitas e infieriores, "Naturalmente, — dice, —
mientras la especifidadi mantenga superiores a lajs
bastas que mandan su dtominaoión eá justa. Se
imipone por la fataÜdiad de las leyes biológieas e
106 ALBERTO LASPLACES
histói'icas. No así coiando los dominados aioaii/can
una emergía vital mayor que la de sus decadentes
concituistadoirai ; entoncies k. tdonii/iuiaeión fresultiai,
aunque no todavía injusta, par lo míenos un tanto.
Los inferiores dominan a los superiores. Y éstos,
por su instinto animal utilitario se rebelan e ini-
oian una luciha idle clasie^. Lia ociosidad de los ^ie-
toriosos llega a ser el origen de siu ruina y el t i-
bajo de los sometidos, la base de sai futura gi^ande^
za. El ideal de da luciha de clasie, será luego, eon^
tra una aristocracia oprobiosa, una heroica 1- n
dencia igualitaria. Del misimo modo que las el
domiuiadoras inventaron ante^ el dereieho a la tb s
igualdad, las 'dlominadas inventam aihora el dere-
cho a la igualdad! ".
He aquí la interpretaición de un hedió social
que, apesar de que no estoy' de acuerdo con ells
en su totalidad, no puedo desconotoeirle ni penetra'
eión ni exacto sentido de lasí realidades. Radió iK
ha acertado a desicuJbrir lo que rompe los ojos dk
cuialquiera: que estamos en una época de dopuira
eión, de negación, de crisis profuinda del Dereclu
y que es inevitailjie el entronizaimiento cada díí
más completo de la mueheldorabre por medio d<
la práetioa cada vez más extensa de la Domoera
eia. La gigantesica evolución econóoiiiea realizad's
en el siglo pasado y conitinaiada con fabulosa rá
pidez en el presente^ es la que señala el ritmo a lí
ley inflexible. Laá imuie!hediU'm]>reg, cada día má¡
ilustraidas, más conscientes de su papel en Ms so
eiedades, más solidarias, se sienten más fuertes 3
atacan a las .ierarquías que legó el pasado y la¡
OPINIONES LITERARIAS 107
venjcen, segíin la observación idie Bunge. No li¡ay
diOieiisa posible contra ellas désele qne no sólo dis-
ponen del núineiro, decisivo en las luclias podítieas,
sino que disponen tam'blón del brazo que lo liaice
todo, tanto en el camipo en que conduce el arado
y levanta la cosecha como en lajs ciudades en que
interviene en todo y a todo mueve con soberana
energía. Lo que corresponde a un espíritu avisa-
dlo y elarovidemíte no e^ encerrai-se a buscar, como
Rodó, en la serenidad del estudio aislado y con-
fortable, las jerarquías que deben sustituir a las
ique van desapareciendo, vencidas por la agresivi-
dad vietoriosa de las nuevas realidades. No. Lo
sabio es aceptar el fenómeno en su fatalidald) y
trabajar porque las rnuoliediimbre^, cada vez más
dueñas é>e sí mismas, se ca.pa'citen en esa delicada
tarea. Hay que ayuídar a ensanchar el cauce y' no
imaginar l>arreraá artificiosas que siólo podrán lo-
■girar que la mamBa corriente se convierta en tem-
■pcistuoso torrente , La sustitución de uaias ídolos
■por otrc», no significa un progreso sustancial, des-
de que el resiütado es el mismo o semejante, al
iprovoear fenómenos correlativos* eon el material de
los factores siemejamtes.
Esta segunda parte de "Aried" termina con
una espekíie dte golpe teatral. ''Al mi^mo tiempo
que eonciliará aquellos dos grandes resultados. —
dice — de la observación del orden natural, se
realizará dentro de una sociedad semejante la air-
monía de los doá impulsos históricos que han co-
municado a nuestra civiilizaeión sus caracteres
esenciales, los principios reguladlores de su vida.
108 ALBERTO LASPLACES
Del espíritu del cristianismo nace efeetivaniL-nte
el sentiimiento de igual daid viciado por eiertü .is-
eético menoapreeio d'e la selección espiritual y de
la Qultura. De la berendia de las civilizaciones
clásicas, niaeen el sentido del orden, de la jerar-
quía y del respeto relá'gioso del gienio, viciado ])or
cierto aristaerátieo destellen de los liumildes y Ins
idébiles. El porvenir sintetizará ambas sugestio-
nes del pasado en una fórmula inmortal". H^
aquí a lo que llega Rodó después) de veinte pági-
nas de prosa rítimiea en que Rostiene la necesidad
de eonsiervar el ordten por el acatamiento a la je-
rarquía. Ese final, indeciso como todos sus fina-
les, prueba aoabadaimentc siu imposibilidad) para
señalar normas oportuíniaB y verdaderiamente re-
novadoras. No encuentra nada mejor que fusio-
nar el igualitarismo puramente espiritual de los
cristianos con el orgulloso individualismo de los
griegos. Difícilmente se emieontriará una manera
más cómoda <3je no decir absolutamente nada, del
dejar el problema totalmiente en pie sin haber he-
cho otra cosa que rodlearlo de frases amables y
floridas. He sostenido antes que la humanidad
moder>na aun cuando derivada, — claro cuta, —
de las antiguas, no sólo debe tener su originali-
daid sino que ya la tiene, y bien viMble. Es necie-
sario haber vivido como Rod(; exclusivamente en-
tre los cadáveres dejados por la hisitoria para no
encontrar una solución adecuada fuera del ejem-
plo que han dejado los hombres que fueron, y que
nnin/plieron su destino ^n pensar en su porvenir
sino en su presente, sin la prcten<sión de dejar
OPINIONES LITERARIAS 109
^rientacioii'es insistitufbles que los perpetuaran a
iravés de los isiglos.
Estamos en la tercera y última parte de
* Ariel ", la más importante de todaá en mi eon-
©plo. En ese ataque decidido y hasta soipren-
llent« en un cereíbro que quiere ser tan equilibra-
lo como el die Rodó, estó la raz/wi fundaimental,
í. núcleo palpitante del libro. Se adivina Mcil-
tónte que la intención primogénita de Rodó al
scribirlo, fué la de A^apulear sin consideración a
% gran demociracia del Norte, en la que tan in-
■msta'mente cree av^izorar algo así como el atalaya
Be todios los defectos individuales y' colectivos de
ue aconseja huir a la juventud hispan o-aonerica-
la. Si observamos la fecha de la primera apari-
ión de "Ariel" comenza.remo« a damoB cuenta
leí ipropósito que guió su mano. Allá en 1898, a
aíz de una guerra rápida España fué derrotada
toa- los Estados Uniídos de Norte América, pueblo
«icífieo por excelencia perc. inicomparablemente
nás fuerte y más rico que aquélla. Rodó, como
tros muchos, sintió bullir en sus venas la sangre
tistpana — que la tenía en gran cantidad. — y
on un criterio moieho menos aeertadb que dique-
les españoles que a raíz del desastre proclam.aron
alientemente que tales desgracias eran efeoto de
08 propios errores y que lo que correspondía era
.■egenerarse para merecer, — la emprendió eon-
¡ra lel aimenazlante imperialismo de los robustos
-anlds, intentando detener en parte de la juven-
lio ALBERTO LASPLACES
tud de Hislpaino-Aimérica el justísimo movimiento
de iimitación que se dibujaba después de la reso-
nante victoria. "Ariel" apareció en el pn'eeiso
momento en que una rea eción apasionadla se pro-
ducía en todo el miuoido latine contra los avances
de la ikiiérica sajona, tan bien pertrecliada por
la inteligencia y la laiboriosidad de sus hijos para
vencer en todos los combates de todas las contien-
das'. Co« su!s ataques a los Estados Unidos y sus
iüXíitaiciones a una austera disciplina intelectual,
llenó liasta cierto punto las neoesida;dles del mo-
mento ante cierto eonjiunto de opinión para el cual
constituy'ó de inmediato un scnoro evangelio y una
bella baiiidera. Cedió a un prejuicio antiguo y
íácil cuyas primeras raíces se hincan en el fana-
tisiiio de las anuchedumlbres .cristianáis y no en-
contrando otra cosa, arrostró a Ioíí norteamerica-
nos "su imposibilidiajd áe satisfacer a una media-
na conceipeión del destino hufmajno" por culpa de
su utilitarismo girosero y enerviaidfor, lo cual no es
sino un lugar coanún indigno de un escritor de la
talla de Rodó, agregando que "huérfano de tra-
diciones muy hondas que le orienten, ese pueblo
no ha sa^bido instituir la idealidad inspiradora del
pairado con una ailta y tlleisinteresada concepción
del porvenir".
Bastan esais dos eitas para compenetrarse de la
injusticia flagrante de la empresa que intenta ha-
cer iprosiperar Rodó bajo el símbolo inim«culado e
inquieto de Ariel. Son dos prejoiicios puramente
personales, dos afirmaciones gratuitas y ajpresíu-
radas ^otbre las que quiere edifijcar, inútilmente.
OPINIONES LITERARIAS 111
íl castillo de su oensuria implacable al gran pue-
>lo. Vuelve aquí otiía vez a manifestarse la ma-
^or debilidad 'd« Rodó: su desconocimiento de la
"«alidad y su exclusiva decoineintación libiTcsca.
'aireoen haber sido escritas para él las pala'brais
iel malogrado escritor cubano Jesús Oas'tellanof?
j Manuel ligarte respecto a la eanupaña de éste
ontra la república yanki : ' ' AJiora sólo le falta a
u plan de viaje una escala final que por insigni-
icantes quizás olvidó : la visita a los Estados Uni-
tois. a la propia garganta del lobo. Contcstenie
!on honradlez el gran eacritor- ¿cree qué se ipue-
le juzgar de loa ruimJbas de "Wásihdngton desde Bo-
gotá o Teguicigalpa ? Dios le guarde, querido
Jgiarte, del prejuicio, venda de las más pertspica-
?es pupilas". El prejuicio vendó las pupilas de
íodó y le hizo escribir esas páginas exageradas
|ue desdicen on él aquella serenid'ad mental que
quiso erigir como característica sustancial de su
ilosofía. Hace, ciei-taimente, «üguna justicia a los
idelautos materiales a que han llegado los hijos
íie la gran democracia del Norte, pero lo hace de-
liberadamente para que se diestaquen con mayor
litidez los defeictos que señala anas adelante. E|so
ie que la civilización norteamericana no satisface
li a una mediana concepción diel d'efstino humano
^ una afinuación totaüimente personal que no tie-
le ningún punto dte arpoyo ni nada representa mes
lUá de los labios que la han pronunieiado. Toda
ñda tiene su profunda significación filosófiíca, y'
lún aquellas que no posieen nociones de lo que aon,
li de lo que esperan, ni de lo que existe, m/arcihan
112 ALBERTO LASPIiACKS
empujadas por los iiiau datos oscuros y misterif.
de la sniboonciencia. El pueiblo nort«aimericauo
concibe el desitino a su manera, en la aoción fe-
cundia y crealdtóra, en el aiprovecihamiento de to-
das las energías de la niatoiralezia, -dcBde las más
escoindidas hastia las máá palpables. Ha lieciho de
la rapidez, del bieneistar, de la ajctiVidad no los
ol>jetos en sí, sino los instruanentos más podoresos
de la vida. Que la comciepcdón, al parecer idlogni.í-
tica que tiene Rodó del destino humano no con-
cuerde oon la del gran pueblo, no puede ser moti-
vo de desdén para éste y míuicho meno^ una razón
para que se prohiba la aquilatación de sus méri-
tos y para que se veide »su ejemiplo a la adaptación
de sus métodos útileg y feourldios. No hay que ol-
vidar que estamos eai la misma época, que la <i-
viliz¡ación impone, al universalizairse, una nivelu-
oión creciente de medios, ^costumbres, y' hasta ma-
neras de pensar y sentir. Triunfan los pueblos
enérgicos, activos, laboriosas y perseveraintes co-
mo los Erados Unidos, Inglaterra o Alemania.
Es pueril suponer que ese triunfo es un hecho
deshonroso, cómoda expliciaxiiórj e ingenuo consue-
lo simiplemente verbal, para 'confonmar a los m\-
potentes, incapaces de emprender la lucha en la
jaiás libre de todas las competemieias .
Ira segunida de las censuiras que citamos, la de
que el pueblo norteamericano, huérfano de tradi-
ciones muy hondaís no ha sabido instituir la idea-
lidad inspiradora del pasado junto a una alta y
desinteresada concepción diel potrvenir, es extra-
ña también en un escritor como Rodó. Suponien-
OPINIONES LITERARIAS ll3
(!n (iiie la tradición sea una fuerza imprescindible
en el desarrollo de las sociedades, ningún pueblo
aiincírieano la tiene niásí variada, más rica y más
honrosa que los Estados Unidos. Tradición social,
religiosa, política, ética, ¿en qué terreno de estos
puiode 'Compárarsede ni desde una lejaiuísima dis-
tancia cualquier otro ipaís de su eiiliad? Desde el
estallido de la revolución separatista de 1776,
¿qué otro pueiblo de Amiérica ha emprendido y
llevado a caíbo, no y'a s^us hazañas miateTÍalc*i, dos-
ipreciadas por estos nuevos Catónos, sino e-píri-
tuales y nioraks?. Mientra^ loB países íiispano-
ameri'canos, a Iqs cuales quiere defender Rod/) cc-
losanieaite de la ituitación norteaanericana,, no han
logrado realizar nada sólidb en ajctividades' de or-
dten mental y sion todavía, y lo serán por iimclio
tiempo aún, un palenque de luclia entre la anqui-
losis que herederon del coloniaje español y las co-
rrientes de reoioviaeión • europeas, iinrportadas sin
plan ni concierto, los Estados Unidos tienen ya
su personalidad propia y definida que se roilwiste-
oe paula-tinamcnte v' ste perfecciooia como un dia-
mante al qu-e oaKJIa día que pasa se le arranca una
nueva faceta. Réligiofsidad sin fanatismos toipes
ni ridículos, tolerancia con las ideas agenas, opti-
mismo irreductible que se trad'uce por una auda-
cia creadora sin precedentes en miinguna liistoria,
amor a la justioia que plagia, fu^ra de lals siono-
ridades huecas de nuestros discursos, en una gue-
rra gloriosa para librar a los esclavos de los Es-
tados d'e la Unión de origen franco-español y en
la doictrina de Monroe que ipone frente a la vora-
OP. L.IT. — 8
114 ALBERTO LASPLACES
oidad 'de las apolilladad monarquías de Europa la
altiva protQsta de la joven Auiérica.
¿Oóuix) ha caídio Rodó, — dejándose llevar por
iniípulsos tan distintos a la reflexión, — en un
prejuicio eomún, propio de superficiales espíritus
inoapaoes de Idlini^ir a las cosas una mirada pro-
funda e investigadora? El pueblo norteamericaino
de Rodó no se diferencia auuicho al pue))lo espa-
ñol que pintan algunos, eaaiacterizado en un frai-
le ádpero y ílaico, un torero viejo y lamontable, una
mamola que sonríe con su boca gruesa y volup-
tuosa; al pueblo fraoi'céis representado por una ho-
rizontal refinada y morfinómana, sacerdotisa diel
vicio y do la corrupción; al pueblo liisipano-aDie-
rioano que es aún para la may'oría de la opinión
d'el viejo mundo urna montonera semi-negra, semi-
india, áviclla de matanza e incendio, que lleva so-
bre las largas pioas que emergen, las cabezas san-
grientas de s'us aidiversarios. Es muy fácil pero
muy erróneo también juzgar a un pueblo por una
sola característica, aún eaiando como «n el norte-
amerieamo parezca a Kiimple vista adqjiíiárir pro-
porciones de completa absorción de todas las de-
más actividades. Tal preji-icio en el que caen
casi toidios, pero en el que nunca debió haber caí-
áo Rodó, está risueña pero exactaanentc tratado en
un artículo firmado por S. Key Aya'la y que copio
de la fa.mosa revista venezolana "El Cojo llvip-
trado", de 1912: "El Benjamín dte los dólares
isolo conoce el cliché. El cMché exhibe a todo un
puelílo eonsa.gracio a la caza del dólar. De París,
de Londres, de IMaidrid, de cada pueblo que visa-
OPINIONES LITI BARIAS 115
— ¿no es vendiad Paui Groussac? (1) — no
án sino lo que liovaron por adelantado : el
'. De Nueva Yorck, el diehé de Nmeva Yorck,
I aplican además a toda la Yankilandia. I^o-
■jLii cuantos miHones* invierte esa Yankiiandia en
comercio de libros y como desaparecen laiS edi-
ioncs de obras sino siempre de arte por lo menos
e literatura. Saben, — y esto les basta, — que el
anqui e^ una máquina de ganar dólares pero ig-
oran los millones que los Carneggies destinan a
:istituciones que nuesitros prácticos juzgan líri-
is sin apelación. Saiben que hay en Nueva York
i&'as tile treinta pisos pero ignoran que allí exis-
ó Walth Witmaun, un poeta alto de cuarenta
isos. De los "trusts" conocen el manejo y los
lanejos^ pero ignoran ouantos millones moviliza
i 1¡eneíicencia ncrteannericana.. Saben cuauto'5
lillones 'ooiisuimió en su naufragio el '"Titanic",
ero ignoran el gesto gallardo con que los multi-
lillonarios .yanquis siilpíeron ¡redimir mii locos
lardes de riqueza. No era, ciertamente, una me-
a máquina die ganar dólares el americano Asítoi*
ue i>udo arrancar a ^laeztú ese grito de convic-
ión: ¡era un hombre!"
Rodó niega al pueblo norteamericano una ca-
acidad mental propia para producir una civili-
acióu superior, aipta y digna de la imitacióni.
observaré que el esieritor no contó con el factor
iaiiipo, como aquel que quiere edificar una casa
' olvida la piedra con que construirla, Claro está
U) Est'i pregunta es del autor del presente artículo.
11() ALBERTO LASPLACES
íliie desde el punto de visita de la intensidiad die la
cultura, — úmico femióaiieno que parece interesar
a Rodó entre los anal de que Sle compone la vida
social, — los Estados Unidos tienen que ser, fa-
talmente, muy inferioíres a los ipueblos de larga
vida en los oualles la cultura se va heredando, ge-
neración a generación, y los que a bu vez recibie-
ron la cultura d.e otros 'pueblos ya desaparee! '^o»
que leíí legaron sus ensieñanzas y sus experien
Comparar dos realidades sabiendo de antemano
que en el terreno de la coan.paraciófn una tiene qm
ser neoesariamiente inferior, es infantil. Pero en
eia Tiiif?mia inferioridad cailtural sobre la que in-
siste Rodó, con tan mailevolente intención, en esa
falta de tradición estática, de firmeza en los idea-
les, de una ya definitiva eor-ieepición del de-
humano, está a mi ver en lo^ Estados Unidos, :■
su snitperioridtó no ya sobre sus hermanas conti-
nentales, sino sol>re las mismas sociedades euro-
peas. Ix)s Es'tados Unidos son la juventud bn-
lliciosa, emprendedora, limpio el cerebro de
dioionales telarañas, limpios los brazos de esliM)!-
dos otetáculos seculares. Eis la vida vilbírante te-
dia nervio y múscuilo, toda inteligencia crea '
y' generosa dladivo-idad. Ese pueblo que ^ sica-
te joveíi y entero, alegre y afirmativo, sano y li-
bre, se ha lanzado de lleno, en un conAate
ravillosio con la Naturaleza, anultimillonaria '
bien que lo aimaiinanta, a la conquista de la
dad por el camino de la acción y no por el el' I-
meditación. Pero no ;por esc — contra lo (juí
afirma Rodó, — ha dejado de dedicar a los pro-
OPINIONES LITERARIAS 117
lemas espiritualefi el valor que ellos tienen en la
üda de los hombres y die las colectmdades. He
huí lo que dice una opinión tan respetalble como
i de Emile Boutroux resuivdendo latí impresio-
nes de su viaje a la gran república en 1914: "El
g'lo último ha desenvuelto hasta lo infinito ¡en
orte América el poderío material; pero se pre-
bupan, sin embargo, de trasmutar la materia en
píritu. Es por eso que se da tanta imíiwrtan-
a a las escuelas y que el objeto quizá esencial
e las preocúpale i ornes de ñioj' esi la eduicaición.
otemos que por ese téraiiiino, la^ ingleses entien-
^n: instmoción, mientras que nosotros los fran-
íse; entendemos : educación. Los norteaimericsi-
^ están convcnciidbs de la potencia casíi ilimita-
do la educación. Y aiguardan de ella la for-
'ación de um alma propiamente aanericania. No
trata para ellos, al solicitar leociones de los
ofesores de otras naiciones, de copiar o de pedir
estado lo que otros hayan hecho, sino de asi-
ilar y transiformar q%s elcmentosí extraños en
ata de una nu^eva síntesis". Y el gran filósofo
anees cita más adelante, una astrofa de Henry
m-Dyke que resume el espíritu norteamericano
amostrando ipreeisamente la excelencia de lo que
usura Rodó. "Yo sé que Europa es admirable,
•canta, — pero cireo que tiene un defecto : el pa-
do ejerce en ella demasiada presión y las gen-
5 miran hacia atrás". Los norteameriicaiioi^ de
)utroux nos apao'eeen pues, bastante distintos a
j de Rodó, preocupados noblemeinte en la for-
«íión de un alma nacional, ouyas earacterísti-
118 ALBRRTO T.ARPLACES
cas angulares están y'a robustamente perfilada
tarea que realizan aleg're e inteligenteiuente por i
e&'tudio serano de lai-! tendenciajs espirituales die 1(
demás pueblos a los cuales no temen y de los cui
les saben extTaer lo conveniemlie. A través de 1(
versos de Van-Dyke, son los fuertes y entusiastj
obreros del porvenir, libres del pasíad'o, esa gra
cadena que imallogra tantas energías con isu loí
pesada y su opio traicionero y fantasimagóricc
La tradición no delje ¡interpretarse jamás coix
una causa sino como un niedio. Los pueblos q\
la respetau en superticiwa adoración se e&'tante^
irremisiblemente y se pud'ren en la inmovilidad í
mo carroña al sol. La vida es, esencialmente, n:
vianiento, y' movimiento es imiuietujd, renovació
novedad. La tradición quiere diefinirse como \
lazo social que nos une a nuestras antepasados,
través de los albismos del tiempo. Pero es .siemp
un lazo. Para avanzar en cualquier sentido b
que violarla siemipre. No podemos renegar en i
soluto de ella, pero hemos de miairebar no para
lamente a su ritmo extinto, sino hiriéndola coi
tantemente. Al aprovechar sus prolongaciones
davía vitales, la deformamos para ipo^iei^la acón
dar a las nuevas e imperiosas solicitaiciones .
vanidad nacional, ese seintiiráento de que se ^
jam arrastrar amenudo nuestras repúblicas, ere
toldos, los días nuevos héroe® tradicionales alribi
yéndioles hazañas que jamás cumplieron, í^V'i
cias que nunca pronuniciaron. Después de i
dais esas creaiciones efectistas a las cuales - 1
rodea de todo el oropel y la eliuirriguera de qu
Opiniones literarias 119
Sí I^iicda echar mano, esos héroetí comienzain a
diapjitiii' sobre quien es más gloria», sobre el que
lealizjó empwsas más formidables o soñó eon
realríaciones más ivastas. La obra, emiirendida
con luia seriedad emocionafn'te tenmáma en indigno
aúnete, Gracias a esa ridicula egolatría, gracias
a esa obra die ÍüIho y pailurdo patriotismo, Bolí-
var y San iMairtíJi se miran llenos de odio, no co-
mo colaboradores dte una misma obtra emajicipa-
clora, sino como irréconcilialíles rivales prontos a
irse a las manos. Las proiporeiones de uno y otro
o se elevan liasta perderse de visita y se hunden
en la nada, según que el que los contfianpla se en-
cuentre en Bogotá o en Buicnos Airee. Una lite-
ratura hist)órieíi deformada por criterios unilate-
rales y estrechos, crea así una tradioión totalmen-
te artificial soibre la cual, más tiairde, dómines oIj-
tusos síupon-en que se podrá levantar el edificio de
nuestra civilización.
Los pueblos nuevos ni tiericn tradición ni ne-
ceíJítíin crearse artificialmente una. He ahí lo
que ha olviíllado Rodk) al juzgar a los Estados ITni-
dois. A no ser que considerc'mos justo el orgullo
de les petimetres dIe sangre aizul en cuyo orguilo
fe'álo huimea el recuerdo de las hazañas de sus an-
tepasados y jamás brilla el mjérito de lavs proipias,
del)emos felicitamos die que nuestra historia sea
tan corta que todo esté aún por haicer ante niiei^-
tros brazos impacientes y ante nuestra voluntad
que ansia el estímulo del obstáculo pa<ra endure-
eerae y paira feeimdiar. No hay otra ailtivez legí-
tima que la díe la propia obra eumjplida. Todo lo
120 ALBERTO LASPLACES
demás qj satisfaoc-ióu parasitaria y humillantes^ '
Cada héroe tradicional ensalzado hasta el frenesí
se asoma de^de su ¡paz e interroga con espiroea
ironía: — ¿Y vosotros, qué dejaréis?. En. li ac-
'ción, no como un fin sino como un arraia, «tá la
juíJbifieación soberana dte nuestraj? yidm Los
muertos nos imipiden auovernos a nuestro gusto,
son demiaisiado exigentes^ y, sobre todo, no puedein
volver a moderar ciertas admiraciones dtespamípa-
nantes que creemos sentir por ellofi. El secreto die
nuestra f'eouudidad, reside en que el pagado ocu-
pe poco lugar en nuestras lioras. Enseña más un
minuto de presente que un año de ayer. Hay que
moverse armoniasiattuente en el tiempo y no contara
él, ni fuera die él. Y si lo hacemos haibremos sem-
brado en un erial. ¿Qué es lo que caracteriza la
juventud en los organismos sino la ausencia de
pasado?
"La idealildkid de lo helnmcso no ajpasiona al
descendiente de los austeros puritanos. Tampoco
le apaldona la idealidad de lo verdadero. ]\Ienos-
p-reciía todo ejercicio del penisamiiento iq¡ue pres-
cinda dio imuiediatia finaJlidaid ipor vano e infecun-
do. No le lleva a la ciencia un desinteresado an-
helo de verdad, ni se ha manifestado en ningún
caso capaz de araiairla por sí misma". He aquí un
cargo de Rodó que ipuede aplieaiiHe, integramente,
a todos los pueblos úk la tierra sin exceptuar uno
solo. ¿En qué pueblo ded mundo ajpasiona la idea-
lidad de lo hermoso? Sería cuestlión de p^regun-
társelo a Larra, Wilde, Flaubert y a todos aqué- ,
los que han sido una protesta vibrante contra la j
OPINIONES LITERARIAS 121
iiiediot-ridad que los ha rodeado. ¿De qué naciona-
lidad €d ^Ir. Proudihoimuie, tprotatipo de la a^tupi-
de trascendental? "No ipoiedo salir a la calle, —
confiesa Zola. — sin que a cada paso tropiece con
dios imbéciles". ¡Y eso en París, no en Nueva Yoa'k
ni en San Frajnoisco! La injusticia de Rodó se
hace más patente cuando se piensa que la ideali-
dad de lo hermoso no ha apasionado jamás sino
a una minoría reducida especialmente coniforma-
da para ello. Y llega al colmo, ciuandb para pro-
bar la 'inferioridad d,el pueblo liorteamleatcano,
dice: "El arte verdadero sólo ha podido exisítir
en tal amlbiente a título áe rebelión individual.
Emerson y Poe son dot"? ejemplares d'e una fauna
expulsada de su vejidladero medio por el rigor de
una catástrofe geológica". ¿Y dónde irán? ¿Irán
acaso a la Alemania de Heine?, ¿a la Francia de
Yerlaine y de Bloy?, ¿a la IngMerra de Byron?,
¿a la Rusia de Puskin?, ¿a la América esipañok
de ]\Iontalvo, de Alberdi, de Juan Carlos Gómez,
de Julio Herrera y Reissig? Poe fué un ipoeta ina-
diaptable a cualquier ambiente, uin alucinado que
vivía en un mundo aparte. En cuanto a Emerson,
ignora Rodó que es el filósofo más admirado y
mejor comprendido en lod Estadios Unidoe de hoy
y que no fué, en forma alguna, un exti'año en su
país. Y aún cuando ambos hubieran tenido que
lueliar contra la imcompresión del ambiente, ¿no
es éste un fenómeno regular en todas 'pai^tes?
¿Vamos a catalogar dentro de la estupidez a Ale-
mania porque silvó a Wagner, a Noruega porque
se escandalizó de Ib^n, a Francia porque lanzó
122 ALBERTO LASPLACES
al sui'eidio a Bijset, a España porq/ue dejó mo^'n-
en el más grande silencio a Beoquier, a Ingl
n-¿i porf|ue rió de I>UTne Janes y íívl escuela? Tudo
ííitista oT-igiual diocará necesariamente contrn la
costmnbre y el prejuiedo, en los Ewtaldos Un i
ocino en enalquiera otra parte. No es esa i
Tñmn valedera para oondeniar a todo nn pue'
En ese párrafo, Rodó emplea la palailira ''<
interés". Ninguna otra está repetida en "Ariri
nn número de veces semejante^ — salvo quizíi ;il-
g'unos} nombran qn^e apuntalan siu idloetrina y' \ i-
gilan sai erndioión: Eenán, Taine, Gruyan, Eü
son, — ¡viejas soniihras a las cuales debemos -
obediencia, por lo menos oairiño! — En la !
diica de Rodió, la palabra "desinterés" adqui
nn aspecto sobreña tr^ral ¡y e"? algo así coanii
"fíat'' en labios de Jehoa'^ah o el "taibou" en hi
boca de los polinesios. Es una pallabra sagrüla
que no puede pronunciarse sin cierta unción y
hasta siin cierta "pose", entornando los ojos, cii-
ticabriondo los labios y ananteniendo el cuerpo cii
una actitud de digna rigidez. Para él, todo lo in-
teresado es bajo, material, inferior, dei'jprecialih^
Lo desinteresado, en cairabio, alto, Imeno y bir-
moso. Si nos atrevemos a emprender una peqn
exeursión por los) dominios todavía tonebrosos
la psicología encontra.remos en el interés no i
uno de los impulsos sino el único miiml de l;is
aiceiones liuira,a.nas, como que no es otra cosa > ! '
la. relaeión existente entre el hecho en sí >■
consecuencia inmiediata o futura. Toda ae^ li
tendría su razón de sier en sí misima, si no se ' x-
OPINIONES LITERARIx\S 123
tendiera en el tiempo, coano la luz en el espacio,
eu lina o en varias icíireccioiies. Si acjuello suce-
diera, el desinterés sería posible y' lógico. Pero es
imposible e ilógico. El egoisauo, según lo observa
Le Dantec, es la base biológica de la vida tanto
en los seres simplas emno en las colectividades.
Y lo es tanto en los que no obran sino en vista de
ullieiiiares provec"hos como en los qaie se ,ereen
hnipuílsados ecilajment.e por serntámiientos siip erro-
res y suponen que áe libertan de las leyes impe-
riosas del instinto. Al egoismo diel individuo, hay
que agregar el egoismo de la especie, cuyas ma-
nif estación es pueden dar lugar, a veces, a fáciles
aluicinaciones die nientiroiso altniísmo. Amor a sí
mi'imo, aimor a la ITuimianidad, aimor a Dios, todo
e&'o no as sino noQiibrar de un imodo distinto el
mismo fenómeno. El desinterés puro no sólo es
un imiposible sino que a existir, llegaría a lo abi^r-
do. No se modifica nada sin interés de hiaoerlo.
Si n¡o existiera el estímulo embriagador del triun-
fo que baoe sonreír en el porvenir quimérica)^ e
indecisas esperanzad, el mundo se estancaría corno
las aguas pesadas y muertas dtel Asfaltiten, mal-
ditas por Jehovab. Ningún esfuerzo podría justi-
tificarse así ; no habría aliciente para el heroi^no
ni para el sacrificio, y ni siquiera raizón de vivir.
Rodó no ipuede referirse, bien lo comprendo, a cfe'e
desinterés interpretado en general, y' cuando de
él habla se refiere ai interóí material, al objetivo,
el que se traduiee ante todas las amibiciones por
brillantes monedas de oro. Cuanicllo ipredica el
desinterés tiene sólo en vista la transación comer-
124 ALBERTO LASPLACES
cial, el plan del mercader que pesa las probabi-
lidades de atraer a s)u arca el dinero omnipotenl:
y eorruptor. No cree que la juvem'tud deba empa-
ñar el cristal de su lirescura con el oálanlo indigno,
ni correr tras el espejismo de las bajas satisfac-
ciones de la carne. Las airubiciones puraimente es-
pirituales, los saerifioios que no dejan más' satis-
facción que la idiel deber cumplido, la sana alegría
del que se siente puro y fuerte, generoso y fe-
cundo, deben orientar la vida y encarrilarla den-
tro de austeros caminos. El desinterés ante la
paga y la prebenda debe empujar las accionen,
dándoles un prestigio de Ümipia nobleza que sea
para ellos como una aureola de inmarcesJiíble san-
tidad. Sólo los ideales extraños a los groseros ape-
titos insitintivos idlairán relieve la nuestras almas
asaltadas por los tres enemigos clásicos', amte los
cuales la ma^yoría sucumibe.
Estamos, casi, en pleno innesianismo. Aconsejar
a los hombres el desinterés material, es predicar
en desjierto, as violentar nuestra naturtaleza. Con-
dionar la inclinacáón natural del honuíbre a satiss-
faeer todas sus necesidades y' a prevenirlas, es su-
poner que puede llegar a ser una especie de án-
gel, según lo imaginan ingenuas mitologías. La
filosofía, sobre todo la que tiene la ambición de
ser un evangelio de aooión, no debe colocarse fue-
ra s'ino dentro de la vida. De ahí el fracaso de
tantas construcciones puramente subjetivas que se
han levantado como edificios isobre la arena. Todos
los grandes movimientos colectivos han sido espo-
leados por causas materialeis, desíde los cataclismos
OPINIONES LITERARIAS 125
religiosos ilmminacfcs por camales esperanzas de
una vida feliz en el cielo, haí-ta los porfiados com-
bates modernos en que las nrachedumibres, desidte-
ñando la vida extraterremia., exigen su biemcsitar
en este mundo. Hay una gran distancia aparente
entre las exigencias del salvaje de cerebro roidi-
mcntario que obedece a un 'número limitado de
solicitaciones y las del europeo que ha llegado a va-
riarlas hasta el infinito. Pero en su punto origi-
nario, en su sustancia fisioh'gica y psicológica el
proceso es el miisono y ambos' marchan obedecien-
do a idéntica fuerza que vicme desde las tenebri-
:idades inexploradas del instinto: la de su con-
servaoión, la de su persistencia. Si analizamos y
dpgccnnponemos serenamente los ideales' que pare-
cen estar más alejados de los fines materiales, en-
contraremos que no son otra cosa que eso y que
bajo un aspecto distinto, se oculta la satisfacción
de parecidas' necesidades. Deberíaanos volver al
absurdo criterio dualista paira tentar una diferen-
ciación entre altos y' bajos intereses; admitir dos
vidas en nosotros, la espiritual y la carnal y .su-
poner que los intereses de una están en oposición
con los de la otra Mi opinión es distinta; creo en
la coordinación y no eu la oposiición; en la uni-
dad y no en el dualismo. Creo que no hay nada
innoble en la vida humana fuera de lo que va con-
tra la vida misma, de lo que tiendle a disminuirla,
a empequeñecerla, a restarie variedad, a evitar
que cumpla con las leyes fatales que la rigen. Son
sus enemigos la minseria, la ignoranicia, la esclavi-
tud, la enferm.edad, la tristeza, Y el interés, —
126 ALBERTO LASPLACES
sea cual sea, que para mi la vida no tiene ííino un
solo interés, — es su eooiidieión primera y' última,
el invisible fluido que la animia, pule sus ániguloc»
y la hace fecunda como a una mujer.
Toda la eneini&tad de Rodó contra los Estados
Unidos se apoya en ese erroi inconsistente, origi-
nado por un prejuicio medioeval lieclio carne en
su Cerebro. "Utilitarismo vacío de todo contenido
ideal, vaguedad cosmopolita, nivelación de la de-
mocracia baiitarda", lie alií las palabras que Rodó
emplea para profetizar el porvenir de la gran re-
j)ública del Norte. No han dieho nada más humi-
llant'i ni Ugarte ni Blanco Fombona, esos dos
incansables apóstoles de la causa anti-yanki. Difí-
cilmente podría encontrarse en boca de esos dos
ccDisores desprecio') más profundos, condenas máé!
severas. Por eso quiere salvar a la juventud de
Hi'ipano-Ajmérica poniéndola en guardia contra
las características de aquel gran pueblo, esa febril
actividad preferentemente material, ese espíritu de-
mocrático que cada día respeta menos jerarquías,
e;a falta de s'olidez nacional producto de una emigra-
ción formidable que año a año recibe en sus puer-
tas abiertos a tedas las rutas del mar. Allí no pros-
pera como una flor de invernadero ese desinterés
ari&'toerático del hidalgo o del ateniense que pron-
ta a la vida una significación e-.pecial y la circun-
da con un nimbo de santidad. Todo se pesa, se
mide, se calcula, sje preA^iene. Ningún servicio deja
de tener su recompensa material y en la lucha so-
cial, los combatientes no tienen siquiera necesidad
de ocultar sus amlaiciones, a las que muestran en
OPINIONES LITERARIAS 127
ni íntejrra de;»iu<íez. Refractario al ocio, — quo
>ara Rod(5 es la más' pura de las actividades Im-
iianas, — no <?oniiprende el descanso, y' a í?enie-
anza del legendario Asheverus que castigado por
>ios había de andar y andar siempre, sin que tai-
•iera un minuto comipasivo para sus ptfbres pies
agarrados y sangrientos, este pueblo parece tani-
íién expiar im crimen en el castigo de no descan-
ar im instante, en tensión todos sus mús'culos, vi-
olante- su ímpetu nunca satisfeolio, poseído por
ma evpcxíie de demencia creadora que da resultados'
íortentosos que asombran al mundo. AVilliams Ja-
nes, se ha visto en la necesidad de predicar el
ivangelio del abandono a sus eompatriotas, inci-
ándolos al reposo espiritual y aiconííejándoles,
'aquella bendita confianiza interior que Spinotía
olía llamar ' ' asquescentia in se ipso", que brota
- •ula uno de los elementos dol ser huanano, bien
ido, impregnando su alma de satisfacciones,
"do a un lado toda cons'ideraeión sobre su uti-
I meoániea, un elemento de higiene espiritual
iprema importancia ' ' .
Aquí parecen coincidir Rodó y James, que no
51o es el primer pensador contemiporáneo de toda
:\jmérica, sino también el filósofo representativo
e su país Pero toda coineidencia se evapora así
DOio reflexionamos un momento sobre en al es el
«áblico al cual uno y otro se dirigen. Es necesaria
1 la gran república resanante de 'actividad la pré-
iea de la utilidad fisiológica y espiritual del de">-
mso, del abandono higiénico y refrescante. Pero
\ contraproducente y absurda en sociedades eomo
128 ALBERTO LA.SPLACES
las niíestras, corroídas por iina exc^iva e infecun-
da pereza en todos lo^ órdenes de la vida, haj'^ta en
la mental, que se traduce en un literatura hueca J
frondosa, en una política indecisa y sin relieve, er
un individualismo rabicso y exasperado que malO'
gira los más prometedores movimientos solidarios
en una inanición muscular y económica que noí
mantiene débiles y míseros en medio de la más
vasta aioumulación de tesoros de que ha sidb capa;
la Naturaleza. James apunta un defecto nacional
y a él va, directamente, armado de su limpia iu
tención. Rodó, al contrario, va a buscar los defec'
tos de un país» extraíío y los expone ante la ju
ventud hispano-americana para que los evite. ¿Eí
qué hemos llegado a un estado tal de perfecciÓT;
que nada se encuentra en nuestras sociedades qui
comlbatir, nada que extirpar, nada que tranisfor
mar? James predica el abandono en el país de I*'
actividad. Rodó aconseja el ocio en el país de 1
pereza. El resultado no eá difícil de preveer. L
actitud del filósofo de "Ariel" no sólo aparee
errónea y poco feliz sino hasta poco honradla. N;
solamente contribuye a justificar y hasta robusta
cer los vicios nacionales sino que intenta crear u
odio nuevo ihacia uaia nación americana que nj
merece sino el tribuito de nuestra simpatía y
nuestra admiración. Doble íalta que haj' que sí»
ñalar con toda energía para que no prosperen a 1
sombra de un libro de un escritor como Rodó, dej
ahogos de raza y tendencias suicidas que inspira!
hoy en día la propagnada de algunos pseudos apó
tole=} que buscan en el sensaeionalismo y en la v!
I
OPINIONES LITERARIAS 129
ruleneia de su prédica un renombre que no supie-
I ron o no pudieron conquistar por vías más rectas
'' V procedimiento'? menos dudosos.
Rodó atirma que actuailmente nada hay en (?1
pueblo norteajnericano dig-no de ianitaeión. "Plspe-
^remoá — lice — que áe la enorme fragna snrgi-
■ rá, en último resultado, el ejem-plar Inimano y ge-
\ nerosjo, armónico, selecito, que -Spencer en un y'a
citado discurso creía poder augurar como término
d-cl costoso iproceso de refundición. Pero no le bus-
quemos en la realidad presente de aquel pueblo,
,ni en las |>erspectivas de sus evoluciones imnedia-
tas" ¿Deben, pues, ante la curiosidad his'pano-
,aniericano pasar en la maj'or indiferencia los re-
sultados de la formidable labor yankee en todos
los órdenes de la laboriosidad creadora? No se tra-
ta ya, de repetir estúpida y ciegamente a un sólo
pueblo como el norteamericano que ha demostrado
ser el más apto de todos para la vida contouporá-
nen, sino que el pensamiento de Rodó, lo niega to-
talmente al análisis curio ?o de nuestra juventud,
apartando de sus ojos su ejemplo y sus éxitos. No
puede imaginarse nada más injusíto, miás parcial,
más negativo Los intereses de la civilización son
semejantes en todos lados y los pueblos no prospe-
ran sino em/pujadcs por idénticas s*olieitaieiones.
Cerrar las fronteras del espíritu a las corrientco
que de fuera llegan es conspirar concientemente
aontra el bien de los ¡pueblos. Las 'naciones no es-
tán, como en la antigüedad, cerradas a cal y canto,
OP. LIT.— 9
130 ALBERTO LASPLACES
oelosaí) de las características de su civilización es-
pecial, catia una con su religión, su derecho, su
ética, su arte. Ya no hay más que una scla civil i
zaoión qiue bate hasta en sus últimos reductos la-*»
particularidades regionales y estáticas (pie nos' le-
gó el pasado. Esto podrá líer oonsiidlerado con do-
lor por loíí infaltables Jeremías de siempre, pero es
fatal. El internacionalismo es un hecho indiscuti-
ble e inevitable Las fronteras han s*ido Ijorrada^,
— salvo en el orden político, — y hasta en ese
mismo carácter están prontas a desaparecer para
sieimpre. ÍQ. intercambio de ideas es tan intonso
como el eo7nercial, y las costumbres, producto del
niismo género de vida, adquieren cada día nmy'or
unifoi^midad. El pueblo que re&'iste a la gram ola
niveladora se estanca dentro del esrt^reciho marco 'b
su egoísmo y sigue, penosamente, a retaguardia de
los que, más dúctiles, han sabido abandonar a tiem-i
po los estorbos tradicionales y' entran sin vacila-
ciones en la gran loorriente moderna. Sin que 1»^'
Estados Unidos pu-edan cou^itituir uTia norma O
ca ante nuestra ansia de mejoramiento, ante mu
tra ambición de cumbres, es indiscutible que pue-
den ofrecernos útilísimas enseñanzas, experiencias;
bien depurada^, métodos y procedimientoi y hasta
orientaciones ideológicas que igmoraba Rodó, pues¡
no Pe puede admitir que a conocerlas, hubiese, de-;
liberadaniente, pasado por alto sobre ellas hasta el
punto de confundir al pueblo norteamericano con
utna masa anónima y torpe, empiijada únicamente
por bajos instintos, masa sin relieve y sin profun
didad, síin historia y sin futuro.
I
OPINIONES LITERARIAS 131
Rodó afirma, como Blamco Fomibona, que los Es-
tados Unidos son un país refractario a las artos, y
en eso se basa toda su censura al gran pueblo. Ese
punto de vista anibateral es injusto en dos* senti-
dos : primero porque, en general, todos los ¡pueblos,
toda las masas sociales del mundo, sienten por el
arte una atracción muy relativa, y segundo,
porque en el balance de intelectuales dignos de e^
niomibre, ninguno otro de América y ipocos en el
m.nndio presentan en un período tan corto de exis-
tencia tantos nombres ilustres, tantos creadores de
intensa influencia, dentro y lejos de las fronteras
nativais. Aquí, e^ impresteindible repetir todo un
párrafo del profesoí argentino Alfredo Colmo, ya
que de mi parte tendria que hacerlo con casi las
mismas palabras- "Decidme que país de América
latina puede ostentar en poesía un Poe, un Lfong-
felow o un Walt Wliitman ; en historia a un Braud-
eroft, un Irving. un Prescott ; en Dereciho un Sto-
ry o un IMarshall : en ciencias físicas un Rumiford,
un Morse, un Graham Bell, un Hughes o un Edi-
on ; en pintura "Wliistler ; en ingeniería a toda esa
2udaz creación dte edificios imposibles, de puentes
ini 111 aginados, y de la complejísima maquinaria in-
instirial ; en Psicología a un Baldwin o un James ;
^n Sociología a un Gididings o un Ward; en edu-
cación a un Horacio Maim: en Filosofía a un Ja-
nes o a un Emerson (1). Deeid>me que país del
(1) A estas citas hechas por el profusor Colmo añadiría las siguientes
in tener tampoco la pretensión por eso de haber agotado el tema: en es-
ultura a Saint Gaudens; en pintura a Aloxander y Sangeut; en dibujo a
132 ALBERTO LASPLACES
niiiindo, — no ya de América, — puede alardear de
un síisteana eduieacional más admirable que el de la-»
y'ankees. Decidme que país 'diel mundo es menos
utilitario que los Estados Unidos, donde la benefi-
cencia privada, las instituf^iones solidarias y al-
truistas han sido llevadas a expresiones nunca vis-
tas ni soñadas, en hospitales que son una maravi-
lla, en asilos y refugios que son uuia gloria, en bi-
bliotecas, universidades y esítablecimientos educa-
dores de todos los órdenes que son la apoteosis de
lo que hay' de más devsinteresadio y superior en la
gama de las idealidadies humanas". ¿íEs un pueblo
indigiio de ^rvir de ejemplo ese que tiene ya en
el orden 'concreto del ipensimiento todo un método
filosófico original, el pragmatismo, cury'os iprinci-
pios han sido aceptados por las escuelas de la vieja
Europa hasta oontribuir en ella, en prinuera línea,
al remozamiento de la.s ideas? Esa filosofía ameri-
cana, cuyo lejano precursor fué Franldin y cuyos
nombres más ilustres son los de Sprage Peirce y
Williams James, ha venido a dar un wieleo en el
¡pensamiento universal desorientado entre la meta-
física especulativa die Hegel, el mistieii?mo positi-
vista de Comte, y el dte^carnado materialismo
de Hajeclcel. ¿No están los Estados Unidos, tpor
ese solo hecho, a la altura intelectual de Fran-
cia, Inglaterra y Alemania, y a cien codos so-
bre nuestra América Latina, tan pobre en ideaij
directoraíí, hasta el piunto de tenerlas que mendi-
Gibson; en literatura a Bret-Haite, Mis Harriet Stowe, Hiipton Sinclair, Fe'
nimore Cooper, Washington Irving, Marck Twain; en Sociología a Small
Paiten, Ross, Dealy y Wilson; en educación a Dewey; en Economía Políli
ca a Heary George y Seligman; en ciencias a Fulton y Tylor.— J\r. del A
r
OPINIONES LITERARIAS 133
gar en otros mercadk>s? No hay orgullo más ridícu-
lo que el de lo miserable, lo débil y lo feo ante lo
rico, lo fuerte y lo bello. Sólo el raquitismo espi-
rilTial puede vedar la adimiración por lo admira-
ble, allí donde se eneruentre. Pocos pueblos, en el
proceso mismo de su crecimeinto podrán ostentar
en el orden miental, las excelencias de los E<stados*
Unidos, pccos de ellos defenderán su historia con
beohoi^ alíenos reprobables, con previsiones máá ge-
niales, con más opuleoita^ iniciativas, Todb el or-
den admirable que preside en esa, la más grande
Babilonia áe razas que ha existido en el mundo
{de qué es obra sino de una sapientísima organi-
zación, no orientada seguraanente, de im modo ex-
clusivo hacia la^s actividades estéticas, únicas que
sugesticnjao. a Rodó? Esa "vaguedad cosmopolita"
de que habla el autor áe "Ariel" con tono des-
pectivo es el seno fecundo donde se gesta la graa
raza qu^e dominará mañana, no por la fuerza de la
fuerza, como lo han hecho siempre las socield'ades^
euroipean, £Íno ipor la fuerza del trabajo multipli-
cada por Ja de la inteligencia creadora. Faltóle a
Rodó — repitiendo la frase de Jesús Castellanos —
visitar la misma garganta del lobo. Si así lo hu-
biera hecho sus palabras serían opuestas a lo que
son. El doctor Erncfto Nelson, el eminente educa-
dor argentino, describiendo su viaje a los Estados
Unidos se expresa así: "Uno de los rasigos que más
me imprasionarou al llegar a los Esta)d'os Unidos,
fué la aJdmirable unidad de ideales y tendencias
que se descubre entre lo'? hombres, así provengan
de \ofi rincones más apartados. En el tren, en la
134 ALBBRTO LASPLACES
mesa común de la casa de huéspedes, en los pasi-
llos del teatro, en la reunión ocasioaial de los sitios
públicas, en todas partes se descubre un aire d •
parentesco que llega a pronunciara tanto en el
espíritu del que ol)serva que desde luego éste se \ o
en iposesión de un santo y seña para facilitar i
acercamiento con la.v gentes. Y esa unidad de es-
píritu que se exterioriiza allí a de=?pecilio de la hete-
rogeneidad étnica traída por la inmigraoión, e^ lo
que hace que ouando la opinión pública no acom-
paña una tendencia o una idea, puede decirse que
estos son antiamericanos. " "Los norteamericanos,
— dice otra parte del mismo libro, — han descu-
bierto que el principal requisito de la vida nacio-
nal es la capacidad para vivir reunidos. De ahí
deriva el signifiioado profundo que ha de darse a
la palabra "cultura" Por el contrario, la raza la-
tina co>ntinúa interpretando ese vocablo en un
fjentido egoísta, considerándolo un iproceso de per-
feocionamiento individual a que se Ueg'aría me-
diante la adquisici-Sn de conocimientos de orden
intelectual". El doctor Nelson, sin sospecharlo,
probablemente^ no sólo destru^'e con estas palabras
la leyenda poco feliz de los Esitados Unidosá pin-
tados por Rodó: "utilitarismo vacío de todo con-
tenido ideal, vaguedad ca-^mopolita, nivelación de
la democracia bastarda", mostrándonos un país
completamente distinto, sino que tamibién destruye
el prejuicio de que sólo Ariel, os decir, las acti-
vidades de orden puramente intelectual, síom aptas
para marcar rumbos definitivos a la vida humana.
¿ No es admirable un pueblo que tiene ;poco más de
OPINIONES LITERARIAS ISfí
cien año.> y que ya presejita ante el peregrino cu-
rioso ([me la visita características tan sólidas? Y,
sobro todo, ¿no es digno de imitación para nues-
tras ropúblieasi hispanoam-ericanas, que no han aid-
quirido aún, y astán lejos de adquirirla, una ft'ío-
noniía propia? Recono<eer las .superioridades aje-
nas es siempre muícluo más noble que neggjrias,
aunque ello suponga el dolor de una confesión que
no nos puede halagar. "Frente a nuestros Rozas',
Gu;'Tiián Blanco, García Moreno y otros tantos ti-
ranuelos sanguinarios — dice José Antonio Ra-
mos, — los norteamericanos ipueden aponemos sus
Jefferson, suá Adams, sus Limcolin; frente a nuo?-
ftra politiquilla de campanario y' de bra.buconerías,
íelloT pueden mostrar sus plataformas esenoialmeoa-
te económicas y de sabio practieismo ; en vez de
nuestro sectarismo religioso en pro y en contra,
su templado misticismo, lleno de ingenua fe; frente
a nuestro aristoeratismo de blaión y de holgaza-
nería, su aristocracia «del dólar y del trabajo; fren-
te a nuestras remotas tradiciones de raza llenas
de conquistas y dorainaciones brutalef; y sangrien-
ta.'!, su ]>revo historia y' su fuerza actual, no tradi-
cional pero desconcertante, no "gloriosa" pero ca-
paz de aplastamos con toda nuestra tradición de
un solo zarpazo. "
Todo eíto es tan verdad que ya nadie sie anima
a sostener lo contrario. La leyenda de la ¡grosería
y del m.aterialismo como atributos característicos
del pueblo norteamericano se ha es'fníraado en un
océano de ridíioulo. Y en vez de despertarse un odio
vigilante y deapeetivo hacia Norte América, al re-
13G ALBERTO LASPLACES
vés, cada día se intensifica la admiración y la sim-
patía de estas repúblicas hacia «u hermana mayor
del Norte, en la cual no todo es bajo cáLouilo utili-
tario como lo pretende Rodó. De ahí qne la pré-
dica de "Ariel" hay'a caído en el más ilevanta'ble
de los fracasos, y que ^ prosa armoniosa mesne
en nuestras oídos arropando un error imiperdona-
l)ile que no se puede tolerar en silencio en un autor-
q^ue tiene sus prestigios justamenite conquistadosi y
que por lo tanto puede ejercer alguna influencia
sobre el anibiente. Todo "Ariel" está en esJa terce-
ra parte, y el propósito íntegro del libro reside en
humillar a los Estados Unidos. Quiero pensar que
hubo una cristalina sinoeridad en Rodó, que en
efeíto pensaba todo lo que escribió. Pero en ese
ea&'o no supo juzgar serenamente a un pueblo que
es' uno de los orgullos de nuestros tiempos, y, so-
bre todo, de nuestra América, ni aitinó a ver claro
en el pon^enir. Su espíritu fué inepto para descu-
brir la realidad del presente, e inepto para intuir
el futuro. No fué ni un observador ni un vidente.
Plizo mal en salir de su verdadero rol dentro de las
letra'í, de aquel paTa el que fué dotado suntuo-a-
mente por la Naturaleza: la crítica artística y el
ensayo literario. Dejóse arrastrar por una velei-
dad sociológica, arrastrar, eso sí, por lo que creyó,
equivocadamente, una buena causa. Siempre hubo
en Rodó un espíritu geométrico y reaocionario, un
criterio con mucho die colonial, según lo obserA a
acertadamente Ortega y Gasset, clausurado a toda
novedad, a toda audacia renovadora, temeroso de
nue\^os ritmos, apegado a tradiciones y prejuicios
OPINIONES LITERARIAS 13?
llares y casi ciego ante la maravillo^ palpita-
iiMU de la hora actual, más llena de milagro y de
siiuestión, más carinada de opulentas proiniesas que
cualquier^ otra de la historia. Sintió horror por
• lo avance, por todo progreso que rompiera la
etría de lo existente, y conspiró, por lo tanto,
itra todo progreso y' contra todo avamee, ineon-
fi-i)ibles fuera de lo a^imiétrioo y lo disonante. ílay
demasiado de Renán en su conioeipto del mundo y
de los hombres, del R/enán de la decadencia y ide
la vejez, amargado y pesimista porque había visto
a la realidad castigar incompasivamente a su suib-
getivismo ingenuo y' poético, creador de vagas y
teatrales fantasían. No fué él-, ciertamente, otro pe-
simista, pero ni su doctrina abre a la juventud am-
plias horizontes ni le marca rumibos claros y defini-
dos. Intenta demoler pero no atina a construir y en
su crítica concede más importancia a lo Auperíieial
que a lo profundo, a lo visible que a lo sustancial.
No quiere significar esto que no haya muiciho, mu-
chís'imo que hacer en nuestra América, en donde
todo eitá por hacerse, en política, en arte, en so-
ciabilidad. Lo que quiere decir es que Rodó no hizo
incapié en uno solo de nuestros defectos y de nues-
tras imperfecciones americanas, que pa^ por alto,
sobre todo aquello que hay en inosiotros de censiu-
ra]>le y' de apto a un progre^ o a una mejora. Ni
el caudillismo, ni el latifinndisimo, ni la ignorancia
de las masas, ni la miseria irredimible de las po-
blaciones rurales le distrajeron una sola palabra,
le inspiraron una sola protesita. 'En vez de colocar-
se dentro, concretamente, de Hispano-América. sa-
138 ALBERTO LASPLACES
lió maa allá de sus fronteras para detener, lanza
en ristre, a los gigantes imaginarios del utilitaris-
mo yankee, como si nada hubiera que hacer en
casa, como si aquello que defendiera huhiera lle-
gado a los últimos e instuperableá límites de la per-
fección Por e&'o su esfuerzo fué eistéril aún cuando
"Ariel" forma parte de lo mas' esipontáneo, freico
y viviente de todo lo que escribió. No sólo fué allí
su pensamiento más ágil sino tam'bién más agrada-
ble el estilo, menos pesado y frío que en obras
posteriores Bien se ve que ese Rodó en el mismo
que esiculpdó uai pórtico mairaAtiloso al «palaioio '
encantado de "Prosas Príofanas". La seducción
elegante de su prosa y las ideas de aristocratismo
veladas tras engañosos juegos de lu/ees democráti-^
eos, le atrajeron -el éxito entre ciertas clases dte la
sociedad americania que intentan aclimatar en estas
tiei*ras de libertad y de porvenir icaducas antigua-
llas jerárquicas de las cuales el viejo mundo se va
liberando lenta y' penosa pero firmemente. Rodó '
fué uno de los última'? deíensores del pasado, en
nombre de una estética quáetista y icadarv^érica .
llenos oportuno que Ruskin, tuivo las pupilas cie-
gas ante el espectáerailo de alta y vigorosa belleza
que ofrecen los tiempos modernos y no atinó sino,
como hábil lOopista, a repetir viejas experiencia
en vez de lanzarse al riesgo s^emidivino de los jóve-
nes ensayos. Por eso he considerado necesario re-
futar sus doctrinas, por inactuales y erróneaís, en
la seguridad de que frente a su criterio estático
pre&'tigiado por ecois amables de armonías extintas,
han de afirmarse con indomable energía los prin-
OPINIONES LITERAKUS 139
cipios renovadores y evolutivas por los que debe-
mos combatir y por los cuales nos debemos sacri-
ficar llenes de sonritnite alegría, soguro-i de que con
ello llenamos el íínico rol que nos han impuesto las
o^rcuras leves de la vida.
A'bril de 1919.
Florencio Sánchez
Florencio Sánchez, fué no sólo el fundador del
moderno teatro rioplatense, sino también, hasta el
presente momento su figura culminante, su gioria
más pura y más simpática. Por una incidencia
realmente milagrosa, su teatro, — obra robugJta y
definitiva, — no tuvo precursores ni diseípulos, ni
arrancó de un período germinativo anterior ni
dejó otras huellas que las ipropias al revivir año
tras año, glorio'^amente, eai los escenarios de nues-
tras cÍTidades. Desde el mteonoraMe es"treno de '
"]M'hijo el dotor" que señala el primer éxito reso-
nante y consagrador hasta ahora, ninguno de nues-i
tros comediógrafos hia demostrado aiptitudes úmi-l
lares, guatos paroeidos, ni uaia orientación para-
lela. No ha surgido un solo e^íritu fraterno al
suyo, ipor lo cual .% destaca bien plenamente en
nuestras letras con su luz inconfundible, como el
diamante límpido de Sirio en el terciopelo pro-
fundo de la noche. Su manera tan personal, su
estupenda habilidad pajra emeadenar las escena"?,
dentro del ritmo nonmal de la am<Sn, su ideal de^
nobilíííima superación que es como el perfume se-j
OPINIONES LITERARIAS 141
Icfto de su obra, bastan para farmarle un pedei?-
[ tal indestructible sobre el que se asienta, vemc-edor
'"'■'I tiempo y de la ind'iferenicia, y sobre el ({ue se
one a noiestra agradecida admiración que ha
ser eterna ipara ser justa. Caído inesperada-
., alte, cuando su talento robusto dejaba entrever
el oro claro de nuevas y ajbundanties coseclha>, ha
dejado delftás de sí mérití)s bastanteis para ser cla-
sificado entre lo más sobresaliente que han pro-
' ducido en la América hispana las actividades del
: inteleicito, todavía pospuestas emtre naiotros a ta-
[ reas subalternas que sonríen a la vida con mayor
1 amabilidad que los prodoietos de los dolorosos alum-
niientos mentales.
L'no de los signos» más evidentes de nuestro atra-
i so se en-juentra en la tardía justicia que hacemos
a los hombres que con tanta gallardía combaiten
por nuestro bien desde las peligrosas atalaya^ del
; arte y del pensamiento. Absorbidos* por otros pro-
: blemas de menor cuantía pero que en nuestra idio-
sineracia, — por un fenómeno de relación directa
entre la calidad de la .produicción y la capacidad
de comprensión, — adquieren una importancia
mayor, olvidamos con frecuencia a los qoie noi?
salvarán del olvido ante el porvenir, a los que
íji'emibran en surcos feciundos la gloria que más* tar-
de, generosamente, será para todos. Hay que reac-
cionar de una vez, contra esa realidad que supone
una falla vergonzosa y eonfíciente y' que origina,
por lo general, un .fatalismo a la otomana que ha-
ce que se acepten los hechos sin protestar con-
tra ellos. Florencio Sánchez triunfó a medias, gra-
142 ALBERTO LASPLACES
cías a que el escenario es más atccesi'ble a las niu-
oliediuinbres que el libro, pero su triunfo no adiqui-
rió, en ninguna forma la debida amplitud. Si co-
nceió la miseria antes de la consagración popular,
misieTia basta cierto punto com|peai«adia por los ju-
veniles arrestos que son por sí solos una opul< d-
cia, después de su victoria en nuestros escenarios,
no enoontió el consiguiente éxito económico que
lo pusiera a salvo de las asperidades de la exis-
tencia y que le permitiera dedicarse por completo
a su arte. Hubo de ser pensionado por nuestro
gobierno para trasladarse a Eurotpa — viejo y
quierido en.'meño — y bubo de caer, lejos del ^-
lar patrio, abatido por las heridas que en su orga-
nismo abrieron las ingratitudes de nuestros pú-
blicos. Su muerte al igual de la de Herrera y Reis-
sig aislado en su torre de ensueño como un lepro-
so, iserá siempre un índice acusador de nuestra in-
di ferenicia y de nuestra torpeza, más aún cuando
aoostumjbramoá a elevar ídolos fáciles sobre nues-
tros entusiasmos del momento o hijos apresuradas
de nuestra,^ pasiones que invierten amenudo el va-
lor de las cosas y de los hombres.
En su conjunto, la obra de Florencio Sánchez
puede agruparse en dos etapas bien definidlas, si
bien no totalmente distintas la una ¡de la otra pues
tienen un sui^ancial parentesco. La primera, fór-
manla sus obras en las cuales, apesar de existir la
orientación ideológiica parece predominar la pin-
tura directa de nuesitro ambiente rioplatense, ya
la ciudad, ya el campo. Y la segiunda ef^tá forma-
da por suis obras en las cuia-les aún sin mudar de
OPINIONES LITERARIAS 143
aiiiibiente, sobresale la tesis oomo nervio dinámico
de la aeción, como germen vital y causal. En la
primera etax)a, que es la primera también en fe-
ciha de producción, la obra die Sántíliez es regional
no sólo por los personajes^ que liaee intei^venir sino
también por losi temas sociológicos que aborda.
Pertenecen a ella entre otras, "M'ihijo el dotor",
"Gente honesta'', "La gringa", "Barranca aba-
jo", "Pin familia", "Los Muertos" y algunos pe-
'¡ueños cuadros del arrabal portevio como "Mone-
da falsa" y "La tigi^a" que son un modelo de so-
briedad y exactitud. En esa serie de obras es quizá
donde el autor se mueve eon maj''or libertad y don-
de es más fre*o y espontáneo su talento. Asombra
la realidad con que actúan sus fantoches humanos
arrancados de la vida misma y presentados con
una fidelidad admiral>le, jamá^ superada. Es un
prodigio de objetivación esa parte considerable y
valiosa de áu teatro que acusa en él cualidades ex-
cepcionales de observador profundo y vidente. To-
do un mundo se agita en sus dramas y comedias,
— tan alejados de las .fantasimagoría.s románti'cas,
— un mundo eon el cual nos codeamos ya en la
urbe apretada y' envsordecedora, ya en la campiña
síemisalvaje y tranquila. Nos extrañamos muchas
veces de la veracidad de sus tipos, presentadoi"? tal
cual son sin un solo detalle falso ni desproañsto
de im-portancia, tan idénticos a como los vemos
todos los' dáa,s que no concebimos como han podido
ser llevados a la escena, quimérico país del arti-
ficio. Alguien ha pretendido reprochar eso a Sán-
chez, como un baldón de su obra, cuando es ese,
144 ALBERTO KciSPLACKS
precisamente, uno de sus más grandes méritos. La
realidad es s'iempre más rica, más abundante, más
enérgica que la fícción; hay que saberla ver para
extraer de ella lo bueno, abandonando lo demás.
Sólo el ciego busca en paraísos imaginarios moti-
vos y personajes que más perfectos y más bellos
de lo que puedo conicebirlos se encuentran al sim-
ple alcianee de la mano.
La -segunda etapa hacia la cual evolucionó San- 5
chez insensible y ascendentemente, está bien clara
en su última obra "Los derechos de la salud" en
c|ue aparece en una nueva y victoriosa faz dte su
dóctil espíritu, abordando con valentía el difícil
drama áe tesis, moderno en la técnica y' univers'al
en ia, proyección de las ideas sustentadas. Culmi-
na su labor en "Nuestros hijos" y en "Las dere-
chos de la salud" que levantaron tempestades de
comentarios, deprimentes unos elogiosas los más.
En ese género dramático que llamaremos de com-
bate, se ponen de manifiesto las irresistibles ten-
dencias de Florencio Sánchez hacia las solucionas
progresivas y avanzadas, y se no^ pres^enta como
un generoso cruzado de las buenas doctrinas có-
mo céluia enciente y viril, ansioso de desfacer en-
tuertoá y de resolver inquietantes y dblorosas in-
cógnitas morales. Ningún arma más gallarda ui
más fuerte que su teatro para hacer triunfar los i
ensueños revolucionarios del que fué agitador de
multitudes obreras y periodista defenisor de los -
desamparados de la suerta. Arma formidable que
manejó con sapiente maestría y que vino a inmo-
OPINIONES LITLR ARIAS 145
vilizar para siempre el beso helado y osicuro de la
amorte .
Tanto en la obra costumbrista como en la ten-
denciosa, el genio de Florenjcio Sánchez se desen-
volvió con vsoberana altura, alcanzando cuinibr^
por nadie holladas ni antos ni después de él en
Liiestro teatro. "M'hijo el dotor" fué una inicia-
ión luminosa que ooncil'uyó con los Moreira, Cue-
llo, Soldado, etc., que hacían la delicia de las mu-
Aedumbres amontonadas en las gradas desiguales
do los circos» suburbanos. Su iprimera obra fué esia:
3niiol>]eeer el drama nacional, depurarlo, elevarlo,
laeerlo digno de codearle oon cualquiera otra dra-
matutrgía. Tal prcipósito fué alcanziado desde el
:)riiner intento con un ímpetu tan juvenil y ven-
cedor que su éxito en ese sentido al desterrar de
a ¡primiera lanzada los dramoneá malevo-polieialies,
medie eomparai*se al que obtuvo Cervantes con su
nm.ortal Quijote sotbre las fábulas de caballerías».
']M'hijo el dotor", — decía el mismo Sán-chez en
ma conferencia pronunciada en el Ateneo de ]Mon-
evideo, — reflejando costumbres \'iividas, produjo
ina revolución. Su éxito estrepitoso se debe a la
'erdad y' a la sinceridad con que fué escrita la
)bra. El público lo 'Comprendió así y comipensó mi
abor con las o^'aciones más grandes que haya re-
ibido en mi carrera artística. Inolvidables ovacio-
les, que marcaron el rumbo definitivo de mis as-
tiraciones, encarrilaron mis actividadies intelectua-
2s malgastadas hasta entonces en tanteos estériles
¡n el periodismo y me proporcionaron pan para
limentarmo, estímulo para luchar y hasta, ¿por
. OP. LIT — lO
1 .] () ALBERTO LASPLACES
qué no confesarlo? hasta una «omipañera quie ale-
gra mi vida y comparte mis insomnios."
De aquel éxito resonante que según la pintores-
ca palabra de Florencio, produjo "una revolu-
ción", parte no sólo la ¡fama deil gran dramaturgo
srino también el teatro moderno ríoplaten.se. Antes
dé él sólo se habían producido simples balbuceos,
oibras que no resisten a una crítica severa que exi-j
ja arte o pida definición de caract«rer?, exacto co-^
lor local, preocupaciones sociológi'cas o tramas sen-^
ti/mentales. Algunos héreos falsos, 3'a bravucones
de puííial, v'a gauchos perseg?uidos por la autori-
dad implacable, ya almibarados trovadores de g\ú-
tarra encintada, — que hacen suspirar a las mo-
zas con sus quejumbrosas endecha^!, — malevos
^foreira^ o malas eopias de Martín Fierro y San-
tos Vega, — encantaban a públicos poco exigen tea
que no pedían más porque no suponían que se pu-
diera arranear otra cosa del venero regional. Ijos
públicos cultos de las igrandes ciudades se confor-
maban con el teatro extranjero, con las exquisite-
ces y las oomplieaciones del alto drama y la co-;
media fina que importaban buenas compañías tam-
bién extranjeras. Fué necesiaria la noche glorioísa
y resonante de "M'hijo el dotor" para que, dtí
golpe, se abriera ante los ojos maravillados de au-
tores^ actores y público, el e^ectáculo deslumbra-
dor de un verdadero país nuevo, casi iins)Jspechado
hasta entonces. ¡Ah, sí! Estribamos rodeados dé
tipos iriteresante&', perfectamente aptos al teatro;
había a nuestro alrededor, caracteres, pasiones,
problemas colectivos, personajes originales. Falta-
OPINIONES LITERARIAS 147
1
'p& sólo la mente observadora y' la mano hábil ipara
^jj-anííportalos a la escena infundiéndoles vida. El
CJolón de esa tierra virgen de fecundidad infinita
fué Florencio Sánchez y "M'hijo el dotor" el pri-
ner islote surgido de entre los misterios de la bru-
íBa marina. Doipaiés de él, como detrás del glorio-
so genovés, surgió una verdadera pléyade de auto-
res que han abordado todos los géneros. Cabe afir-
ínar, sin embargo, q-ue en ningnno de ellos ha res-
Dlandeeido el genio y las dotes de dramaturgo que
labía en Florencio Sánchez. Su obra copiosa y
')ptima lo iiiípone no sólo como el primero en el or-
len cronológico sino tamibién como el primero en
)rden de riiérit-os. Hasta ahora no ha surgido nada
roe pueda hacerle &«om;bra. Permanece siendo, ade-
ri.H de fundador, único.
Fué inmenso lo que realizó Sánchez con su tea-
ro en pro de nuee^tra cuUura tímida y naciente.
Sobre S'U ensayo feliz y' duradero ha de edificarse
luestra escena futura pa^í- la cual será un guía
irme y niotivo inagotable de rica inspiración. Si
dguna vez descendió a los bajos fondos sociales?,
'omo en "La Tigra", "Moneda Falsa" y "Los
iluertos", fué siempre en misión científica, como
igienista o sociólogo, como el Zola de "El Vientre
le París" o el Ibsen de "Los Esipectros". Jamás
iianciliió SRi obra con fealdades inútiles, con defor-
nidiades sin justificación. Gustó sí, como artista
' ob>ervador, llevar a las tíihlas a algunos' derro-
ados de la vida, a seres s.¡n perfil y sin voluntad,
i degenerado:? por la acción de la propia culpa o
)or sugestiones del ambieíjce. Pero jamás hizo con-
148 ALBERTO IjASPLACES
cesiones a lo soez, a lo repugnante, a lo grosterc
como afirman algTinos críticos de la talla de Roxlo,
Su obra está prestigiada por un sano realismo que,
como es natural^ no puede ajgradar a los que nc
encuentran belleza en la vida tal cual efí e intentar
hacer segriir al arte errados laberintos en los qu(
prima la artifieiosñJad y lo retorcido: arte pálidc
y sin sangre como pobre planta de invernadero
Los dramas de Sánohez. humanos y lógicos, sobrioí
y fuertes, fiel reflejo de la existencia de nuestrí
gente de campo o prodigiosos en la pintura de
tipo de la escoria de las ciudades, vinieron a dai
una pauta definitiva, a s'olidificar la materia dis
persa, a infundir vida a todo un m.undo no sospeí
ohado hasta aquel momento y que escapaba a lí
ponetración de los que se dedicaban a escribir parj
el teatro. Por eso, no le vendlría mal el epitafio qn(
en la tumba de Tespis, uno de los fundadores de
teatro griego, escribió Diosccrides: "Aquí dasteans<
yo, Tesipis. i\ntes que todos imaginé el canto trá
gieo, cuando Baco guiaba aiin el carro de las Ven
dÍTüias y cuando aún se ofrecía como premio ui
lascivo macho cabrío con una cesta de higO)'? áticos
Nu)ei\''Os poetas han cambiado la forma del vcrs)
primitivo, andando el tiempo otros vendrán a ertí
bellecerla con ritmos nuevos. Pero el honor de 1
invención me pertemoee". J
Noviembre de 1916.
Vaz Forreira, coiiíerencisla
El público de Vaz Ferreira solicita para el maes-
tro un salón mayor al que se le ha destinado a su
cátedra. ¡Loado sea Dios, que siquiera crece el nú-
mero de sus oy'enteá!... Después de inteiTujnpir
dos meses su curso de conferencias para poner en
condiciones de ser impresas las anteriores, ha vuel-
to a í-ii puesto, como um toldado al combate. Co-
mentó ya dos libros, uno de Unamuno, — ese vasco
agresivo e indi\áduali&ta, — y el otro de Ramón y
Cajal, — el paciento investigador envejecido sobre
el microscopio. La juventud aún cuaudo no en la
cantidad que debía, llena los escaños y oye en si-
lencio religioso la palabra del filósíofo. Es un am-
biente cordial y tibio en que la simpatía es,piritual
acerca el profesor a los discípulos! Se establece
un lazo vibrante entre uno y otros, y ausentes la
rigidez y la aparatosidad, todo transcurre, en una
forma amable, en una inalterable armonía. Vaz
Ferreira no posee eso que llamamos oratoria y que
no es £íino vaciedad relumbrante, palabrerío vano
y ensordecedor, despreciable retórica. No. Su pa-
la'nra as sencilla, su frase clara y justa, sin orope-
ALBLRTO LASPI.ACES
les ni meditadas insmiraentacáones. Su ademán
es lento y suave; su voz aterciopelada y síin un
teatral registro de tonos. Su rostro, en el que ar-
den dos grandes ojos negros y húmedos, vsáempre
asombrados y sus manofj finas y pálidas en perpe-
tua inquietud, son sus armafí más eficaces, sus más
poderosos medios de sugerir y de atraer, de con-
vencer y de arra&'trar. Su elocuencia es más quizá
de mímica que de palabra, de gestos que de soni-
dos. La palidez de su faz, delicada y transparente,
como que es hija de la reclusión con los libros y
del perenne meditar, se ilumina así como pronun-
cia las primeras frases. Retrátanse en su rostro
sus pensamientos y' los acompaña, ya expresa/ndo
entusiasmo, ya severidad, ya admiración, ya cen-
sura. Pero todo esto sin llegar a ninguna exage-
ración, san ceder a ninguna artificiosidad. Se ve
perfectamente la ¡pura llama interior que anima
y dá fe y esperanza a éste místico de nuevo cuño
que ha hecho de la enseñanza su caballería andan-
te y no cesa en su noble tarea de barrer el camino
del pensamiento de mala^ zarzas que han crecido
allí hasta adquirir la proporción <!« desmesurados
■gigantes prestos a porfiadas resistencias.
Pocas vidas más gloriasamente fecundas que la
de Vaz Ferreira. Hace ya muchori años que su
actividad asombrosa dá frutos magníficos, genero-
samente ofrecidos. Tan modelo como sabio, gusta
vivir en el silencio, rehuye la glorióla tra,s la cual
vemos correr alucinados a los papanatas, y en una
especie de indiferencia ¡por el elogio y la aproba-
ción agena, ¡si'gaie como un sonámbulo, amonotonan-
OPINIONES LITERARIAS l5l
' SU dorada cosecha, el rico grano de sus campos
: rrinics) y dadivosos. íi^ta fiebre de producción,
lio apresurada y superficial sinio constante y pro-
l'uiiid'a, propia de su talento ecléctico y de su in-
quietud sagrada, da a mi obra proporciones en-
lopédieas dentro del «aaiipo del pensamiento y
( :;¡';icteriza su optimisJta batallar, su firmeza de ilu-
minado, en un ambiente refractario, ipoco propen-
so a la consideración y al e&Í:udio de los más gra-
ves y oscuros probleanas de la vida. Tanto en la
dirección de la enseñanza, como en el profesorado
d(^ Filosofía, como en la cátedra de coniferenieias,
V;i;^ Ferreira ha trabajado sin un desmayo ni una
;;!:dicaeión y no solo ha trasmitido a sus disícípu-
Iik; en síiitesis brillantes y oportuaias, las solucio-
nes dadas a la gran incógnita irresoluble desde Pi-
t ligo ras a Bergson, sino cjue perseverant emente,
con el gesto suave y la palabra inspirada ha bus-
cado el en or con sutil penetración y ha saludado
a la verdad inmortal, allí donde la ha encontrado,
con el caballere.^co galardón de su pleitesía. Gran
parte de su obra eT de depuración, de esclareci-
miento; oscura tarea de separar del carbón el dia-
mante, de la cizaña el trigo; tarea útilísima pero
sin gloria a la que mue!ho« homibres de ingenio no
se resignan por eso mismo, ávidos antetodo de éxi-
tos resonantes y eonsagradoreñ.
Pronto se publicarán las conferencias pronun-
eiadas pof Yaz Ferreira. Obra magnífica, sólida
y armoniosa como una pirámide. Hasta ahora gus-
' tó solamente el placer de oirías, un grapo de fie-
les discípulos, insignificante en número si consi-
153 ALBERTO LASPLACES
deramos los que pudieron haber sido. ]\Iientras uu
partido de fooball remie treinta mil apasionados,
Vaz Ferreira, cuando más, ha enseñado a dos^aien-
tas sibaritas. No hagamos cargos inútiildS: compa-
dezcamos. Publicadas sus conferencias podrán ser
gustadas por lo^ mismos que las oyeron y por mu-
eihos otros a los cuales no ha sido positole acudir a
escucharlas Además se podrán destinar a la me-
ditación, que siempre no haga peligrar a la vida
con su opio eiien^ador, es ;^aludable y aguda, y' des-
í>ubre aíite nuestras ansias milagrosos panoramas,
y no5 turba cojí hallazgos inesiperados, con Cipan-
gos opuleii-tos, en ruta hacia los cuales' se "regar-
dait monter dans uní ciel ignoré, du f ond de 1 'ooean
des etoiles nouvelles" como dice Heredia en su so-
neto inmortal.
Cuando se creó la cátedra de conferencias para
Vaz Ferreira, tuve el honor de escribir los siguien-
tes párrafos: "Vaz Ferreira tendrá slu cátedra de
conferencias. Más (.me él, debemos felicitarnos nos-'
otros mismos. De su palabra suave y serena ¡comul-
garemos el J2an de la sabiduría bajo el ala flotante
y protectora del Siento Espíritu. De^e su nueva
silla proseguirá este maravilloso y porfiado maon-
tro de cultura, sn camjpaña en pro del mejoramien-
to intelectual del país, al cual ha obsequiado tan-
tas veces con las magníficos y pulidos diamantes
de suá libros. Aunque algo tarde, se le ha hecho
justicia. Esta cátedra libre, sin programas y' sin
imiposicioncs inflexibles, es oportuna a su idiosin-
•cracia. Los programas que ^suelen ser provecho^s
para la mayoría de las inteligencias, son siempre
OPINIONES LITERARIAS 153
contraproducentes para los espíritus superiores.
Estos s^ encuentran más allá ele lajs limitaciones
treelias y necesitan expandirse a su gnisto, ipues,
se ahoí^an en los ambientas icomunes en donde se
mueven lo." más
E^to no quiere decir que esas inteligencias i)ri-
vilogiada^s sean desordena/das • al contrario. El ge-
nio, al sentir de Saint Beuve. es la suprema armo-
nía. Pero su programa se veda a nuestros ojos
heelios a la tranquilidad de los caminos abiertos y
confiados*, conforme no comprende la moralidad
de los amorales el que necesita para su direcdón
del catálogo indiscutible de las tablas de la ley.
Vaz Ferreira dará, pues, sus leoeiones a su plajcer.
Con libertad galopará a sus anohas por las amplios*
eaimpos de la Filosofía. Y así, su obra será lo que
debe ser: bien a su imagen y semejanza. Expondrá
como él sólo sabe hacerlo el pensamiento de los
hombres ilustres y nos dará de ellos lo que la alie ja
de la flor: la miel. Con sai suavidad habitual, con
.sus anchos ojos fijos en la alto, con su palabra m^u-
sical y' acariciadora, derribará errores, combatirá
prejuicios, desmenuzará falsas creencias. Conoce-
dor profundo de la filosofía contemiporánea, en
cris'is después de la desaparicicSn de racionalistas
y agnóstieoi?, nos participará de la divina inquie-
tud de su pensamiento, comeailtando las nuevas
orientaciones en donde James, Bergpon y Wund,
se disputan el verde laurel apetecido.
La misión del sabio no es saber, sino enseñar,
trasmitir su luz a las enigmáticas tinieblas que lo
circundan. Los tesoros en sí, nada valen, nada re-
1
154 ALBERTO LASPLACES
jiresentcn. Hay que 'buscar el valor de las cosas en
SU;; prolongaciones Enriquecerse es' prodigarse;
crear es repartirse; vivir es extenderse. Por eso es
que la inteligencia tiene la facultad die disgregarse
sin empequeñecerse de brillan' sin consumirse. Una
gran energía imperecedera, vela por su eternidad
desde el fondo brumoso de los siglos.
Vayamos, pue.3, a oir al maestro, hoy más ágil
que nunca para sus asoeniciones milagrosas. Re&'a-
citemos con nuestro respeto y' nuestra admiración,
ya qu« él d-esde su puesto lo hará tan dignamente,
las lecciones de la Hélade, cuando de los labios» se-
mid'ivinosl brotaban las frases inmortales bajo la ca-
ricia de uu cielo taai puro como el mármol sobre el
er.al palpitaba la dorada «onrisa de los dáoses".
Esto escribí hace unoa años y no debo ahora re-
tirar ni una coma. Desde su dátedra, Vaz Perreira
respondió en un todo a ese perfil trazado con tanto
cariño eomo respeto. Fué más allá todavía de la
previsión hecha y dio a sus lecciones una variedad
de motivos que como una campana al vuelo pro-
clama la universalidad de sus conocimientos» y la
duictilidad milag-rosa de su esipírtitu. Pedagogía,
crítica í'ocial, filosofía, todo ha abordado, suave-
mente siempre, con su ademán rítmico, sus gran-
des ojos húmedos y sm voz aterciopelada. Más que
las ideas y los sistemas han sido los hombres el
tema favorito de sus disertaciones, apartándo&ie
así. eon firme brújula, de los dominios de lo dcína-
siado general, de lo simiplemente metafísieo, para
entrar sin temores en el labcinto mismo de la vi-
da Naturalmente, los hombres que le interesan y
OPINIONES LITERARIAS 155
lo a/paííionan son aquellos que pueden ofrecer a su
curiosidad de investigador, vastos y seductoras es-
pectáculos. Son los que Emerson llamaba "liom-
bre,s representativos", altas y solitarias cumbres'
de la humanidad: Rodó el moralista espiritualis-
ta, campeen de los valores intelectuales; Reyles,
intrépido nietzsohiano, fuerte y' sobrio estilisíta ; Ba-
rrett, analítico formidable, severo y penetrante ob-
servador de la marea humana ; Walt Wliitmau, pas-
tor bíblico que apajcienta densos rebaños de estro-
fas agitadas por bárbaros ritmos; Fabre, poeta de
los insectos, testigo entusiasta de la vida fabulosa
de los pequeños y brillantes seres; Henry Georgc,
profeta de San Francisco, apóstol de los Single-
Tax, que cada día crece un palmo ante el con-
cepto universal. En esta compañía, elegida por él
mismo, Vaz Ferrej^a se encuentra a su gusto y
exprime de ella sabrosos frutos. Habla y se le con-
ista. Al pasar por su cerebro, esos hombres ad-
quieren uu encanto nuevo, ofrecen vértices inespe-
rados, tonos diversos, como un blanco rayo de sol
que atraviesa un cristal prismático. Eá que, sin
llegar a la exageraciones de Carlyle j' de Emerson,
no hay espectáculo miás sugestionador que un gran-
de hombre en el cual florece un rosal divino que
da primaveras resiplandecientes. La coanprensión,
hondísima y exacta de Vaz Ferreira hace que tal
compañía no turbe ni imponga demasiado, huma-
nizándola, por decirlo a^, hasta el punto de que
nuestra admiración se matiza con un cálido tono de
amior cordial. Al mismo tiempo, el genio desciende,
sin empeciTieñccerse, hasta nuestro corazón y no^-
156 ALBERTO LASPLACES
otros asoendemos hasta sil plano sin sentir el mano-
tazo del vértigo que nubla las ipuipilas y paraliza los
músculos. Nos sentamos menos pequeños en la palpi-
tación universal, de la que formamos una parte liu-
milide y viajera. Y nos parece que ese grano de
inmortalidad que reverdecemos, no-i inmortaliza
también a nosotros mismos y nos* impide morir
sin dejar en el tiomipo una huella perdurable.
Vaz Ferreira no es un fundador de sistemas.
I Qué es un sistema en filo3ofía ? ¿ Será acaso una
interpretación de los' hechos, distinta sustancial-
men^e de las demás? ¡Ay, no! Todo-; los esfuerzos
realizados para horadar la gran incógnita han sido,
llanta ahora, estériles, y el misterio aparece siem-
pre inaccesible e inviolahle. Los sistemas no con-
sisten sino en tácticas para vencer esa soanbra, pa-
ra derribar esa muralla. Por eso a veces nos hace-
mos la ilusión de que palpita en nuestras^ manos
un arma capaz de darnos la victoria. ¡ Inocente en-
gaño! ¿Estamos mucho más allá de Platón, &\ me-
nos sistemático de los pensadores, en cuestión de
sistemas? Sonriamos. He ahí a Bergson, que nos
asegura que perdemos lamentablemente el tiempo
sistematizando, es decir, aplicando a los o.scuros
problemas filosóficos, que se refieren exclwdvamen-
te a nuestra vida p^quica, el mismo método que
empleamos para medir y pesar la materia inerte
y' sin voluntad. Bergson, trae en su bagaje, la no-
vedad de que en la filosofía no hay nada preveni-
ble, provocable, ni totalmente comprensiible. Si
es así, — y así es, — ¿para qué ismos e istas? La
OPINIONES LITiR^UlIAS 1 57
intuición, como una mirada profunda y mila^o&'a
es la única apta para penetrar en el huerto cerra-
do ante el cual la inteligencia se detiene impotente
y ciega. La filosofía deja de ser materia de labora-
torio o biblioteca, ipara convertirse en movimiento,
variedad, sugestión, amor. El sistema es rígido y
dogmático. La ley científica no admite sino una
interpretación. Todos los sistemas han caído. Fun-
dar uno nuevo s'ería levantar otro edificio destina-
do a un fracaso irremediable pues la vida, que es
tan burlonamente dúctil e imprevista, no permiti-
rá jamás que la encarrilen en una serie de fórmu-
las irresponsables e inflexibles. Sería repetir un
error de siglos que ha hecho que la humanidad ha-
ya dado cien vueltas en redor del mismo punto,
sugestionándose a sí misma en la manía de catalo-
gar, nuanerar, dar nombres distintos al mismo fe-
nómeno, como si en la etiqueta estuviera el valor
real del líquido que guarda el vaso .
Esto no 'Supone que Vaz Ferreira no tenga en
su haber, dentro del 'camipo de la Filos'ofía, hon-
rosos hallazgos. Los tiene, — y le han dado muy
justo renombre, — sobre todo en Lóg-ica, en donde
ha aplicado su cristalina honraidez de dialéctico
que quiere evitar inútiles y sofísticas diseunioaies,
} en Moral, en donde resplandece su tolerante cri-
terio para juzgar las acciones humanas y su ideal
de ¡perfección, no muy lejano del de Guy'au. Pero
no significan una nueva interpretación del enigma
fundamental. También en Pedagogía, en Psicolo-
gía Pedagógica, en Estética y hasta en Economía
Política ha desarrollado ideas, marcadas por un
158 ALBERTO LASPLAGES
robusto sello personal, ideas que por su originali-
dad como por siu mérito harán «amino en el mun-
do del pensamiento y de las soluiciones sociales.
Pero insisto en creer que no sólo lo más extenso,
sino lo más valioso de la oflbra de Vaz Ferreira está
en suá comentarios a los hom'bres y a los sistemas.
En la parte más viva, más humana, más fecuinida
de su formidable labor y hasta estoy por afinnar
que es la que más le agrada. Nunca le agradecere-
mos lo suficiente el que no se hay'a dejado arras-
trar por una tendencia mxiy natural en un hombre
de excepcional talento, como es la de fundar un
Eíjítema, "su" sistema y que podríamos expresar
por "tendencia u la originalidad". Una originali-
dad afortunada destaca e impone a los públicos
una fama, y la unilateralidad de los esfuerzos al-
rededor de nn punto básico y central es lo más a
propó;iito para conquistarla. Hay quien conociendo
la inieeánica de la celebridad, — llamémosla aní, —
.'•-e pasa la vida buscando nna Polución indepen-
dionte, nn desicu'brimiento, para lanzarlo al mer-
cado de la opinión como el especulador lanza un
artículo sin competencia. Lo 'cierto es que los hom-
bres verdaderamente originales se preocupan muy
poco de encontrar su originalidad y' que muchos
mueren sin toner ¡plena conciencia de ella. ¿La
conocieron Shakespeare, ^Moliere, Cervantes, Colón,
Newton, Theoteeopopuli ? ¿No obraron acasto más
bien como paseídos, como magnetizados, dóciles a
fuerzas de las que no tenían el contralor? Vaz Fe-
rreira no se ha dejado arrastrar por las fáciles su-
gestiones del éxito reinante y ha preferido ser lo
OPINIONES LITERARIAS 159
que es : un com'prcrtóivo maravillado y entiusiasta :
un Ciuria-so incansable y un maestro persuasivo y
contagioso, tolerante e infinitamente bueno. Su
esípíritu no está en<íerrado en inflexibles dogiuia-
tismos, ni se ha dejad'o poseer i)or ninguna ten-
dencia definida. Es a^í, vasto y ecléctico y puede
mov^erse con entera libertad entre las innumera-
l)les fóraiulas fijas de que está lleno el dominio
de la filosofía. No es un simple espectador, como
Addissün, ni un analítico como Amiel. Es un es-
tudioso y. has'ta <?.ierto punto, un protagonista.
Pero no se ha dejado í^eduicir por ningún canto
de sirena y puede por lo tanto iniciar la gracia
ligera del vuelo sin que su túnica quede prendida
a ningún rosal.
Vaz Ferreira ha inaugurado en nuestra univer-
sidad la primera cátedra de Conferencias. Nunca
obrero mejor dotado para tan delicada misión. Ya
no se trata de enseñar de acuerdo con cierto nú-
li.ero de preguntas, de entrenar a los discípulos' en
cierto número de re^pueístas. Es algo infinitamen-
te más elevado y trascendental. El mismo profe-
sor se señala la ruta y no obedece sino a su pro-
pio albedrío, no se inclina más que a suá libres
preferencias. El discípulo no acude imputado por
el fantasma amenazador del examen, ansioso de
aprender tan rápidamente, como olvidará más tar-
de. No. Suprimido el cákulo utilitario queda el
ansia noWe y limpia de perfeccionarse, de amipliar
los horizontes de la vida por medio de la contem-
plación y del contacto con los espe^ctácnlos supe-
riores}. El profesor sabe qiie lo oyen con interés;
160 ALBERTO LASPIiACES
el discípulo que le hablan con sinceridad. ¿Dónde
encontrar nada más perfecto, más cercano al ideal
•pedagógico? La palabra así pronunciada y' así es-
cuchada, sin violencias, no estará condenada a un
pronto olvido y fru.-tificará opulentamente en la in-
timidad de las almas. No se habrá perdido, como
la hoja del viento, sin dejar un sunco perdurable.
Plasmará en aeción deápués, cuando llegue la hora
iueluidible de las afirmaciones supreiuas; cuando la
vida exija unidades y no ceros más o menos bri-
ilaintes cuya misión parece no ser otra oue la de
obstaculizar el progreso. Y habrá rendido, en ma-
ravillosa multiplicidad, un ciento por uno, como
al cálculo feliz del más avaro y siniestro de l'is
ITarpagones ,
Vaz Ferreira, serenamente; prosigue su labor sin
hacer caso ni al elogio ni a la censura. Todavía
no se ha comprendido bien lo fomiidable de su
esfuerzo, la inmensidad de su obra. No es nuestro
temperamento propicio al es^tudio, ni nos preocu-
pan mayormente los problemas fundamentales del
Ser, del Principio, del Destino, de la Verdad. So-
ino5 una raza de nerviosos y de improvisadores,
capaces de impulsos brillantes pero ineptos a es-
fuerzos prolonigadosí y' enjundiosios. Libraimos la
mayor parte de nuestros actos al azar y nos sacri-
ficamos, sonrientes, en aras de cualquier ídolo, lo
Pxierezea o no. Non gusta ensordecernos, combatir
por las menores nimiedades, hacer de la vida no
una emulación elevada y fecunda sino una batalla
sin tregua y estéril, desprcA^sta de finalidad y de
encanto. Todos los días derrochamos en cosas sin
OPINIONES LITERARIAS 161
importancia tesoros de energía que convertirían
en nababo a administradores nuás escruipulosos, a
más sapientes ipilotos. En medio die nuestras mi-
serias, de nuestra Inilla «ontiniia y agria, Vaz Fe-
rreira encuentra el reiposo necesario para pensar,
la isla encantada y' tranquila en medio del lago
inmóvil. Allí gusta vivir sus mejoren horas en ín-
timo contacto con los grandes espíritus, arropa-
do en una atmósfera cordial poblada d<e pálidofs y
expresivos fantasmas. Y después, ama trasmitir a
s/us jóvenes discíipulos, — tierra fresca y promiso-
ra, — el fruto selecto de r,us meditaciones ; dar todo
su bien después de hacer pasar por sius retortas se-
veras y depuradoras de alquimista, el metal que
resplandecía, quizá con legítinno;^ reflejos quizá por
la magia de ligas engañasas y superficiales.
Es nuestro primer deber prestigiar el aula au-
gusta, tan propicia a la juventud que ansia uina
acertada y armoniosa direcición áe la vida. Ju-
ventud es acción, es generosidaid y em'briaguez.
Vaz Ferreira tuvo la snificiente ductilidad mental
para ^er un maestro de jóvenes, es dteeir, para com-
prender que no todo lo que diga sabrán retener
las vidas inquietas -qne lo oy'en como inmoviliza-
das por una precoz maduree. Ser maestro de la
juventud será siempre su título más legítimo y so-
aoro, el premio más d*ulce a su empecinado bata-
llar. La juventud, arrastrada por la fuerza de su
vida no escuchará quizá con la eficiente ajtención
5fu palabra jugosa desprovista de vanas artificio-
sidades. Vaz Perreira es maestro en sencillez y en
OP. MT. — 11
162 ALBERTO LASPLACES
profuoididad. Nada trivial se encontrará en su
obra ya imiponente, ningún tema de secundo oi--
den, ninguna mirada a lo insignificante por mucho
que constituya lo insíignificante la mayor parte de
las preocupaciones de los hombres. En ese plano
se mantiene, inaocesible a los subalternos vaivenes
de la existencia, dueño de sí mismo, único piloto
de su nave interior. La época y el amibiente in?flu-
y'en en él, s'in lo cual su obra sería excéntrica y
estéril, pero él mismo elige las flores que ha de
cortar y se marca la ruta a través de la inmensi-
dad interrogante del océano. Ha conservado su in-
dependencia en »na íorma realmente milagrosa, :
sustrayéndose a los fáciles íapasionajmientío^ del '
pro y del contra, sin caer, en ningún caso en afir- '
majciones o negaciones absolutas. Esa posición es, '
a mi ver, lo único que ihay que reprocharle. Vaz
Ferreira duda amenudo, se le ve detener^, anali-
zar demasiado. Su íana/tismo por la vierd'ad lo haice
a veces hundirs<e en abismos de los "que no se puede '^
salir. I.a vida exige amenudo afirmaciones o negacio-
nes a;bsolutas para ipoder ser vida. En ciertos mo-
m'entos es contraproduicente el ra^zonamiento. El
mundo maroha por obra de las afirmiaeiones absolu- '
tas, aunique sean falsas. La posición de la duda fren- '.
te a muchos problemas no resueltos y hasta irreso-
lubles puede interpretarse como lo más propio y
íiabio para el filósofo, indeciso ante los atoismos car-
gados de misterio que explora con manos temblo-
rosas y medios limitados e insufiícientes. Pero, es
preferible no hundirse tanto en la sombra y volver
algunas veces los ojos hacía atrás, donde quedan
OPINIONES lilTERARUS 163
los liombres, sin los cuales no tendría razón de ser
la busca difícil de las grandes respuestas, ni sen-
tido alguno la vida misma.
Junio de 1918.
Javier de Viaiía
Javier de Viania, es un escritor único en nues-
tra literatura contemporánea, al cual se le bu'sca-
rán inútilüíente émulos e imitadores. Poseedor de
una vasta y sólida cultura artística y científica, en
vez de dejarse arrastrar como la mayoría de nues-
tros escritores por los temas subjetivos, ha prefe-
rido ser el poeta en prosa de su tierra, no al estilo
romántico, como Aeevedo Díaz, sino con una mar-
cada y robusta tendencia realista. La pompa de
la literatura de decadencia, el bizantinisrao de la
prosa pulida y centellanite, la raisterio'ia seraioscu-
riidad de los laberintos psicológicos no lo han atraí-
do en manera alguna. Si debo, ipara definirl o me-
jor, encasillarlo en un método literario, cabe muy'
bien dentro del programa de la escuela naturalista,
por la sobria y exacta objetividad de su procedi-
miento, no olvidando, además, como siiempre que
se trata de un escritor de personalidad propia, lo
que a su obra ha aportado su temiperamento y sus
finas dotes de observación La ciudad, en la cual
ha vivido la mayor parte de srtí vida, no lo ha se-
ducido con su peligroso canto de sirena. Su alma
siempre sueña con las plácidas campiñas nativas
en las que localiza su^s fábulas, y sus personajes,
OPINIONES LITERARIAS 165
huonildft? y sencillos como retoños silvestres, no
presentan ni cojnplicadas psáeologías ni sorpren-
den con inesperados cataolismos. Por eso se puede
muy bien hacer un juicio sobre la totalidad de su
labor hasta el momento, pues su unidad estructu-
ral ipermite abarcarla de una sola mirada de con-
junto, presentando en todas partes, con pequeñas
diferencias, las mismas virtudes y' los mismos de-
fectos. Ventaja o desventaja, ha permanecido idén-
tico a través de los años, y sus producciones lite-
rarias tienen hoy parecido sabor a las primeras
que produjo su pluma. Solo, o casi solo, en la ta-
rea de pintar las escenas de nuesftro campo, ha
encontrado en él una riquísima veta inagotable que
traibaja con no disminuido entusiasmo y con ex-
celente éxito. Su obra, ya Vi^sta, está compren-
dida en una novela: "Gaucha" y varios libros de
cuentos: "Gurí", "Campo", " Macachines ", "Le-
ña Seca" y "Yuy'oG". Se anuncian, además, dos
'o tres libros más de cuentos, con el material que
ha dispersado en estos últimos años en las revistas
rioplatenses. También ha tentado el teatro, sin
maj'-or suceso.
Nuestra embrionaria literatura regional no ha
atraído gran número de cultivadores. El gaucho
y su existencia, han parecido dos motivos demasia-
do simples y monótonos para desípertar el interés
de nuestros escritores, más dóciles a otra^i sugestio-
nes. Por eso, se ha desdeñado esa personalidad,
que tuvo en otro tiempo sus pintorescas carajcte-
1 ístieas. y que hoy se íunde, lentamente, en laá co-
rrientes inmigratorias, como un metal en otro me-
166 ALBERTO LASPLACES
tal Las perras de la independencia y el largo y
angustioso período de revoluciones, dieron al gau-
cho la ocasi-íSn de inmortalizarse, gánete en su l)ra-
vura irreflexiva y tempestuosa, la mes e^ncial d(
sus virtudes autóctonas, como sucede en todos Ioí
p,ueblos primitivos. Aicostujabrado a la libertad
dueño del esp.aeio ilimitado y semidesierto, cen
tauro en s!u pingo fuerte y sufrido como él, el gau
dio fué siendo desalojado de su medio poco a poco
a medida que la población se hizo más densa, mái
numerosos los alambrados, más efectiva la autori
diad, más intensa la cultura. Decir gaucho, es ten
der detrás de una figura sobria y enérgica una d»
coraeión sumaria : campo libre y cielo azul. Poi
eso es que la gran tragedia de la raza agonizante
una tragedia prolongada y sin gloria, es, desd<
hace media centuria y lo será por bastante tiemix
aún, la que agita su alma impotente para inmovi
lizar o torcer al destino : la luiclha amarga y sin es
peranzia que libra contra los nuevos conquistado
rea, — hombres, ideas, costumbres, — que llegai
como antaño del otro lado de los mares de oriente
en busca de la fecunda juventud de la tierra qu(
aguarda la suprema caricia que la haxá esclava a
hacerla madre.
Aunque no lo haya querido así; aunque ni m
quiera haya pensado en ello, Javier de Viana ©
el historiador de ese drama triste, que sigue si
curso bajo el indiferente parpadeo de nuestra;
constelaciones meridionales. Su gaucho, es el gna
eho lamentable de la decadencia, el que lleva ei
su frente, bien visible, el anuncio de la desapari
Opiniones literarias 16?
'ii cercana e incompasáiv'd,. Su temperamento de
■i-itor realista, crudo muchas veces pero siempre
ícrvador exacto y ¡pintor admirable, lo ha arro-
jado a la erapres*! de grabar para siempre en el
breve hlok del cuento cien tipos distintos de nues-
tras campesinos, para los cuales su subjetivismo
tiene a veces una tierna suavidad que emociona, co-
mo el de una mano materna para un hijo débil y
defectuoso. Conocedor profundo de la na^iuraleza
patria; devoto de su cielo cambiante, de ^s cu-
ohillas monocordes de amigas pendientes, de sus
selvas bajas e intrincadas que esconldien arroyuelos
minúsculos y nenáosos', de sus pájaros inquietos y
burlones, de sus lejanías violadas qu€ esfuman ho-
rizontes distantes, todos sus libros son una oración
ferviente al terruño querido, una afreiida senti-
mental a aquello del exterior que lleva también en
su interior como una música que no se apaga nun-
ca, como una alucinación que sólo con la vida des-
aparece. No llega por esito a la falsedad del patrio-
terismo de los que crean un mundo a su capricho
dentro de las fronteras de su país, un am)biente de
chillona y teatral litografía. Carlos Roxlo da un
ejemiplo de eás mal gusto palabrero y vacío que
no podrá llegar a ser nunca un documento históri-
co por su falta de verdad, ni un docuimento lite-
"io por su falta de belleza. Javier ide Viana ama,
como todos, lo que lo rodea, pero no tiene necesi-
dad de deformarlo con ridículos afeites y lo acepta
y lo describe y lo adora como es, a semejanza de
la mujer querida que la aceptamos con todo aque-
llo que pueda herirnos o disgustarnos. Viana ha
168 ALBERTO LASPLACES
resistido a esa corriemte de artifieiosidad, que uoí
lia legado un tipo de gaucho heroico, perfectamm-
te absurdo, que vemoái aecioiiar todavía alg(ima«
veces en ciertos escenarios de segundo ordea, en
estamipas que adornan ciertos libros escolares, o
hace muecas en ciertas reuniones polítiosa,' en las
cuales se hace un deliberado monopolio del patrio-
tismo nacional. Homibre de su tíemipo ha lanzado
su mirada penetrante al aniibiente ca'yjesdno y ha
comprobado que el lote que ha tocad a sus hom-
bres es más de dolor que de felicidad, nás de ííoin.
bra qut de luz. Por eso de su obra sacíi eonseeuen-
eiaa pesimistas aquellos que suponen que las so-
ciedades han de conservar siempre su misma es-
tructura, mientras que extraen consecuencias op-
timistas los que como j'o creen que la evolución es
cruel con lo inferior, como debe ser para que lo
superior triunfe y se imponga.
El primer libro de Viana, "Campo", ¿«pareció en
1896 De inmediato llamó la atención de la crí-
tica y del público por la nueva nota que daba
en nuwtro ambiente completamente desprovisto de
fieles narradores de la vida campera. Convenció
por la originalidad de los argumentoi, por la fres-
cura de la inspiración, por lo novedoso del estilo.
La primera victoria la conquistó a la primer es-
caramuza. Desde entonces, tuvo el campo abierto a
.sus actividades, y hay que reconocer que no de-
fraudó a sus admiiradoreá y que trabajó desde en-
tonces incansablemente, y ha^ta con un poco de
apresuramiento en estos últimos años. La crudeza
de algunas de las escenas por él descritas, levan-
OPINIONES LITERARIAS 169
tó protestas de parte de esos moradistas a la vio-
leta que nunca falta.n, y' que esgriaiiieron en su
contra pesados lanzones que fueron de sus abuelos
y que estaban carcominods de orín, y olvidados en
un rincón. Pero muestro amibiente, un poco menos
indinado a la gazmoñería que algunos europeoe,
recibió con general elogio la obra del novel eseii-
tor que tan bien se presentaba en la liza del arte
literario. De inmediato quedó consagrad» y filu
nombra se pronunció con respeto más aún que en
el fogón alrededor del cual charla el paisanaje, en
la ciudad másj apta para comprenderlo y para
apiNJcicirlo. Puede que la sencillez campesina se
baya sentido d'CíSorientAdia ante lao primeras narra-
ciones de Javier de Viana, demasiado complicadas
para su psicología primitiva y a flor de piel.
Nuestro ganeiho entiende la literataira a su mane-
ra, peix) de una sola manera Los estudios que se
hagan sobre su pensonalidad le interesan mucho
míenos que una vidalita o una décima que le ha-
blan sentimentalmente de su pago, de su oliina, de
su guitarra o de su vida eírrante por las colinas
iguales del terruño. Los librosí de Viana, sobre todo
los primeros, aún siendo obras literarias de gran
móritj, obedecen a un plan científlco perfectamen-
te definido, Salen, en absoluto de las narraciones
disilvanadas y pintorescas que entretienen a los
paisanos, estiimulando ¿lu imaginación o su coraje.
La mayoría de sus cuentos, presentan también ese
encanto: son fáciles y agradables, y se deslizan
ecmo una charla amistosa y amena. Pero no está
ahí su principal fuerza: bajo el di&lfraz de la tra-
170 ALBERTO LASPLACES
Jim hábil y del estilo cálido y silvestre, late un
problema sociológico o criniiinológicói. Un lector
superficial será atraído segTiramente por el inte-
rés teatral de la narración o por su lenguaje exac-
to y amenudo brillante, sin llegar a lo artifi'cioso.
Pero como en todo realismio bien entendido, Viana
no ha pretendido copiar simplemente lo que ha vis- ■
to, sino que ha combinado los elementos que le ha ^
dado la realidad para hacerlos inarcihar, de aeuer- 1
do con las enseñanzas del procedimiento de Zola y r
^Maupassant, obedieaites a leyes fatales, más o me- \
nos comprobadas. En ^Manduca 3Jatcg, el viejo en- ':
canecido en 'Campañas revolucionarias que se de- '■
cide a no enrolars'e en ninguna otra patriada, es- 1
tudia el efecto de la herencia, la costuimbre y el }
ainbiente que logran hacerle olvidar todas sais *
promesas asi como la nueva montonera se organí- ?
za ant« sus ojos. En "Por la causa" hay' una mag- 1
nífioa pintura de ambiente caTiipero en día de elec- 1
ciones, dejando ver todo lo repulsivo de la lucha |
s'anguinaria que se entabla amenudo alrededor de %
las urnas. Cipriano el "pueblero", no es el fa- ij
nático, que se enrola atento sólo al triunfo de su '^
causa ; es un espectador inteligente y' un crítico sin ^
piedad Nada más exacto ni más severo que las ob-'i
."^ervaciones que guían su pensamiento y que le |
prueban al fin, que ha marchado en pos de un ge- 1
neroso impulso, mientras a su redor sólo hier- p
ven inconfesablas ambiciones que arrastran gran- 1
des contingentes de irresiponsaibles . Ese cuento '
cruel es mía de laá más fonmidables condenas que
conozco de nuestra politiquería criolla, inspirado-
OPINIONES LITERARIAS 171
ra de ;iioviiiiÍ6iitos armados, cuya repetición eafer-
Tiiiza sólo acusó, durante largo tiemipo, nuestra
impotencia para damos un go-bierno regular y pro-
pio, sustentado sobre reales bases denilocráticas.
Encuentro que Viana predica en él un poco más
d¿ lo conveniente; pero no poi eí/o sais enseñanzas
dejan de ser saludables.
En "Gurí", segundo li))ro de Viana, aparecido
en 1901, el autor hace un hermoso estudio de la
autOTugestión y deseribe de mano maestra el inun-
do de las prostitutas, adivinas y brujas, que se
amontonan en las repugmantes inmediiaciones de
nuestros pueblos del interior Gurí, hombre fuerte
del campo, es un juguete y una víctima de ese
ambiente malsano, en el que prosperan todas las
enfermedades y todas las degeneraciones, así físi-
cas como morales. Un "daño" lo m,ata; un "daño"
que Qo esítá sino en la intención de la que le desea
el mal y quiere vengarse de su desprecio, y en su
cerebro rudimentario y supersticioso. Viana no ha
recargado las tintas, pero taniii)0'C0 ha ocultado
nada. "Gurí", es una llaga abierta, de la que
brota pus, y da a conocer una de las más oscuras y
repulsivas tragedias que pueden ocurrir en nuev
tro campo, una tragedia bastante frecuente, por
desgracia, y que no sería imposible evitar con enér-
gicas medidas de saneamiento social. Acompañan
a ' ' Gurí ' ', en el mismo libro, otros cuentos basados
también en escenas de la vida criolla o revolucio-
naria, todos ellas sobresalientes. '
Anterior a la aparición de "Gurí" es "Gau-
cha" la únitca novela debida a la pluma de Javier
172 .'.LUERTO LASPLACES
de Viana, y hasta ahora su obra más seria y de
mayoi'es alientos, aunque no la más feliz. Ninguno
de sus libros fué más discutido ; ningiuno mereeii'i
críticas más acerbas y más generales. Tanto fué
así, que Viana se vio obligado a modificar el final
de la novela, que se resistían el público y la crítica
a aceptar, añadiéndole otras escenas que, en reali-
dad, nada modifican ni eoanpensan. El autor, pum
el siguiente prólogo en la segunda edición: "En
una de mis frecuenteá excunsiones por la cam)paíía,
llegué una tarde a casa die un estanciero amigo re-
sidente en Corrales, Concluida la cena, vino la in-
dispensable tertulia en la cocina, donde, sentados
en troncos de ceibo, alrededor del fogón, patrone'?.
peonen y forasteros toman mate y platican con una
simplicidad verdaderamente . democrática. Se habló
de "matreros", y un gaucho viejo, envejecido en
el pago, naiTÓ un epir>odio local, altamente dramá-
tico y emocionante. El patrón y loa peones lo ha-
bían oído referir cien veces; y, sin embargo, escn-
eliOiban atentos y' tenían húmedos los ojos, cuan-
do el tosco narrador remató la trágica historia. Yo
la oí conmovido y emprendí una serie de prolijas
investigaciones para cerciorarme de la verdad del
relato, concluyendo por adquirir la convioción de
que era perfectamente histórico. Hace de esto algo
más de diez años En el transcurso de ese tiemipo,
fui escribiendo los diversos episodios que forman
mi primer libro "Campo", y muchos otras que hoy
aparecen en "Gurí". ¿Por qué nio utilicé nunca la
narración del viejo paisano, aquella historia que
tanto me seducía y que no se borraiba de mi mente ?
OPINIONES LITERARIAS 173
No sé explicarlo Un día, eu otra exíjursión cajm-
pestre, conocí a Juana, una tierna y Sentimental
criatura, una descolorida flor silvestre que se mo-
ría de un mal extraño e invisible en un ranciio
humilde semiescondido entre las frondas del Oli-
mar. Entonces pensé en escribir el querido episo-
dio, tomando por protagonista a mi nueva conoci-
da, y empecé con un cuento titulado : ' ' Margarita
blanca". Las ideas se fueron acumulando, las cuar-
tillas de papel se suicedieron y ;por uno de esos m-
voliintaires détonrs de la coniposition litteraire de
que habla Bourget, mi plan se modificó por com-
pleto, mi cuento se transformó en novela, "Marga-
rita blanca" se convirtió en "Gaucha", La narra-
ción del viejo paisano quc'dó relegada a la escena
final del libro. Fui a IMontevideo, entregué a las
cajas los primeros capítulos de mi obra y mieiitras
corregía las pruebas iba reAásando los capítulos
subsiguientes. Y en esa tarea encontré que los dos
últimos, los que encerraban el episodio originario,
estaban de más en el nuevo plan, desde que no
agregaban nada a la idea fundamental y que, ade-
mad, por su extrañeza podrían ser juzgados inve-
rosímiles haciéndole perder a la novela el carácter
de estudio serio, real, casi científico que para mí
tenía. Los suprimí, Viana se engañó, y la protesta
contra el sombrío final de su libro, fué general.
Pero esa protesta no logró que el escritor, fiel a sí
mismo, le diera otro desenlace menos desagradable
Al contrario. De mi parte, creo con Viana, que la
novela termina en donde la terminó en la primera
edición La escena de la violación de la virginidad
174 ALBERTO LASPLACES
de Juana por el matrero Lorenzo, sin deisaparecer
del libro, ha sido seiguida por otra más brutal to-
davía, más repugnante, más desconsoladora. Si al
final del libro quedaba una impresión agria, lo es
mneho más abora, en que el autor ha vuelto a des-
plomar sobre las blancas espaldas de Juana imevos
sinsabores, nuevas e irreparables desgracias. El
matrero Lorenzo, terror del pago, bandid*o sin nin-
guna generosidad, sin ningún rasgo simpático,
triunfa sdbre todo valido de su coraje, de su sMn-
cia y de du falta absoluta de moralidiad. Todo se
inclina ante su voluntad arbitraria. Y cuando se
enouentra oon un ser fino y complicado, bello y
suave eomo esa Juana producto .exótico de la unión
de dos sangres y de dos culturas distintas, lo halla
sin voluntad y .sin defensa, coano un 'Ca.mpo libre a
sus apetitos groseros, a sus bárbaras lujurias. Como
si no fuera bastante, también Lucio, el amigo y
novio de Juana, un paisano honrado, bueno y va-
liente, es dominado por el matrero rencoroso y ven-
gativo. Todo lo puro, lo sano, lo bueno, es vencido,
y al final de la novela se hiergoie trinoiifante el
bandido al frente de su banda sanguinaria. Toda
la tesis dte la novela, — una tesis negativa y pesi-
misíta, — está en una de las últimas reflexiones de
Juana. "En el Puesto del Fondo ya nada queda.
Don Zoilo y don Lucio han muerto; los ranchos
han desaparecido consumidos por las llamas; el ru-
bio Lorenzo y sus compañeros han triunfado.
Ellos quedan, los fuertes, las repreí'entantes de la
raza indomable. Ellos quedan; el pajonal que ardió
en la noche, volverá a crecer más tupido y más
OPINIONES LITERARIAS 175
lü/,ano en la próxima piiiuavera. Lo que desapare-
ce es lo débil, lo muy viejo, como el huraño trenza-
dor, y los ranchos de adobe, lo insignificante como
Lucio y ella ..." E,sas reflexiones son inaceptables.
En "Caucha" no triunfa lo fuerte s*obre lo débil;
es lo bárbaro y lo repulsivo sobre la gracia y la
honradez. Por eso es una obra antipática y hasta
odiosa Si^ grandes mérito«, representados por el
dominio maestro en la narración, las descripciones
magníficas y el e&tudio comii>leto de los caracteres,
están eclipsados por el desaiTollo de los aconteci-
mientos que sublevan en nuestra alma sois fibras
más sanas, sus ideales más queridos. No creo que
haya nada en nuestra literatura más sombrío y má.s
violento. Viana no ha estado bien al engendrar
esta novela, que si lleva el sello de su inteligencia
y de su manera, es inferior a muchos de ^s cuen-
tos
Después de estos libros, Viana ha publicado
"Macachines", "Yu!j''os" y "Leña seca", lo« tres
formados por breves narraciones camperas', en las
que no tiene igual. De teda i<u obra, prefiero sus
dos prim^eros libros de cuentos aquellos que senta-
ron definitivamente la fama literaria de que goza.
Hay gn ellos más frescura más juventud, al mis-
mo tiempo que máá estudio y n-enos improvisación.
Obligado a ganarse la vida con sus' escritos, después
de haber gozado de una desahogada posición econó-
mica, su obra se ha resentido algo de apresuramien-
to y failta de selección. Se adivina a Viana buscan-
do los temas para hilvanar un cuento con la pre-
mura dt- un artículo de periódico, en vez de salir
176 ALBERTO LASPLACES /
a SU encuentro, purificado como un sacerdote ante
la divinidad que desciende. No se ba secado la
fuente de su inspiración, no ha disminuido el en-
canto de sus historias, no ha desmerecido su estilo
haáta llegar a lo inaceptable. Perc se ve a su cere-
bro ocupado en otros menesteres y su mano ha per-
dido bastante de su vieja serenidad de antaño. Ha
forzado su capacidad creadiora y el número ha lle-
gado a resentir el mérito de m obra. Aquí y allá
un cnento trazado en forma insuiperable nos diee
que es eapaz sino de superarse por lo menos de ^r
tan brillante como antes. Parece haber en su caso
algo de lo que él mismo llamaría "un caballo can-
sao", al cual la mala suerte ha obligado a realizar,
un esfuieirzo mayor al conveniente. A pesar de
ello, toda su obra presenta loes mismos? caracteres,
y como dije al principio de este estudio, los mis-
mos defectos y virtudes. De toda ella se de^jP rende
qae Javier de Viana es un cuentista insuperable en
temías de índole campesina Asomlara la fidelidad
con que deiscriibe sus tipos, que pinta muelias veces
de un sólo y firme trazo. Muchos de ellos, resultan
personajes definitivos y hasta simbólicos, capaces
de animar una novela A veces como los verdade-
ros poetas, es más lo que da a entender que lo que
dice, no teniendo precio algunas de sus miniatu-
ras, en las que asombra por su don de síntesis,
tanto en la estructura de la trama co-mo en la so-
briedad del estilo. Sus descripeiones del terruño
son exactas y variadas, y a través de ellas se tran»-
pajrenta un gran amor latente, que no se pierde en
protestan ni gritos. Casi sieanpre cuenta con sim-
OPINIONES LITERARIAS 177
plkidad, sin hacer gestos, sin levanUir la voz, con
un poco de sorna en unas ocasiones, con indignación
eñ otras. Pero el gran mérito de su labor, está en
su significación humana y colectiva, en su signifi-
cación como elemento fiel de la realidad. Le ha
tocado ol)servar y e&'üudiar la decadencia de una
raza que está llamada a desaparecer, absorbida por
las exigencias de una <íívilizaeión cada día más uni-
fonu'e. El gaucho, ha perdido ya todo lo autoSctono,
lo pintoreteo, lo propio. Shi vida sencilla se vía com-
plicando con nuevas necesidades, con nuevos gus-
tws. Cada día pierde su traje una pilcha caracte-
rí&'tica, su lenguaje un giro sabroso, su cerebro una
idea heredada. Su vida se transforma rápidamen-
te, como su indumentaria, y la cocina económica
reemplaza al clásico fogón, el carburo deslumbra
a la vela de sebo, el autopiano ensordece a la .suiaive
guitarra, y hasita el automóvil, conquistador de
las más difíciles y empinadas rutas, deja atrás a
los resistentes matungos, héroes callados y sufridos
que también se abandonan poco a poco. La raza
cam¡pe9Ína ha resistido, pero lentamente se doblega
a la fuerza que la somete, con los ojos entristecidos
y el corazón conturbado. De ahí que oa/^i todas las
historias de Viana sean trágica^ y descon^ladoras,
como que describen un drama oscuro y silencioso,
el más oscuro y silencioso que es posible imaginar.
Diciembre de 1918.
El ^'Eiial"
Por Constancio C. Vigil
Con el nambre simfbólico de "El Erial", Cons-
tancio C. Vigil, uno de lo« espíritus' más saüos y
equilibrados de nuestra América Latina, acaba de
publicar un libro en el que ha seleccionado una
parte de su magnífica obra de publicista, sobresa-
liente / original en todo sentido. Ese volumen de
raro valor, que sintetiza la aoción apostólica de un
creyente sincero en la perfeotibilidad de la e'jpefcie,
ha de vivir para siemipre como una nota honrosa
de viril franqueza en nues'tro ambiente sin orienta-
ciones definidas aún, y i-n el que tales esfuerzos del
pensamiento no son, por des;íracia, todo lo fre-
cuentes que es de desear.
Vigil es de los que ha entendido el periodismo
611 su verdadera y noble faz. Su concepto de la
hoja impresa no es seguramente el del quie ¡preten-
de lucrar, halagando las pasiones del público para
arrancarle su óbolo. No: para su idiosincrasia ba-
tallajdora, el periódico es una atalav'a y una tri-
buna, y el periodismo un austero deber. Cree que
en el mun,do las co:^8 no marchan como debieran
y para manifestarlo usa el periódico de donde síu
OPINIONES LITIRARIAS 179
palabra grave y autorizada se trasmite a miles y
miles de- conciencias, e^ímpo fecundo que espera la
violación del arado para hacer g>erminar la sagra-
da ijemilla en que late el futuro. Según ese modo
de ver, el periodista es un maestro y el periódico
la oátoilia desde donde se enstña. Tal es la gran
misión de la prensa llamada justamente, el cuarto
poder; misión de pedagogía al mismo tiempo que
de ele^/amiento humano y que contribuy'e quizá
más poderosamente que ninguna otra arma social,
a desarraigar prejui<?ia=?, combatir eiTore^ y llevar
a todos los espíritus el suave resplandor de la ver-
dad.
La obra de Vigil es, dentro de su unidad de pro-
I pósito, variada y multifonne. A pesar de la abun-
ídancia de temas que aborda, "El 'Erial" presenta
a un ob-servador atento o a un lector devoto una
tral^azón interna que une armoniosamente todas
sufs partes. No es un libro en el que se tra¿tlucen
distintos estados de espíritu, sino que da a conocer
un sólo intento generoso, un misticismo humanita-
rio aplicado al vasto panorama de la vida. Así la
obra de Vigil tiene distintas facetas, como un bien
tallado diamante. Bien considerado, es todo un
programa de sociología práctica, "télica", como le
llamaría Lester "Ward. Con genial intuición ha
comprendido claramente que nuestra joven Améri-
ca, formidable laboratorio de una raza futura, es
un terreno propicio a las magnas cosechas y que
en ella las reformas sociales han de encontrar una
rer.iítencia mucho menor que en las milenaria^ so-
ciedades europeais en donde todo conspira en fa-
180 ALBERTO LASPLACES
vor de ün estatismo tradicional, de profuii/das nai-
ces, que es el obstáculo mayor que se puede oponer
al progreso rehilar de las ideas renovadoras. La
obra del sociólogo ha de ser en América obra de
previsión y de porvenir. ria> que evitar que los
nionstraosos defectos de una civilización caduca
nos haga arrastrar una iprematura anicianidad en
nuestros cuerpos de niño. Así. sni propaganda bri-
llante tí incansable, refiriéndose a graves deforma-
ciones ciue de&'de ya apuntají en el cuerpo social de
nuestras repúblicas, si bien tienen oportuna apli-
cación a fenómenos que la realidad acusa, son tam-
bién un magnífico alegato en contra de su intensi-
ficación en el mañana. "Temas de la miseria", "La
redención del indio", "Por el niño" y "Para la
paz de América", son otras tantas puertas abier-
tas a nuestra felicidad colectiva, y en donde el au-
tor combate con la energía singular de un iluani-
nado y la inquebrantable serenidad de un apóstol.
Las ' ' Cartas a Juan ' ', modelos en el género episto-
lar, abordan graves preocupaciones patrióticas, en
una forma sencilla y accesible a todos los lectores.
En ellas realiza un nevero análisis, verdadera di-
sección, del significado de varias palabras-símbo-
los, cu>'!a comprensión se ha prestadlo hasta ahora
a graves y profundas deformaciones. Quiere evitar
que el hombre sea juguete de hilos invisábleá, como
los que mueven a los fantO(ches sobre la oscuridad
del telón, y lo invita a pensar y a desentrañar
por sí mismo el verdadero sentido d-e las cosas,
como un confesor ayuda al penitente a poner siu
alma al desnudo para conocer sus irapenfecciones.
OPINIONES LITERABIAS 181
Otro tanto podría decirse de otros capítailos del
libro, en los cuales resiplandeeen las mismas carac-
terísticas de afirmación, de optimismo, de invulne-
rable e&'peranza. Así en " PlegariaAS ", en "Parábo-
las", en "Cartas íntimas", en "Palabras del ca-
mino". Una especie de misticismo ferviente pone
un estremecimiento de infinito en la palabra emo-
cionada de este nmevo evangelizador, que qidere
incrustar su ensueño maravilloso en el mismo co-
razón tumultuario de la gran CosmópolLs moderna.
Uno de los capítulos' de mayor trascendencia y
alcance en "El Erial" es aquel que Vigil titula
ahora "Las enfermedades", y' que ya hiaibíamos sa-
boreado regocijadamente bajo el noimbre de "Me-
morias del doctor Brain". En ese traibajo, hay que
admirar al mismo tiemipo que la sensatez inconmo-
vible del concepto, la valiente franqueza con que
está estampado. Pertenece Vigil a la ya muchedum-
bre de los que, reaocionando contra uno de los
prejuicios más fúñeselos que imponía la universal
ignorancia, han perdido la fe a los dictamen^ d'e
la ciencia médica que llamaremos oficial, y vuelven
a la Gran jMadre Naturaleza, buscando en los agen-
tes que ella brinda, la regieneraeión física de la
raza. Es indiscutible que como efecto de la heren-
cia y de las condiciona aictuales de la vida, no so-
mos máa que simples aglomeraciones morbosas, car-
gados como estamos de sustancias extrañas, según
la gráfica expresión de Kunhne. El agua, el aire, el
sol, la alimentación sana, el reposo intelectual y
moral, han de ser nuestros únicoR medicamentos,
conforme lo sostiene la escuela que va desdie Priezt-
182 ALBLRTO LASPLACES
nitz hasta Bilz, que no ha heeho más que aplicar
ordenadamente los métodos de curiaición que para
combatir sus lacras fjsicaá eamplean lo« anímale- y
los salvajes. Vigil quiere que el médico, en ve/. (!■
ser un profesicual como cuahiuier otro, sea v,n
aipósJtil. Imspíranle tamibién sonrisas de duda des-
pectiva, las modernas) teorías que pretenden inves-
tigar el origen de los gérmenes patológicos que
abaten la materia, así como los procedimientos cu-^
rativos propuestos. Defiende a los microbios, ino-
centes efectos de estados anormalet?, die la gran acu-
&'ación que sobre ellos ha pendido deside la inicia-
ción de los trabajos de Pasteur, hasta ahora en que
los leucocitos y fagocitos han venido a desalojarlos
en la preocupación científica y loñ cuales han de ser
antes de mucho sustituidos por un nuevo error. No
mejor concepto pueden iu(Spirartle ciert'otí métodos
que violan la Naturaleza, sueroterapia, quimiotera-
pia, etc., y cuyos efectos están a la vista de todos.
'Esite capítulo de higiene soeial es, a mis ojos, uno
de los más imiportantes del libro no sólo por su
valor intrínseco sino porque una nota dé esa espe-
cie es tan preciosa como rara
La Drosa en que está escrito este libro exceiiocio-
nal es otra de sus graoides excelencias. Es una pro-
sa robusta, sintética, coimo forjada a martillazos
potentes ^bre uu fuerte yunque. Como está carga-
da de ideas no tiene como adornarse con e^as galas
ficticias que tanto gaistan a los que nada pueden
decíir Por lo general, se tiene un concepto equivo-
cadio de lo que deibe ser um buen estilo. Haiy quien
lo supone una opulenta sucesión de adjetivos aiiás
. OPINIONES LITERARIAS 183
menod l)i'illante.'3, más o nienos sonoros. Esto es
un error. La principal virtud de un esitilo es la fiel
trasmisión del pensamiento, desde que la .palabra
es su \chículo únieo. Por lo cual, tanto mejor re-
II ¡tara un estilo literario ciianto más sencillo sea.
1 a adjetivación y la metáfora son magníficos alia-
dos, sin duda alguna, pero no deben convertirsíe
jamás en nervio y funidamento del decir porque
por sí mismos no tienen alma. Suelen convertirse
con d'emasiada fatcilidad en un. efitor^bo, y afean con
una cargazón inaportuna la belleza serena de las
ideas desnudas rodeándolas con un estrepitoso
círoulo de ohurrig'uera. "El Erial" está tallado
sin una ,palabra de más ni de menos. En muchos
puntos parece que el autor ha tenido necesidad de
enfrenar su pensamiento riquísimo para ordenarlo
dentro de las formas normales de la expresión. Es
quie el fuerte jugo cerebral dlesborda del cauce en
busca del tíurco que fecundar, cumpliendo con la
misión a que lo ha encadenado la sapiencia infali-
ble del destino.
¿Esto es todo? Sintetizando, algo es, pero segu-
ramente no lo que se merece una obra del valor y
de la enjundia filosófica de "El Erial". Si hay
obra.s a las ouale" todo lo que se les diga está de
más, éáta, la de Vigil, nunca se comentará excesi-
vamente, nunca se aplaudirá demasiado. Es una
obra honrada, sincera y bella. No halaga, castiga;
no iminúa, descubre; no ruega, exige. Entre la flo-
ración literaria de los países del Plata, donde liay
tanto nnodino, tanto vulgar, tanto sin relieve, res-
plandecerá este libro con su primera magnitud
184 ALBERTO LASPLACES
aristocrática, sin que ^a eaipaz de empañar su es-
plendor ni siquiera la alfomibra de olvido que tien-
do Saturno tras la huella silenciosa de sus pasos.
Junio de 1916.
Alberto Zum-Felde
Alberto Zum-Félde fué conocido durante mu-
(dio tiempo en nuestro ambiente literario por Au-
relio del Hebrón, pseudónimo que se impuáo rápi-
damente con las pocas pero selectísimas obras que
dio a conocer en su primera juventud. Muchas ve-
ces m,e he preguntado por qué sustituyó la sonori-
dad! magnífica de su verdadero apellido, q;Ue suena
como lac primeraá notas de un himno, por un pseu-
dónimo, que será todo lo bello y simbólico que se
quiera, pero que no responde a una necesidaid y ni
siquiera a un prurito de buen gusto. Se justifica
que Girolamo Rapa^netta ansie convertirse en Ga-
briel el Anunciador, horrorizado por el pedestrismo
do su nomibre. IlaiSta encontrarnos bien que Anatole
Tibault, — no un señor Tibault cualquiera, — de-
spee lltimarse Anatole Franoe, como poseído del es-
píritu inquieto, sutil y profundo a la vez, del gran
pueblo que representa y a quien tan bien encarna.
Pero, en vano he tratado de explicarme la razón
por la cual Zum-Felde haya querido ser Aurelio
del Hvibrón, hasta el punto de negar su apellido
por varios años a sus obras. Como ha reaccionado
hace ya algún tiempo y' ha vuelto a ser Zum-Felde,
18G
ALBERTO LASPLACES
lü que no debió haber dejado de ser ni iin día, rae
ioclin3 a creer que todb no ha sido otra eí)6a que
una siraple e inofensiva "boutade" de la juven-
tud, época de las emipresas inverosímiles, de los im-
pulsos brillantes e irrazonados, y de las divinas lo-
curas que llenan la vida de paisajes imaginarios
que no volverán jamás . . .
La ])rimera obra de Zum-Felde está fechada en
1918. La constituyen catorce sonetos alejandrinos
qae reunió en un tomo impecable, en finís*imo papel
y con letras de oro, y que agrupó bajo el título bí-
blico y sugestivo de "Do/muá Áurea", eterna habi-
tación de esos seres extraños y felices que sueñan
y' eantan, A su frente, José Barbieri, hábil artista,
suave cam arada de café y de noches de arte, ofrece
el perfil del poeta, un poco inexif/resivo, quizá por
la dureza de la "pose". Esta obra originalísima no
trascendió al público. No era para él tampoco.
Zum-Felde en pleno estetismo, — estetismo im-
puesto en nuestro ambiente por aquel deslumlbrante
palabrista, Roberto de las Carreras, — eonsidera-
ba al arte — función de aristos — como propio a
ser gustado únicamente en cenáculos elegidos, lejos
del bullicio maloliente de la turba, incapaz de vi-
brar ante las puras solieitacáones de la Santa Ma-
dre la Belleza. Quizá no desdeñara entonces ni una
palabra del "Credo" de Osear Wilde, en cuya
portada sonríe aquello de: "la estética es más im-
portante que la ética". El título "Domius Áurea"
es 3'a una bandera y un programa. Y si él recuerda
el ariiítoeratismo implacahle de De Vignj'', su con-
tenido no puede volcarse íntegro dentro de la mar-
OPINIONES LITERARIAS 187
niórea impasil)i]iclad de la escuela en la que pon-
tiíi(3 Leeonte de Lisie, a p^sar del evidente parna-
sianisuio de su manera. Podría decirse de él, —
ímlvando, como es justo, las distancias, — lo que
dice Fagnet de aquel maravilloso sonetista que se
llamó José María de Heredia: "imaginación con-
centrada exprimiéndose en cuadros breves; ningu-
na retóiñca, ningún ímpetu verbal, horror a lo pro-
longado. Forma escultural que recuerda las meda-
llas y los esmaltes, im.ipecable, y de una severidad
respecto a ella misma que llega a una ei;pecie de
crueldad, o, si ^ quiere, a un rigor excesivo". Pero
en ZumFelde hay' algo que traiciona esa tenden-
cia, y el alma, no aherrojada del todo dentro de su
prisión parnasiana en que el poeta intenta ence-
rrarla, sale a flote fi'ecíuentemente y gime su tris-
teza o Gu esperanza. Así en ese soneto "El Solita-
rio llama", en donde sangran como heridas o arden
CK>mo antorchas osto^ dos versos admirables y des-
esperados :
"La gloria de estar solo en mi fatal camino
la espío con la enorme tristeza de estar solo !"
El estetismo puro de que quiere hacer gala, deja
e^apar una tibia fragancia sentimental, una pun-
i;adia de inquietud, un ansia panteí^ta de más allá,
una humanísima y casi cristiana necesidad del her-
mano. La pureza del mármol está agrietada por
una llaga emotiva que hace que los versos dejen
su sedimento de pasión en el fondo de los corazo-
nes. Sin embaj*go, de los catorce soneto.^, — "barcas
de catorce remos", según Darío, — que sostienen
ALBERTO LASPLACES
"Domus Aupea" como catorce blanquísimas co-
lumnas, el que prefiero es "A un puñal", perfecto
eu su forma, soberbio en su evocación y dentro
totalmente de los cánones del parnasianismo. No
resisto a la tentación de citarlo:
Ereá la más preciosa joya de mi elegancia.
Flor de Ly's impoluta de mi blasón de esteta.
Joya trágica, sueña mi idolatría secreta
tu relámpago, signo de sutil nigromancia.
Nacido allá en el siglo XVI, de exquisito
orfebre florentino, de un artífice mago,
bajo tu vaina de oro, tu fatalismo aciago
espera aún el instante que ha de exhalar su grito.
Hierátiea presea ! . . . Rayo de los Vestiglos ! . . .
Está clamando sangre tu sed de cuatro ^glos ! . . .
Serán hartas tus ansias cuando en un pecho inti-
[men. . .
^fe fascina tu brillo. . . Y mirándote, siento
la atracción homicida de tu destino cruento
i y sé que tu belleza me llevará hasta el crimen ! .
Si seguimos, cronológieaimente. enumerando la
obra de Zum-Felde, hallaremos en 1911, "El Uru-
guay ante el concepto sociológico", fuerte folleto
en el que demuestra oportuna erudición, conoci-
miento>3 históricos ^ bien orientado concepto socio-
OPINIONES LITERAKIAS 189
lógieo. Trabaja actualmente en un libro en el que
abordará el mismo tema con mucha más amplitud.
En 1910 un drama en un acto "El Derrumbe", es-
trenado en Solís, y otro, también en un acto : ' ' Lu-
lú Margot", publicado en la revista "Apolo" de
Pérez y Cnris. Ahora, en 1918, publica "El Hua-
nakauíi", su doctrina americanista,. A esto han de
agregarse \'arias composiciones en verso, casi todas
ellas en ritmo libre, y' algunosí artículos de crítica
y poléniica de indiscutible mérito, varios de los
cuales publicó Alberto Ghiraldo en su "Ideas y
Figuras", N." 79, en 1912. En 1911, durante su
estada en IMaldonado, nos anunciaba la gestación
de "Lns saturnales", bajo los pinos copóos y fren-
te a la playa de oro, al mar encrespado y musical
y al cielo infinito. "Las saturnales" no han apa-
recido todavía.
Como se ve, la obra de Zum-Felde, sin ser nume-
rosa, es variada por los distintos motivos quie la
inspiran. Aunque esteta exclusivamente en los co-
mienzos de su vida literaria, no desdeñó d'es.p'U)és
contribuir con la dádiva de sus más nobles preocu-
paeion<ís intelectuales al estudio y a la solución de
diverroa problemas colectivos. Cuando la muerte
de Ferrer hubo de ocupar una tribuna en una ma-
nifestación popular de protesta contra el atentado
reaccionario, protesta qute encabezó Rodó por min-
cho que se arrepintiera después. IMás tarde, cuando
el Presidente Batlle y' Ordóñez propusJo la Refonma
Constitucional a base de Ejecutivo Colegiado, Zum-
Felde fué de los primeros que se ofreció para lu-
loo ALBERTO LASPLACES
chai* en favor de la demoenátiea cruzada. Y sñ des-
pués de pasada la eferve'vcencia del combate, des-
apareeij d<il escenario de la vida pública activa, no
fué ciertamente para encerrarse de nuevo en su
torre y burilar nuevas ^^oyas como las de "Domus
Áurea" sino para entregaree al estudio del pro-
blema continental americano, lejos del bullicio de
los plvjitos políticos! que han agitado durante estos
últimos años las capas superficiales y profundas de
nuestro pueblo. De esa meditación reposada y fe-
cunda salió "El Huanakauri ", "escrito y publi-
cado en Montevideo el año mil novecientos diez y
siete de la "Era vulgar", y cuatrocientos veinti-
cinco del deácubrimiento de América". Este último
libro, qii€ me ocupa abora, condensa el fruto de
gus últimos años de pensamiento y' acusa una orien-
tación que parece definitiva en su criterio. De las
concebidas y publicadas basta el presente momen-
to, es "El Huanakauri" la obra más importante
de Zum-Felde; la más importante por la amplitu.l
del tema que aborda y por la significación que tie-
ne dentro de su propia labor. Desipués de muciio
dudar ante caminos distintos, da la impresión de
que cree haber encontrado al. fin "su tema", la mi-
sióni priraigenria a la que debe dedicar lo más y lo
mejor de su talento y de su esfuerzo. El, lo dice a
la entrada mis^mo del libro: "Yo llamo a este li-
bro Huanakauri porque él es verdaderamente el
término de un peregrinaje intelectual y la revela-
ción de un Dentino. Largo y anga.s'tioso es este pe-
regrinaje, — os lo jnro mis bravos compañeros.
Poseído de la inquietud sin sosiego y del áspero des-
OPINIONES LITERARUS 191
contento de quien debe cumplir algo, aún apesar
•^Wo, yo no he podido morar ni detenenue más de
una notílie en sitio alguno, ni creer en ningún Dios,
ni acatar ninguna ley. ni entregarme a nin^ina
doctrina, ni sentir ningún amor. Y, a la entrada
de las ciudades en donde he llegado, y junto al
temiplo de cada Dios, y al pié del solio de cada
Ley, y frente a la cátedra de cadla Doctrina, y a
la puerta de cada Amor, he clavado en tierra mi
vara die oro para ver si se hundía en ella : pero la
vara permanecía clavada. Mas, al llegar al punto
en que se levanta este libro, — conforme al IMito
epiónimo, — la vara i^e hundió de súbito y para
siempre." Tal, 'pues, "El Huan&kauri " para Zum-
Felde Eá la significación misma de su per^aali-
dad de escritor, la llegada al puerto defípués de
un fatigoso ambular por mares distintos, desde los
que le cantaron, sin atraerlo más de una noche,
engañadoras sirenas.
Hace algún tiemipo que se mota en la parte nuis
selecta de la intelectualidad his^Dano-americana, el
ansia nobilí'dma de alcanzar una fisonomía protpia,
un aspecto original, de pesar en la balarza del
mtundo con un valor original distinto a lo otros
valores colectivos corrientes Esa tendencia a una
verdadera mayoría de edad continental, ha dado
ya ricosi finitos, sobre todo en el Río de la Plata,
que presidirá por lo visto, por segunda vez, la
emancipación de América, ayer del dominio ex-
traño, mañana, die las inifluencias transatlánticas
Muchos espíritus altivos y fuertes, poseídos en to-
da su plenitud por la misión renovadora que in-
192 ALBERTO LASPLACES
cumbe al Nuevo Mundo, — vasto y ^noro labo-
ratorio donde se funde en riquísimo humus la ra-
za dominadora del porvenir^ — tratan de encla-
var en la masa poeo compacta que constituye sus
mucheduimbres, la conciencia integral de la gran-
diosidad de su rol. América, — así, con mayúscula,
— y mucho más que consideraba como una simple
expresión geográfica, va plasímando rápidamente
en una concreta y elocuente significación moral y
social, conforme brota del barro informe y dúc-
til, bajo los dedos mágicos del artista, la euritmia
armoniosa de las líneas perfectas. Muchos son ya
los apóstoles del americanismo, consliderado como
un estado de espíritu histérico, como una inmi-
nencia fatal, como una realidad casi palpable. Pe-
ro si hay unidad en el propó.sito de hacer a Amé-
rica algo más que un "nuevo mundo", etiqueta
que cada día expresa menos, no la hay en cambio
en la consideración de los ideales que ha de «uá-
tentar .y en los medios que ha de valerse para ello.
Mientras unos sostienen el panamericanismo, defi-
nido ya en cien congresos, y que se apoya en el
pilar angular de la doctrina de IMonroe, con el
cometido sustancial de la autonomía política y eco-
nómica de toda la ATüérica, sajona y latina, otro'5,
dentro del mismo género de aspiraciones, predi-
can la conveniencia de agrupar solamente a las
iiaiciones americanas de origen esípañol y porta-
gU'és, con el objeto de hacer frente a la inevitable
expansión del imperialismo yankee y de remozar
o.n el suelo virgen de América la gran raza direc-
tora y mediterránea que parece entrar en el viejo
mundo, en una época de ilevantable decadencia.
OPINIONES LITERAKIAS 193
Es imposible encajar la doctrina de "El Haa-
nakauri" en cualquiera de estas don orientaeiones'
framediiiente antagónieaá. Es iioposible por su ori-
ginalidad como por su vaguedad. Zum-Felde anun-
cia la aparición de un nuevo Mito esencialmente
americano. Arranea para ello de Manco-Capac, —
el inca de los incas, — para erigir sobre la base
de su trono fuerte como las murallas monolíticas
del templo del Sol, el fantá^ico edificio de .su ame-
ricanismo. Llama hacia sí a todos los pueblos ama-
sados con raza indígena y levadura latina, — lo
que llamamos latino aún cuando no lo sea, — y
con frases inspiradas, de ritmo lento y austero
quiere infnnidirles la conciencia de que han de fun-
dar una civilización nueva, distinta de la europea y
de la norteamericana ^simbolizada en la férrea Man-
nathán Quiere, pue^, la independencia espiritual,
la bnsca y el descubrimiento del propio yo para la-
brar sobre su cimiento inviolable la obra de las ge-
neraciones futuras que se inician en la acción, To-
das las obras del género de "El Hanakauri" pue-
den ser contemipladas desde dos aspectos di^intos:
desde el sociólogo y desde el literario, desde el
científico y desde el artístico. Sin embargo, "El
Huanakauri" nada tiene que ver con el primer
aspecto y se veda totalmente a cualquier rama de
la eie'.icia. Zum-Felde mismo se coloca consciente-
mente lejoá de ese esliera diciendo.- "Queremos se-
ñalar en la historia del humano desenvolvimiento
el punto en que el hombre se emancipa del ciego
determinismo de las cosas y de los hechos y va a
determinarse a sí mismo por su propia conciencia,
OP. LIT. — 13
194 ALBERTO LASPLACES
superior a los hechos y a las cosas. Queremos se-
parar el punto ea q^ue el hombre pone su mente y
su voluntad sobre la oscura mecánica de la mate-
ria y sobre la aiicestral fatalidad de la historia".
Y más adelante-. "Y si me preguntáis cómo se de-
muestra esto, os responderemos: esto no se de-
muestra. Esto no puede ni Jebe ser demostrado.
Esto se siente o no se siente; es m.ás profundo que
la demotstración " Lo cual me inhabilita deíde el
primer momento para estoidiar las doctrinas' ex-
puestas en "El Huanakauri" probablemente con
la idea de que se prox)agnen, y a pasar por alto
sobre una serie de errores sociológicos que contiene
y' que la hacen una obra de débilísima trama cien-
tífica. '"'El Huanakauri'' debe ser considerado co-
mo una obra literaria de índole imaginativa y sub-
getiva; como un poema en prosa. La pretensión de
libertamos del determinisano de las cosas y de los
hecíhos es una pretensión fabulosa- Y en cuanto a la
eficacia de sus doctrinaa no la creemos muy gran-
de desde como uo pueden demostrarle caerán fá-
cilmente dentro del dominio de lo falso al consi-
derarlas desde el punto de vista del conocimiento
y de la trasmisión de las ideas 'El último argu-
mento esgrimido por los deístas es ese, de que la
existencia de Dios no se prueba sino que se siente.
Con lo .nal quedarán muy satisfechos los que en
realidad lo sienten pero la idea no habrá adelantado
uij ^lo paso. Y en cuanto a que el Espíritu es todo
en la civilización y en el progreso de los pueblos,
63 un viejo error transportado desde la filosofía
a la sociología, y que enunció hace muchos siglos
OPINIONES LITERARIAS 195
Sócrates diciendo que primero e independiente-
mente se formaban los conceptos y se obraba des-
pués ses^ún ellos, teoría definitivamente abandona-
da hace mucho y totalmente inadmisible sobre todo
cuando se trata de aplicarla a organismos como
una sociedad, cu>'a e%x)íluiedión obedece a tanitas y a
tan distintas solicitaciones. "¡Cnán peligroisa es
la doeti-ina que no ve en los hechos sociales más'
que el producto de comtinaciones mentales. — di-
ce Durckeim. — y que un sencillo artificio dia-
léctico, como el que la creó, puede en un momento
trastornar completamente ! ' '
Zum-Felde anuncia la llegada de un nuevo ]Mito.
i Un n'ije^'^o Mito' Los mitos no son hijos de simples
maniobras cere<brales, ni de autosugestiones voliti-
vas. Son condensaeioneá de ]a realidad objetiva,
símbol'^s vivos, pero efectos y no causas. El mito
aparece cuando una fatalidad lo empuja, v no ha-
ce más que encubrir una impotenicia irredimible,
o sintetizar ¡un ansia qne no logra nvanifestarse
de otro modo. El mito eí^ un estado de espíritu cu-
yos puntos de apoyo y de origen están en el exte-
rior del ser. Un estado de espíritu no puede origi-
nar.-'e integramente en otro estado de espíritu.
¡ Sería haber t-neontrado la cuadratura del círcu-
lo ! Todo lo cual quiere significar dos cosas : que el
I mito sera ijmipresicindible en la vida hunnana mien-
tras el liombre no posea el decreto de la vida, y
que el mito no se puede crear pott* una siu^ple invo-
i cación o una afirmiajción de su necesidad o su utili-
I dad. Ya aparecerá el mito o los mitos americanos
I cuando esa fuerza oscura y misteriosa que guía las
196 ALBERTO LASPLACES
socáedades, así lo re^aelva Entre tanto, querer
erigirlos de la nada, qnerer despertar la conciencia
de su necesidad es operar con las sombras, es le-
vantar montañas con niebla inconsistente y bur-
lona, es engañarse con una vano e^ejismo, agra-
dable cuando más a nuesltra egolatría que puede
permitirse la ilusión db cirear, de presidir la mar-
oha de los destinos humanos, de obrar indepen-
dientemente de las demás energías de la Naturale-
za, menos palpables pero más decisivas. Consuelo
inocente, que no debemos por cierto restar a los
temperamento^; simplistas que se consideran cono
el centro del mundo, al par de las antiguas con-
cepciones geocéntricag que suponían a la Tierra, —
a eáte insignificante planeta. — como el centro del
Universo visible e invisible.
La huella de "El HnanaL'auri" obra absoluta-
mente subjetiva, desdeñosa, de la realidad, pro-
ducto de un concepto puramente personal del pro-
blema americano, "que no se puede demostrar"
no despertará gran eco en las muchedumbres del
continente, sin la colaboración de las cuales es qui-
raiérico tentar cualquier renovación colectiva. Las
muchedumbres, como todas las pasadas y' futu-
ras hasta la consumación de los siglos, exigen ideas
concreta'?, ideales su;-tanciosos' v aeeesibles a su
domprenrúón, solidas arfiuitectuias estructiwales^.
En cambio, "El Huanakauri" considerado como
obra liteiaria, será apreciado de diferente mane-
ra. Es indiseiutible que es un a,rtista el que ha
escrito esas páginas armoniosas y sonoras, un ar-
tista que desdeñando la sociología se sintió Soció-
logo y demostró que no lo era lie sostenido siem-
OPINIONES LITERAELVS 197
pre que en Arte no hay sino individualidades, sub-
jetivismos, al revés de la ciencia que no marcha
sino a fuerza de generalidades objetivad. Por eso
es que unos y otros — artistas y hombres de cien-
cia, — al salir de sus dominios, fracasan ruidosa
mente. Se pasó el tiempo en que Be creía en la in-
falibilidad del relámpago genial, en la instantánea
revelación ^midivina, en la eficacia de las pitoni-
sas y de los iluminados. La vida humana ha pene-
trado en el dominio del Gran Todo y no acierta
í! libertarse de Iq^ mil lazos que la atan tanto a lo
que la rodea como a lo que la precedió y a lo que
la sucederá. "Lo que hacemos, — dice un filósofo
tan pocio áospeehabla de materialismo como Bald-
win, — es función de lo que pensamos y lo qu<3
pen?>'aremos función de lo que hacemos". ¿Cómo
so desata este nudo gordiano?
"El ITuanakauri" está escrito en forma poemá-
tica, lo cual prueba la intención del autor de hacer
de él una obra eminentemente artística. Probable-
mente cf'. ha creído en libertad para adoptar esa
form.a especial, pero no, por que entk en un todo
de acuerdo con su temperamento literario, con su
manera propia en la expresión del pensamiento.
!E.l estilo, es el hombre, vieja verdad que se caim-
pile siemipre por mueho que el ho-mlbre suponga
ane puede libertarle de él. Constituyen "El Hua-
üalcauri" ciento eincuenta y cuatro estancias o
versículos — algo así como estrofas en prosa, —
agrupadas en doce jomadas o capítulos. Esa prosa
es exclamativa, serena, rotunda, como alguno^
creen que conviene a una empresa así.
198 ALBERTO LASPLACES
El esteta de "Domus Áurea", sigue siendo el
mismo esteta en "El Huanakauri", y habla con la
misma seriedad trascendental de quien oficia un
culto sagrado. Jando a sus palabras iproporcioneS
doTOi'esuradas y a sus frases la jerarquía de en-
tonelas inapelablas. Tiene su gran valor emocio-
nal esa manera de expresar lo^ conceptos, pero a
nd ver, resulta oratoria, artificiosa y estrangulaida.
Toda la doctrina contenida en "El Huanakuari"
cabría en diez páginas, sin olvidar nada de lo sus-
tancial que comprende, y, sin embargo, ocupa, no-
venta y seis, llenas do fatigosa? repeticiones, de
insisi enicias injustificadas, de vastos rodeos. Se V3
claramente que el autor ha levantado su templa
sobre tres o cuatro ideas, como sobre tres o cuatro
fuertes columnas. Alrededor de estas ideas gene-
ratrices de luz propia, giran una porción de satéli-
tes que aunque desaparecieran nada quitarían a
aquellaá de su esiplendor y de su belleza Creo que
obra hubiera ganado mucho si Zum-Felde hubiese
ido derechamente y decididamente a la que se pro-
pone, líse fin es totalmente dinámico: despertar
la conciencia americana, el orgullo americano, la
energía americana. No se propone dict-ar un pro-
grama, indicar un riel, crear una norma, sino apro-
vechar y encauzar una fuerza inmensa que hoy'
í?e pierde sin provecho alguno. El proposito es í^e-
neroso y elevado. Indica en el autor una nobilí-
siitma inquiet¿ud que lo prestigia con bien s'aneados
blasones. Lo lamentable es que su obra, que tantos
méritos ostenta, falle por el error de querer inter-
pretar lo objetivo desdt lo subjetivo, confundien-
OPINIONES LITERARIAS 199
do los efectos con las causas intentando edificar a
espaldas del deterrainismo y suponiendo que el
pensamiento basta para originar la gravitación
tanto en los fenómenos cósmicos como en los co-
lectivos. La literatura social para ser fecunda, ha
de acomodarse a los límites que le imponen las le-
yes físicas y biológicas. Y desde el punto do vista
de lo artístico puro, ha de sintetizar, para que sur-
jan los símbolos que no son ni han sido nunca
otra cosa que síntesis. No me cansaré jamás df
aconsejar eso a nuestros escritores. La diivisa ha
de ser una: hay que conjcretar. La vida moderna
no a'lmite pérdidas de tiempo. Los pueblos para
comiprender y realizar exigen brevedad, nitidez
Las primeras muchedumbres cristianas, — coü'O
las de ahora, — no conocían las narraciones evangé-
licas, ni tomaban parte en las interminables dispu-
tas dogmáticas. Les bastaba un ideal concreto:
el de la igualdad de espíritu, único que las arrastró
El sansculotte no hubiera sabido enumerar los de-
rechos del hombre ni comprender su significación
ni su alcanice. Pero tenía sieniipre en sus lab".7S
tres palabras inágicasS: liberté, egalité, fraternité,
que ^ntetizaban sus aspiraciones de igualdad' po-
lítica. El socialista contemporáneo tampoco agita
tan poderosamente las capas sociales perdido en
un mar engañoso de principos: metafísicos, ni de
datos estadísticos. Ansia solamente menos trabajo
y más dignidad; su ideal es el de la igualdad eco-
nómica ; sus aspiraciones son conoretas y limitadas,
de horizontes refringidos y sencillísima estruc-
tura. No hay qoie olvidar tales hechos cuando se
200 ALBERTO LASPLACES
emiprende la tarea de predicar una Bu'cna Nueva.
Aquel que desdeña la naturaleza y las exigencias
del terreno en que lia de fructificar la semilla se
expone a perder la semilla y condenar a la esteri-
lidad su esíuerzo. En tal orden de cosas, miás qui-
zá que en ningún otro, hay que someterse a la Na-
turaleza omnipotente, o renunciar al propósito.
La ley es inflexible, y no hay manera alguna de
librarse de ella .
Marzo de 1918.
índice
índice
Págs.
Prólogo 5
Adolfo Agorio. Su obra literaria 11
José Pedro Bella» 23
Ernesto Herrera 33
Horacio Quiroga 48
«F21 Terruño», por Carlos JReyles G2
El «Ariel», de José Enrifiuc Rodó 77
Florencio Sánchez 140
Va/. Ferreira coufeiencista 149
Javier de Viana 164
«El Erial», por Constancio C. Vigil 178
Alberto Zum-Feldc 185
Obras editadas por LA BOLSA DE LOS LIBROS
qqi-eaLLE saRaNOí-iiíii
JiAüplaceii (A.1.— « Literatos Uruguayos Cüiitemporá-
neos». Prosistas $ 0. 80
A^orio (Adoiío) («Jacol)»). — <>I,!i Fragua», apuntos «le
la Guerra europea, 1 t., $ 0.4(1. -«Fuerza y Uere-
cho». Aspectos morales de la Guerra europea, 1 t.,
$ 0.50. — «La Sombjt» de ICuropa», nuevos concep-
tos de la Moral, 1 tomo » l.ü<>
Cru7, (Aleides). — «Incursión del General Fructuoso Uive-
ra a las Misiones» » 0.40
Rérquer ^Gustavo A.), -«Rimas», coa una nota preli-
minar de Leoncio Lasso de la Vega y un canto
por G. del Busio . . , » 0.30
"Aliniifuerte" (Pwiiro Palacios'l.- «Apostrofe», poema. » CÍO
— «Poesías», con un estudio de A. i,asplaces . . » O.líT)
— «Niu'vas Poesías» y «KrangélicaS", con lU) estu-
dio del l)r. AK'edo Palacios > 0..-!5
Arosta y Lar» (Fe<ieri<-o IC). — «l,e<'i'iones de l>erecLo
Consiilueional e Instrucción Cívica», 1 lomo, . » 1.1H^>
— «Cumentiirio de la t'onslilución Uruguava de
lülS— 1 lomo ' . . > O ;{0
— «l'i'rvenir del l)<reelio píldico externo. Be la
iu~tu-ia iiitcrnacioníd» » O 40
HoUeinan— Uuíniica inorgánica (en español), 1 t., tela » 6.0o
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lAAY 1 ^ 1972
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